Hay dos personajes de muy grata recordación de los que aprendí muchas cosas importantes para entonces desconocida del acontecer nacional durante el nebuloso y aflictivo final de la Era de Trujillo: R. A. Font Bernard y Rafael César Hoepelman.
Font Bernard falleció hace tiempo, Hoepelman está partiendo ahora a la Casa del Padre a la edad de 90 años.
A ambos los conocí y traté durante años, como reporteros de Radio Popular.
Hoepelman era abogado, pero su oficio principal y perenne era el de periodista. Fue por tanto un comunicador, como ahora nos llaman, de larga data.
A don Font y al Viejo Jo, como les llamaba, solía preguntarle sobre cosas que había leído u oído mencionar sobre la Era de Trujillo.
En su dolorosa partida hacia la eternidad, les contaré algo de lo que me Hoepelman me habló, un acontecimiento importante de nuestra historia contemporánea.
Con motivo de su fallecimiento que tanto me entristece, he querido plasmar por este medio este testimonio de valoración y afecto hacia mi amigo, el doctor Rafael César Hoepelman.
A la llegada al país de la primera representación de la oposición anti trujillista, a apenas semanas del tiranicidio, me refiero a la avanzada del Partido Revolucionario Dominicano en las personas de Ángel Miolán, Ramón Castillo y Nicolás Silfa, fue Hoepelman el periodista asignado por el diario La Nación para cubrir el evento.
Hay una foto histórica de la triada a su llegada al país con la inscripción “Bienvenido a la República Dominicana” escrita en varios idiomas a la entrada del entonces Aeropuerto Internacional de Punta Caucedo.
Me contaba Hoepelman que la foto fue idea suya con la manifiesta intención de convertir en creíble un hecho del que pocos habrían confiado, dada el intricado y riesgoso clima en que se vivía.
“Cuando terminó mi entrevista, al momento en que abordaban el vehículo que los esperaba, se me prendió un bombillito, los detuve y les pedí una foto de los tres detrás del letrero de bienvenida”.
La iniciativa del Viejo Jo fue, para mí, formidable. De esa forma aquella acción tan arriesgada y diría que hasta temeraria por la peligrosas y delicadas circunstancias habría dejado dudas en la población. La foto circuló en el mundo.
Mi querido amigo solía contarme otras anécdotas y casos especialmente de los finales de la dictadura, como el asalto e incendio de Radio Caribe y otras.
Le sugerí que se animara a escribir algún libro, algo que dejara testimonios valiosos sobre aquella etapa tenebrosa en que le tocó, en su condición de reportero del diario oficial, ser testigo de importantes acontecimientos. Nunca lo hizo.
Con motivo de su fallecimiento que tanto me entristece, he querido plasmar por este medio este testimonio de valoración y afecto hacia mi amigo, el doctor Rafael César Hoepelman.