El 35º aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño nos invita a reflexionar sobre los avances y retos que enfrentan las niñas en el ejercicio de sus derechos. Esta convención, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989, fue un hito en la protección de la infancia a nivel mundial. Es un gran cambio de paradigma, por el que pasamos de ver a las niñas y niños como propiedad de sus padres, sus comunidades o sus estados, a considerarles personas plenas, sujetos plenos de derecho. Uno de los avances más notables de la Humanidad en estos últimos tiempos.

Más bien, la convención hace responsables a los gobiernos, las sociedades y los padres o tutores de proteger a los niños para que puedan disfrutar de todos sus derechos.

Sin embargo, aún hoy, millones de niñas enfrentan desafíos que les producen sufrimiento e impiden que alcancen su pleno potencial de desarrollo personal, social y económico.

Un aniversario con sabor a deuda: los derechos de las niñas aún pendientes

 Este es un momento crucial para visibilizar los retos únicos que enfrentan las niñas, especialmente en los países en desarrollo, y para promover su empoderamiento, protección y pleno disfrute de sus derechos. En muchas regiones del mundo, las niñas continúan siendo las más afectadas por la pobreza, la desigualdad de género, la falta de acceso a la educación y los altos índices de violencia.

Son muchos los factores que impiden la mejora o incluso empeoran la situación de las niñas, desde decisiones de política pública que no las priorizan, a prejuicios sociales arcaicos que las discriminan o vulnerabilidad al cambio climático, los conflictos y otros fenómenos.

A pesar de los compromisos firmados en la Convención, datos actuales reflejan que en República Dominicana  una de cada tres mujeres de entre 20 y 24 años se casó o unió antes de cumplir 18 años. Este dato refleja una realidad dolorosa: las uniones tempranas siguen siendo una práctica arraigada en muchas sociedades, privando a las niñas de su niñez y oportunidades futuras. Además, se estima que Una de cada cinco mujeres ha sufrido violencia sexual de parte de sus parejas, lo que pone de relieve el entorno de vulnerabilidad en el que muchas jóvenes viven.

Educación y salud: herramientas clave para el empoderamiento

Uno de los pilares fundamentales para garantizar los derechos de las niñas es asegurar su acceso a una educación de calidad. La falta de educación no solo limita sus opciones laborales y económicas, sino que también perpetúa ciclos de pobreza y violencia. La Convención sobre los Derechos del Niño, en su artículo 28, reconoce el derecho de todos los niños y niñas a la educación, sin embargo, cifras recientes revelan que, en muchas regiones, las niñas continúan siendo las más marginadas en el acceso a la educación. A nivel mundial, una de cada cuatro adolescentes no accede ni a la educación, ni a un empleo, ni a formación, una realidad alarmante que perpetúa la desigualdad de género.

Además de la educación, el acceso a servicios de salud es esencial para el bienestar de las niñas. La alta tasa de maternidad adolescente sigue siendo un problema grave. Según UNICEF, la maternidad temprana y la alta natalidad adolescente no solo afectan la vida de estas jóvenes, sino que también impactan negativamente el desarrollo socioeconómico de los países. Para enfrentar este desafío, es fundamental intensificar los esfuerzos para proporcionar educación sexual integral, acceso a métodos anticonceptivos y servicios de salud adecuados. Sin embargo, las barreras sociales y culturales continúan limitando el acceso de las niñas a estos servicios en muchas comunidades.

La violencia de género: una batalla por ganar

Uno de los retos más urgentes en la lucha por los derechos de las niñas es la violencia de género,es decir la que sufren por el hecho de ser niñas. A nivel global, casi una de cada cuatro adolescentes casadas o en pareja ha sufrido algún tipo de abuso sexual o físico, un reflejo de cómo las niñas y adolescentes son desproporcionadamente víctimas de la violencia. La Convención sobre los Derechos del Niño es clara en su disposición de proteger a los niños de cualquier tipo de violencia, pero la realidad nos muestra que las niñas continúan siendo las más expuestas.

Además, los datos son alarmantes en cuanto a la violencia sexual contra niñas y adolescentes en el país, según el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica (SINAVE), la tasa de violaciones sexuales en niñas y adolescentes es de 18.9 por cada 100,000 personas entre 10 y 19 años, lo que refleja una grave situación de vulnerabilidad. El impacto de estas experiencias traumáticas es devastador, no solo a nivel físico, sino también psicológico, afectando profundamente el futuro de estas jóvenes.

Un llamado a la acción: invertir en el futuro de las niñas

Es crucial que tanto los gobiernos como la sociedad civil redoblen sus esfuerzos para promover la igualdad de género y proteger a las niñas de la violencia y la discriminación. Indudablemente, invertir activamente en el futuro de las niñas es invertir en nuestro propio futuro, al garantizar el acceso a la educación, a la salud y a la protección contra la violencia y frente a la pobreza no es sólo una cuestión de derechos humanos, sino también una condición indispensable para un desarrollo sostenible.

El 35º aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño debe ser un recordatorio de que, aunque se han logrado avances, todavía queda mucho por hacer. Las niñas representan el futuro, y garantizar sus derechos hoy es asegurar un mañana más justo y equitativo para todos. Como comunidad global, debemos comprometernos a brindarles las herramientas, el apoyo y las oportunidades que necesitan para alcanzar su máximo potencial. Porque cuando las niñas disfrutan plenamente de todos sus derechos, el mundo mejora exponencialmente.