La crónica se parecía a un juego de cartas: como en Las Vegas, el lugar era el Casino de un hotel de Santo Domingo. Uno estaba de un lado y del otro, nada más y nada menos que una chica hábil en el manejo de las cartas. Uno se queda con la sonrisa de una española transistorizada: el efecto no era el Doppler, sino otro.
Como ocurre muchas veces, lo que ponían en el bar del hotel tenía todas las particularidades de una buena canción. Alguno me dirá: esta canción está escrita para ser escuchada bajo un vendaval como éste. Ahí me acordé que la ONAMET había dicho que estábamos en época de lluvia. Todo el fin de semana fue una sola lluvia en Santo Domingo. Don’t stop believing sonaba y no era mala canción.
Por unos pocos minutos, dejé a la croupier y pedí que me pusiera, a mi asistente, un poco de Stan Getz: Focus, 1961 y The best of two words, 1976. Estábamos en Santo Domingo y todo podía suceder. Uno busca el nombre de las tormentas, a ver si suenan bien o suenan mal. Alguien me dirá, no tan investigativo, algo en lo que me enseñó Agatha Christie: “son nombres y punto”. El huracán David tuvo un nombre mortífero, bíblico y en el caso del huracán San Zenón, tiene un nombre imponente que te hace pensar en desastre. Claro, esto es una lectura a posteriori.
Como un avión de exhibición, la noticia sobre el clima en Santo Domingo daba volteretas y uno no quería dominarla. A su manera, la noticia fluye y exige de nuevas aproximaciones. Luego toma forma, como la canción de The Doors, Roadhouse Blues, 1970. Aún con la lluvia, le dije a alguien que pusiera a Chet Baker, digamos un chin de Almost blue, casi azul.
Propuesto hace algunos años, era real aquel aserto de Harold Bloom, Anatomía de la influencia, 2001, y ahora, después de traerlo a la memoria y recordar que estuvo en Cornell, lo perfecciono: cada quien tiene su canon y no se puede luchar con ello. Por estos días, muchas preguntas políticas se quedan en las gavetas. Unas surgen y otras pedalean, se mueven como cinturas firmes. Otras, naufragan como si se tratara de noticias caducas que no toman forma, que es mejor evadir con un fondo de Stan Getz o Thelonious, Misterioso, 1958, The London Collection, que ponen en el Blue Note de New York. Se pone entonces algo que acompañe la lluvia: Steve Winwood, un cantante con el que tengo una fijación: su metal de voz es algo notable.
Como ocurre con cientos de miles de canciones, no escuchaba lo de Perry hacía muchos meses. Por un momento, surge entonces la posición de abandonar esta música y entender el proceso histórico que nos deja con una explicación importante: lo que ocurre con Estados Unidos y China.
Veinte años después de leerlo, uno parte de la visión económica de Milton Friedman para ver lo micro, el efecto en los agentes económicos. En el plano filosófico, el asunto del mercado tiene que ver con la solución última que todos esperamos. China espera, como habrá visto Nixon en sus días. Era cierto también: en Davos nadie hizo énfasis en la lucha comercial. Para el debate, que ocurrió allá, eran otros temas los que dominaban el escenario: el efecto pos pandemia y una guerra que para algunos es una oportunidad de negocios (podrían ser detectados con una mano). Hace dos días, me enviaron un recorte de periódico donde se da cuenta de un hecho dado: la UE, está importando gas licuado de petróleo de los Estados Unidos. El número ha alcanzado la cifra histórica.
Ultimamente, me interesaban algunas noticias perfectamente detectables. La lluvia vendría sigilosa, sin avisar mucho. ONAMET tenía claro el asunto: días atrás, otras lluvias, no tan intensas, habían atacado a Santo Domingo, algo que les pareció a muchos, algo necesario: se refresca el asunto, la agricultura florece, las calles toman forma líquida y la vida recomienza.
Como saben muchos, esas lluvias que hoy son detectadas deben ser recibidas con cuidado: algunas locaciones pueden sufrir el embate de los ríos, desviados de su cauce. Tenemos que decirlo: tenemos buenos organismos de defensa: el COE es un ejemplo de “echarle buenas ganas”. La lluvia siempre viene cargada de nuevas noticias.
Tengo claro que en Puerto Rico aún piensan en los desbarajustes que, hace pocos años, causó o el huracán María, verdaderamente devastador para ellos. Con pruebas históricas, nosotros sabemos que las aguas de los ríos atacan a poblados cercanos y se llevan de encuentro todo lo que aparece. El fenómeno no es criollo: se anunciaba en el Pacifico mexicano, el paso de una tormenta tropical Bonnie hace unos días, este mismo sábado pasado. Estamos preparados para enfrentar grandes tormentas, al menos en el plano organizativo del país. Tenemos hombres y mujeres que son especialistas en el manejo de desastres. Sería interesante tener en las manos una comparación pormenorizada de la cantidad de mililitros de agua caída en los diversos huracanes que nos han atacado, digamos desde 1960 hasta aquí. La recomendación general es poner el radio, la tele o la asistente de Google en estos tiempos de lluvia para matar el tiempo y pasarla agradable.
Tanto tiempo luego, después de la década perdida y la llegada de un nuevo siglo, uno vuelve a Samuelson con algo de Jamiroquai en el fondo, un asunto de modernidad que todos piensan tiene que ver con alguna carrera en el piano. Nada que ver, sencillamente el soundtrack de lo que ocurrió en Davos es una cosa y lo que ocurrió en Los Ángeles y España, es otra. ¡Aunque esta música puede ser catalogada de melancólica y triste, un chin de Chet Baker servirá para pasar estas aguas!