Tras retornar al país desde el exilio, el 4 de diciembre de 1939, el dictador Rafael L Trujillo sometió al licenciado Rafael Estrella Ureña, expresidente de la República, a la más atroz e inhumana humillación que un ser humano es capaz de tolerar, pese a que vino con un talante esmirriado y convertido en un espantajo, dispuesto a subordinarse de manera absoluta al régimen.

La languidez económica de Estrella Ureña alcanzaba tal magnitud que Trujillo debió financiarle el viaje de Cuba a Miami y luego de esta ciudad a Santo Domingo. De acuerdo con Robert Crassweller:

“En Miami, durante su viaje de retorno, Trujillo había sostenido una entrevista con una sombra del pasado, Rafael Estrella Ureña, un hombre abatido y arruinado tras ocho años de exilio, conspiración y pobreza, y ahora accedió a volver en los términos que Trujillo impuso”. (1)

Cuando su hermano, Gustavo Estrella Ureña, mediaba para lograr su retorno al país le informó a Trujillo que llevaba varios días sin conversar con él porque estaba afectado de “fiebres altas a consecuencia, según el Dr. Pérez, de un ataque de paludismo”. (2)

Entre las primeras evidencias de la abyección de Estrella Ureña se cuenta su inscripción en el Partido Dominicano, así como una conferencia en el local del mismo donde alabó “el sentido orientador y liberador de la política de Trujillo” y resaltó el extraordinario desarrollo del capitalismo logrado por la dictadura sin estar influida por el comunismo o totalitarismo.

Sin embargo, al poco tiempo Estrella Ureña comenzó a transitar la senda de la amargura cuando el 16 de noviembre de 1940 Trujillo lo encarceló, junto a su tío el general José Estrella y otros personajes de la ciudad, y le imputó el asesinato del líder horacista Virgilio Martínez Reyna y su esposa Altagracia Almánzar. Este varapalo conturbó el ánimo de Estrella Ureña y lo colocó en la picota de la opinión pública. Tres días después, al grupo lo pasearon esposados desde la fortaleza San Luis al Palacio de Justicia para ser interrogados por el juez de instrucción.

Pasear esposados a sus opositores, o a quienes rehusaban “entenderse” con Trujillo, fue un recurso muy socorrido desde los inicios de la dictadura.  A Manuel de Js. Troncoso de la Concha (Pipí), un antiguo miembro de la burocracia horacista, y quien fuera luego su principal asesor económico, Trujillo lo paseó esposado por la calle El Conde ante el asombro de la población. Algo parecido aconteció con su concuñado Virgilio Álvarez Pina (Cucho), pariente lejano de Trujillo, a quien encarcelaron en dos ocasiones para forzarla a integrarse al régimen . (3)

General José Estrella. A su derecha una gran fotografía de Trujillo. (4)

Luego de cuatro meses en el calabozo y tras declararse prescrita la acción judicial contra el asesinato de Martínez Reyna, Estrella Ureña se alojó en el hotel Palace, pero el nuevo propietario le exigió que se mudara pues su presencia había provocado la ruina del mismo ya que los clientes, para evitar estar cerca de él, se habían marchado. De modo que al poco tiempo Estrella Ureña se convirtió en un paria en su propio país, y como si se tratara de un leproso, la gente cruzaba a la otra acera de la calle para evitar saludarlo o evitar su cercanía.

En marzo de 1942 el jefe de la Policía Nacional, general Manuel Emilio Castillo (Niñín), desempolvó recortes de periódicos posteriores a 1928, cuando Estrella Ureña acababa de llegar de Italia y había proclamado su admiración por el fascismo italiano, para advertirle de los informes que recibía relativos a su “manifiesta y decidida simpatía por el régimen fascista”. (5)

Ante la terrible advertencia, Estrella Ureña se entrevistó con Teódulo Pina Chevalier, tío de Trujillo, para expresarle su deseo de que lo consideraran un “boxeador noqueado” y le solicitaba a Trujillo trazarle la “línea de conducta” que debía seguir y lo instaba a que lo vigilara para que pudiera constatar si se desviaba de ella.

En una carta que le dirigió a su esposa, con un dejo de amargura y desilusión, le exponía su desinterés en mezclarse con “la política sucia y asquerosa de este país” pues la política le había costado el sacrificio de su salud, de su dinero y la tranquilidad de su familia.

Le aclaraba que de no ser por la insistencia que mostró Trujillo no hubiera vuelto a involucrarse en actividades políticas, y al mismo, le expresaba su decepción por el trato que le habían dispensado al retornar al país.

Trujillo no le daba respiro al otrora brillante tribuno santiagués y en julio de 1942 usó otra baza secreta para mantenerlo en ascuas. Esta vez hizo pública una carta del licenciado Ángel Morales dirigida a Juan Bosch en la cual su nombre aparecía reiteradas veces, ante lo cual expresó: “deseo declarar, de manera formal y concluyente, que no tengo nada que ver, ni nada me relaciona con las actividades oposicionistas de los citados señores”. (6)

En mayo de 1945, el tirano trataba de conferir una imagen liberal a su autocrático gobierno y así ponerse a tono con los aires de libertad que se respiraban tras la Segunda Guerra Mundial y a demostrarle al Departamento de Estado el supuesto pluralismo democrático predominante en el país.

