Camila Henríquez Ureña

Camila Henríquez Ureña, 1910

La dimensión cortante de la luz, esa que bien pudo comenzar con lo acontecido en el camino al Damasco bíblico, siguió con José Martí con aquello de que el “El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el Sol”. Pero no se quedó ahí. Franz Kafka y Camila Henríquez Ureña anduvieron en embarcaciones similares. En 1904 el checo apuntaba que “sólo deberíamos leer aquellos libros que nos muerden y nos apuñalan. Si el libro que estamos leyendo no nos hace despertar con un golpe en la cabeza ¿para qué leerlo? […] Un libro debe ser el hacha que rompe el mar helado que llevamos dentro». 35 años después, luego de una experiencia carcelaria en Guanabacoa, Cuba, la dominicana planteaba en un discurso a las mujeres: “Una buena lectura es como una azada que rompe el suelo de nuestra alma, para que sea labrada y cultivada. El que no ha leído bastante no sabe cuántas cosas puede llevar dentro de sí».

A riesgo de saber tantas cosas, a veces no solamente olvidamos, o lo peor: la información no genera actitudes, compromisos, haceres. Pues sí: la lectura, cuando es diálogo, cuando sube al sujeto, planteándose los ecos, las resonancias de su ser, puede propiciar otras actitudes ante sus semejantes.

Sobre Camila Henríquez Ureña tenemos un cuadro gris. Ella es la menor dentro de un cuadro cuasi mitológico de intelectuales, la reprendida por su hermano Pedro por escribir poesía, la de un lesbianismo light en la novela de Julia Álvarez, la víctima, en una palabra. Si asumimos su obra, al margen de ese magro sentido común, tendremos la posibilidad de asumir otros planos de percepción.

Ciertamente Camila prefirió concentrarse en el aula o el salón de actos, dejando que sus páginas fuesen alocución directa para alumnos o público. Como libro sólo publicó su tesis sobre la concepción pedagógica de Hostos, y ello porque su hermano Pedro era entonces, en 1932, lo que hoy sería equivalente a Ministro de Educación en el país dominicano. ¡La hermana publicada por el hermano!

Es complicado el trabajo de disección en torno a su figura, tratando de concentrar la mirada en ese “en sí” que ella tuvo, porque difícil que será hablar de Camila y no subrayar la sombra de sus hermanos. Aún así, hay Camila para mucho. Tenemos la feminista, la educadora concentrada en desarrollar las capacidades lecto-escritoras de su alumnado, la profesora que deja su excelente puesto en una universidad norteamericana y que se cree en la ilusión de la Revolución cubana. También está la que dentro de aquel proceso de quita y no pone también asume la crítica, cuando no la disidencia, aunque este aspecto se destaque muy poco. ¿No fue un acto de crítica a la crítica revolucionaria el apostar por Reynaldo Arenas, y recomendarle al crítico mexicano Enmanuel Carballo que lo publicara? Como nos lo recuerdan Nivia Montenegro y Enrique Mario Santí, en su presentación "EXPEDIENTE | Reinaldo Arenas, Emmanuel Carballo y ‘El mundo alucinante’ (documentos y correspondencia) (1968-1981)": “Carballo se interesó en conocer personalmente a Arenas a instancias de Camila Henríquez Ureña, que había defendido la novela en el mismo jurado [de Casa de las Américas] que le negó el primer premio.”. (en: https://rialta.org/expediente-reinaldo-arenas-emmanuel-carballo-y-el-mundo-alucinante-1968-1981/)

Educada en una sociedad como la cubana, a la que llegó a sus nueve años, donde el diálogo en la calle, en la casa, en lo público, es arte y técnica de socialización, Camila asumió el hablar, el pensar y el compartir como manera de asumirse socialmente. Aunque no se educara directamente con su madre, sí qué que pudo nutrirse y hasta un tanto criarse con su círculo más íntimo de colaboradoras y amigas. Si sus tres hermanos mayores pudieron aprender francés o inglés, porque vivieron en Francia, Haití o los Estados Unidos, ella asumiría en algunos planos el autodidactismo. A falta o a limitación de contactos con ellos, estaba la epístola, el aula, el salón de tertulias. Camila fue una mujer hecha casi ella misma. Si bien nunca faltaron las orientaciones de su padre, de Pedro o de Max, ella supo delinear un programa propio y vivir además experiencias que la condujeron por caminos propios.

Uno de los temas que con mayor puntualidad asumió fue el de la escritura femenina. Si bien ya Pedro y hasta el tío Federico habían escrito sobre las sufragistas -o el derecho al voto de la mujer-, Camila decidió ser más proactiva, rompiendo con los moldes de aquella sociedad patriarcal-colonial.

