“Hay personas que luchan un día y son buenas.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.
Bertolt Brecht
Se considera humanista una persona enfocada en el estudio, la investigación y la promoción de la cultura, el arte, la literatura, la historia, la filosofía y la sociología, con énfasis en el desarrollo del potencial humano y personal. Los humanistas valoran la educación, la ética y la comprensión del mundo desde una perspectiva más amplia. Además, suelen tener un gran interés por el desarrollo del bienestar de la sociedad y en promover valores como el respeto, la empatía, la compasión y la justicia.
Rafael Américo Moreta Castillo, en su labor durante su vida abarcó múltiples facetas y dejó una huella perdurable en el campo del Derecho y la sociedad dominicana. Fue el producto de la educación que les dieron sus abuelos: Américo Castillo Gautreau (abogado y Dilia Rodríguez Álvarez de Castillo. Ambos herederos de una tradición familiar de juristas y generales, de los cuales figuran: Pelegrin Castillo Agramonte (Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Senador), Domingo Rodríguez Montaño (Presidente de la Suprema Corte de Justicia), Braulio Álvarez Sánchez (Héroe de la Restauración) y Manuel María Castillo (Héroe de la Restauración), este último descendiente directo del nuestro Padre de la Patria Ramón Matías Mella y Castillo.
Esta tradición de lucha familiar por la justicia, libertad y un mejor país, influyeron en la formación de Rafael Américo, que, a pesar del peso de su pasado, fue siempre una persona sencilla, nunca hizo alarde del linaje genealógico, siendo lo que se llama un “self-made man”, aquella persona que ha tenido éxito en la vida, especialmente en términos financieros o profesionales, a través de su propio esfuerzo y habilidades, en lugar de depender de la ayuda o herencia de otros. Logró el éxito a partir de sus propios recursos y trabajo arduo, sin depender significativamente de la influencia externa.
Rafael Américo Moreta Castillo nació el 18 de noviembre del 1956 en Santo Domingo. Estudio en el Colegio Loyola y Santa Teresita, y fue uno de los más aventajado en su graduación dirigiéndose con el discurso de honor. Egreso de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña en 1980 como licenciado en Derecho, Summa Cum Laude y de nuevo obtuvo uno de los más altos índices de su graduación, y estuvo a cargo también del discurso de graduación; completo el ciclo de Formado de Formadores en la Escuela Nacional de la Magistratura Francesa en Paris y Burdeos; es doctorado en Historia de la Universidad de Burdeos, de la cual posee una maestría en Historia de América y Humanidades.
Ha sido profesor en la Universidad Iberoamericana (UNIBE), en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en su Alma Mater.
Es autor de obras de Derecho e Historia. Es Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia, Miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana de genealogía, Miembro Correspondiente de la Real Academia de la Historia de España. Fue Premio Nacional de Historia en el año 2005, junto al Dr. Wenceslao Vega Boyrie, con la obra Historia del Poder Judicial Dominicano.
A lo largo de su vida, Rafael Américo demostró una profunda preocupación por el bienestar de los demás y una firme convicción en la importancia de la justicia, la equidad y el conocimiento. Su labor como educador y mentor influyó en innumerables estudiantes y profesionales del Derecho, quienes fueron inspirados por su ética de trabajo, su pasión por el conocimiento y su compromiso con la excelencia académica.
Su rol como padre ejemplar de familia y hermano-padre ha sido un testimonio de integridad, valores y compromiso con el bienestar de su entorno más cercano, demostrando que sus principios humanistas trascienden su labor profesional y se reflejan en todas las facetas de su vida.
Quiero, como hermano, exaltar la condición del humanista del siglo XXI a través de su dedicación a la enseñanza, su labor como escritor y ensayista, su compromiso con el servicio público, su contribución a la formación de profesionales del Derecho y su rol como padre de familia. Su partida nos deja un legado de impacto positivo en la sociedad que perdurará como un testimonio de inspiración de vida ejemplar.
Su destacada trayectoria se vio interrumpida prematuramente por motivos de salud, pero su legado como abogado y ciudadano ejemplar vivirá en cada mente que ha contribuido y motivado, en cada caso que ha defendido, pero, sobre todo, en el espíritu de aquellos que su legado sirva de ejemplo, inspiración, recuerdo y fortaleza.
Hermano, que tu luz contribuya al rescate institucional y generaciones futuras para un mejor porvenir más justo y lleno de posibilidades en nuestra República Dominicana.