Para lograr tal cometido trató de organizar los partidos políticos, ya prácticamente extinguidos, incluido el Partido Republicano de Estrella Ureña quien acogió con entusiasmo la propuesta sin percatarse de que nuevamente sería víctima de un nuevo ultraje que se cristalizó a través del periódico La Nación, dirigido por Gilberto Sánchez Lustrino.

Durante el mes de junio de 1945 dicho medio formuló tres preguntas a connotados burócratas de la dictadura como Rafael Vidal Torres (Fello), Julio Ortega, Andrés Pastoriza, Mario Fermín Cabral, Juan Tomás Mejía y el general José Estrella, este último ya reconciliado con el gobierno.

Las mismas eran: ¿Perteneció usted al Partido Republicano? ¿En qué partido militó antes de 1930? Y ¿qué opina del actual régimen político? Sus respuestas estaban plagadas de infundios contra Estrella Ureña. Solo los licenciados Rafael F. Bonnelly, Jafet Hernández y el Dr. Gustavo Mejía Ricart no negaron su militancia en el Partido Republicano, fundado por Estrella Ureña.

Estrella Ureña se enferma

A inicios del mes de agosto de 1945, sorpresivamente, Estrella Ureña sufrió un percance en su salud al presentar un “síndrome peritoneal indefinido” que requirió su internamiento en la clínica San Nicolás de Santiago donde recibió asistencia de los doctores Salomón Jorge y su propietario Ramón María Helú Bencosme, quienes le practicaron una laparotomía exploratoria y le extirparon el apéndice, en la clínica. Posteriormente, se produjo la ruptura de los puntos y los médicos procedieron a anestesiarlo para suturar de nuevo la herida y cercenar los bordes atónicos de la misma.

Luego de este procedimiento, Estrella Ureña presentó “vómitos incoercibles” que los galenos no pudieron detener y el 8 de septiembre de 1945 lo trasladaron a Santo Domingo, en un avión del Ejército, lo internaron en el hospital Padre Billini, al cuidado de los reputados galenos Francisco E. Moscoso Puello, Fernando A. Defilló y Rafael Abreu Miniño. Al poco tiempo mejoró la salud de Estrella Ureña, pero luego disminuyó progresivamente el nivel de calcio sanguíneo hasta producirse un exceso de ácido en la sangre, definido como acidosis.

Hasta ese momento no se había reportado fiebre en el paciente, como puntualiza Santiago Castro Ventura, historiador y médico, “que podría indicar una complicación infecciosa de la cirugía, una verdadera peritonitis o síndrome peritoneal caracterizado por una inflamación de las membranas que cubre las paredes internas del abdomen”. (7)

En las últimas 48 horas de su vida los médicos lucharon en vano por superar una bronconeumonía postoperatoria que afectó al paciente. El domingo 16 de septiembre de 1945, a las 9:20 a. m., se produjo el fallecimiento de Estrella Ureña en la entonces denominada Ciudad Trujillo. (8)

En el 2002, el Lic. Rafael Flores Estrella declaró que su abuelo padecía de problemas estomacales y hepáticos que le provocaron un hipo que no cedía con ninguno de los medicamentos disponibles en ese momento. (9)

Al analizar este caso, el Dr. Santiago Castro Ventura, observa con mucha propiedad que “la crónica dejaba entrever que la bronconeumonía fue una complicación post operatoria, pero resulta que mediaba un tiempo ya muy prolongado entre la cirugía y la muerte sin reportarse fiebre, aspecto que pone en duda la complicación.

Necesariamente una apendicitis no debe complicarse con una neumonía sin previamente desatarse una peritonitis, un cuadro muy alarmante que no podía pasar desapercibido ante el maestro de la cirugía Moscoso Puello y el maestro de la clínica Fernando Defilló”. (10)

Cuando se hallaba recluido en el hospital Padre Billini de Santo Domingo, Estrella Ureña confesó a los familiares que le acompañaban que sentía le inyectaban veneno por las arterias. Generoso Gómez, un personaje cercano a Negro Trujillo, entrevistado por Ángela Peña, aseguró que un militar en quien confiaba Estrella Ureña le brindó café envenenado y otro médico, para aliviar su agonía, le inoculó una sustancia letal.

Si descartamos la acción directa del déspota en el crimen es evidente que el martirio a que lo sometió afectó severamente su psiquis lo cual pudo haberlo inhabilitado para enfrentar cualquier padecimiento somático. Según Félix A. Mejía, el doctor Ramón Helú Bencosme fue el responsable de asesinar a Estrella Ureña, luego de lo cual el dictador también lo eliminó el 28 de octubre de 1952, supuesto que ha sido descartado pues trabajaba en la compañía de Seguros San Rafael, propiedad de Trujillo. (11)

Por la perversidad ingénita de Trujillo, así como por el bestial ensañamiento contra este postrado personaje, algunas personas le imputaron su asesinato. Esta modalidad de crimen no representaba ninguna novedad en el ejercicio criminal del régimen pues antes de esto el dictador había ordenado asesinar al expresidente Horacio Vásquez con dosis graduales de arsénico.