Más que la mujer como ente pasivo, pensó en aquellas que proponían, pensaban hacía, en una línea en cuyos extremos encontrábamos a Sor Juana Inés de la Cruz y a Gabriela Mistral.

Recordemos el contexto de aquellos años del 20 al 40, con las potentes voces de Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, y a la Gabriela a quien ella presentaría en su histórica presentación en la Habana, en 1938. [Para abundar en este tema, ver el ensayo de Freja Cervantes Becerril, “Los empeños de un impreso. Camila Henríquez Ureña y la revista Lyceum”, en https://revistasipgh.org/index.php/rehiam/article/view/596/713].

Un año después de esa presentación, el periódico del Partido Socialista “La Vanguardia”, el 26 de diciembre, publica un texto suyo, ilustrado por Pedro Olmos: “El Feminismo”.

Estamos un trabajo de difusión, con propuestas de pensamiento muy concentradas, debido a la naturaleza de la publicación. Y más aún: con temas necesariamente discutibles, que no han perdido vigencia.

El recorte al que obtuvimos acceso, conservado en el Archivo de Pedro Henríquez Ureña en el Colegio de México, tiene el número de serie 9. Ojalá y pudiéramos localizar el resto de estas contribuciones, para poder concretar ideas, arriesgarnos con alguna discusión.

Por ahora sólo transcribimos ese texto, continuando aquí un necesario trabajo de recuperación, de una autora que no sólo maestra y animadora, sino también una brillante pensadora.

EL FEMINISMO -9

Por Camila Henríquez Ureña

1°. Las mujeres más atractivas y especialmente las mujeres que poseían una buena dote, se casaban; pero quedaba un núme­ro crecido de solteras; en las clases inferiores, la prostitución y el concubinato no permitían que el problema se plantease; pero en las clases acomodadas, particularmente en la burguesía, quedaban obligadas a vivir parasitariamente. También limitada por fuerza en su vida física y espiritual, la solterona solía enfermar de men­te y de cuerpo si no le era dable alcanzar una actividad interesan­te a que consagrar su energía, lo que no era fácil. Este tipo, a causa de las múltiples actividades en que hoy puede tomar parte la mujer, está desapareciendo con gran velocidad; pero aún pue­de encontrársele, con relativa frecuencia en pequeñas comunida­des donde todo progreso es lento.

2°. — La prostituta es el tipo de víctima social femenina reverso de los anteriores. Además de la poligamia que se realiza por el concubinato, el hombre ha practicado generalmente la promiscuidad sexual, con ciertas limita­ciones. Estableciendo por una parte una restricción sexual forzosa para las mujeres que considera virtuosas, pero no obligándose él a practicar igual virtud, necesariamente ha conducido a otra porción de la humanidad femenina a vivir en la promiscuidad a causa de la miseria, del escaso salario, de la dificultad para encontrar trabajo retribuido, que por mucho tiempo fue para la mujer imposibilidad; y también a causa de su debilidad moral y física y de la explotación a que esta situación da origen, esas mujeres han hecho de la promiscuidad un comercio.

3°. — La prostitución ha existido desde que la civilización ha merecido ese nombre. Ha sido reglamentada y explotada por las religiones, los Estados y los individuos; pero en ninguna época han sido esa reglamentación y esa explotación más repugnantes, más lesivas de la dignidad humana que en la Edad Media y la Moderna, bajo el influjo de la hipocresía y la codicia.

4°. — Es todavía uno de nuestros más pavorosos problemas, que sólo se resolverá con la completa reorganización económica y social del mundo. Mientras tanto, las prostitutas lo único que hacen para la humanidad es propagar las más espantosas, por sus consecuencias, de todas las enfermedades. Son otro grupo femenino estéril y antisocial, al igual que los dos anteriores.

5°. — Es decir, que tres divisiones importantes de la humanidad femenina, desde hace siglos, han estado absolutamente anuladas, incapacitadas de llevar una vida útil ni a la huma­nidad ni a sí mismas, en nombre de la costumbre y con la compli­cidad de las leyes. Lo extraño y sorprendente es que los mismos individuos que han vivido en un estado social que impone la este­rilidad a una porción tan numerosa del sexo femenino, se espanten con el fantasma del control de la natalidad según el concepto actual. Parece que sería más racional evolucionar hacia una organización en que las condiciones económicas y las costumbres permitieran a toda mujer sana y capaz de tener un número limitado de hijos y criarlos con la mayor eficacia posible.