El doctor Rafael Martínez González (Rafelito) le confesó al historiador Emilio Cordero Michel que en 1933 su padre, el Dr. Enrique Martínez Peña, médico personal de Horacio Vásquez, fue llamado a la fortaleza San Luis de Santiago y allí el coronel Luis Veras Fernández le informó que “el Jefe le agradecería si lo ayudaba a salir del viejo de mierda ese”. Ante esta malévola solicitud el doctor Martínez Peña comprendió que su vida corría peligro y huyó clandestinamente a Puerto Rico. Lo sustituyó el doctor Darío Contreras, destacado por su cercanía con Trujillo.

El historiador Cordero Michel asegura que existen “testimonios fehacientes” de que Trujillo ordenó inocular veneno a Estrella Ureña y que, de acuerdo con la confesión que le había hecho su padre, Lic. José R. Cordero Infante (Pilino), el autor de la muerte de Estrella Ureña fue el doctor Héctor Antonio Paulino Petiton, graduado en 1941, subdirector del Moscoso Puello, quien ostentaba el rango de primer teniente del Ejército y era hermano de Miguel Ángel Paulino, quien encabezaba la célebre banda paramilitar de asesinos conocida como La 42, al servicio de la dictadura. (12)

Los médicos reciben una formación académica para salvar vidas, sin embargo, en el caso del doctor Antonio Paulino Petiton se dedicaba a lo contrario y al parecer había adquirido destrezas en asesinar opositores al régimen con sustancias tóxicas ya que, en noviembre de 1955, mientras fungía como director del hospital José María Cabral y Báez de Santiago, también le inoculó estricnina al hacendado maeño Panchito Madera, como ya demostramos en un artículo anterior. Queda la interrogante: ¿cuántas personas más habrán sido víctimas de este maléfico galeno?

De manera que por los indicios analizados se puede inferir que Rafael Estrella Ureña fue asesinado. Inicialmente los médicos le practicaron una cirugía por una simple apendicitis, pero en ningún momento reportaron que la misma se había complicado con una peritonitis o que el paciente tuviera algún proceso febril y solo apareció una “bronconeumonía” que pudo ser controlada por el excelente equipo médico que le asistía, de acuerdo al doctor Castro Ventura. Para la época ya se disponía de la penicilina, además el hospital tenía un pequeño equipo de rayos X (un equipo mayor estaba dañado) que le permitió realizar todas las radiografías de ese año”. (13)

De manera correcta, el doctor Castro Ventura descarta la participación de los reconocidos galenos que le dispensaron asistencia médica a Estrella Ureña en Santiago y el Padre Billini, así como el uso de estricnina en su muerte pues esta sustancia se metaboliza rápidamente y se requiere una dosis con una gran fuerza letal, no así la aplicación de arsénico en el torrente sanguíneo que es capaz de provocar envenenamiento tanto agudo como crónico y producir vómitos, como los presentes en el cuadro clínico de Estrella Ureña.

Referencias

(1) R. Crassweller, Trujillo, la trágica aventura del poder personal, Madrid, 1967, p. 90.

(2) B. Vega, Unos desafectos y otros en desgracia, Santo Domingo, 1986, p. 65.

(3) R. Cassá, Capitalismo y dictadura, Santo Domingo, UASD, 1982, p. 595.

(4) La foto la reprodujo Bernardo Vega en su libro Desiderio Arias y Trujillo se escriben, Santo Domingo, 2009, p. 214.

(5) B. Vega, Unos desafectos y otros en desgracia, p. 71.

(6) La Nación, 28 de julio de 1942.

(7) S. Castro Ventura, Las enfermedades de dominicanos célebres, Santo Domingo, Editora Manatí, 2004, p.119.

(8) La Nación, 17 de septiembre de 1945.

(9) Ángela Peña, “Hist  orial médico de Estrella demostraría que murió envenenado”, Hoy, 6 de octubre, 2002 y “Rafael Estrella Ureña comprendió en su lecho de muerte que le estaban inoculando algún veneno”, 11 de octubre de 2002.

(10) S. Castro Ventura, Las enfermedades de dominicanos célebres, p.120.

(11) F. A. Mejía, Viacrucis de un pueblo. Relato sinóptico de la tragedia dominicana bajo la férula de Trujillo, 3a edición, Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1995, p. 58.

(12) E. Cordero Michel, “Breve perfil de Horacio Vásquez”, Clío, año 86 (julio-diciembre, 2017), No. 194, p. 216. El dato del Dr. Paulino Petiton lo aporta Castro Ventura en su texto ya citado.