Ante tanta maldad que se viene manifestando hacia la infancia – asesinatos, secuestros, acosos, mutilaciones, violaciones, desapariciones, y embarazos de niñas y adolescentes (se reportaron 25,489 en 2023) – he pensado en el deterioro que la sociedad viene mostrando desde hace un tiempo… No sólo las niñas no tienen quien las cuide, tampoco los varones tienen quien les cuide. Es una infancia, mayoritariamente abandonada, por la familia y por el Estado.

Las tradiciones han servido para encubrir la depravación y perversión, como es el caso de los “hijos de crianza”, práctica ya disminuida, de colocar los hijos, para que lo críen en familia o por una persona sola. Esta costumbre, que si bien ha servido para sacar a algunos de la miseria, también ha permitido ciertos niveles de explotación y satisfacción de oscuras necesidades de algún miembro de la familia de acogida.

Más de una mujer sola “crió” una niña o un niño, (que por mucho tiempo le sirvió de objeto sexual), en una sociedad donde la homosexualidad ha sido mal vista y encubierta. Los homosexuales se casaban, tenían familia y también un “muchachito” al que ayudaban y explotaban, traído, para jugar con los niños de la familia de adopción. Algunos tuvieron suerte, fueron educados y amados.

Aquí, se ha fomentado la prostitución masculina con la misma intensidad que la femenina. Prueba de ello, fue la saga del Nuncio pederasta Józef Wesołowski, la prostitución en los alrededores de Montesino, en el Malecón y la presencia del sanky-panky en nuestras playas.

En ciertos barrios, ha existido la figura del maniático sexual, y la maipiola que le buscan niñitas a los hombres ricos, que se pasean por los barrios pobres, o el viejo grasiento y baboso, que arrastraba las niñas hasta su casa, dándoles unas monedas para retenerlas, mientras las manoseaba, a veces con el consentimiento de los padres.

Este deterioro se estructuró y se consolidó con la dictadura de Trujillo, que no era el único al que había que buscarle y ofertarle mujeres. Todo aquel que tenía cierto poder en el régimen, gozaba de buscones, y era frecuente ver niñas menores de edad, viviendo con hombres mayores.

La agresión sexual a la infancia se eleva a unas 35 mil denuncias en año 2023 – agresiones vinculadas a alguien cercano a la familia, un padre, un compadre, un tío, un primo… como el caso reciente del abusador condenado a 15 años por violar a su primo desde los 8 años, o el ex candidato presidencial, Roque Espaillat, presumiblemente acusado de actos inapropiados contra su hijo, ante el estupor de sus votantes. También el sector educativo se ha convertido en una zona delicada para nuestra infancia, acosada y agredida por sus educadores que violan: sólo 32 profesores de la educación pública fueron desvinculados de sus funciones por acoso sexual al alumnado entre el año 2023 al 2024.

La frecuencia y tipología de las agresiones a menores se viene justificando bajo la excusa de que es un asunto cultural, como que “no hay nada que hacer”. Lo que lleva a interrogarse sobre quién cuida de los niños, ya que el número de agresiones a los varones menores de edad, por entrenadores deportivos, amigos y familiares es tan frecuente como en el caso de las niñas, pero menos publicitado… Habría que saber por qué.

Es interesante retener el abandono que sufre la infancia: aun en los casos más privilegiados (en cuanto al tener padre y madre), lo que no les excluye del abandono, que se produce en su mayoría por la tipología de los embarazos; madre solteras en su gran mayoría, que terminan abandonando sus hijos, para dejarlos en manos de abuelos, tíos, madrinas, amigos, por falta de madurez y limitaciones económicas. Lanzadas al éxodo migratorio, ya que es la mujer que migra primero que el hombre, creciendo una población de infantes solos, sufriendo un doble abandono – primero al ser rechazados por el padre, que negó la paternidad, y luego por la madre, que tampoco puede asumir la responsabilidad de criar, para buscar opciones económicas dentro o fuera del país.

Uno de los casos más aberrantes de los últimos tiempos es el caso del niño Cristopher Colomé, 8 años, asesinado el 13 de enero del 2024, tras ser torturado sistemáticamente por su tía, con la cual apenas vivió 5 meses, luego de haber rodado por diversas casas de familiares, donde nadie le quería.

Este mes de Agosto parece ser un mes trágico también para las niñas – con el asesinato y mutilación de la niña de 6 años, por la madre médico militar; el levantamiento con cuchillo del cuero cabelludo a otra niña de 9 años en Moca, también por su madre. Y una mujer desesperada que se lanza de un 4to piso con su hija de 5 años que supuestamente había sido violada por su tía… Hechos que hablan de una sociedad enferma, que requiere ser intervenida.

Se manifiestan alarmados ciertos sectores de la sociedad, mientras que el panorama familiar crece en violencia y disfuncionalidad. Socialmente, el Estado no garantiza cambios para los infantes y adolescentes, como muestran los eventos de violaciones de profesores a sus alumnas, de pastores a niños y niñas, de figuras públicas en relaciones de parejas y abusos sexuales a menores. Estamos en una sociedad que ha dado señales de su patología desde hace tiempo. Cabe recordar los psicópatas de la dictadura, y el asesinato del niño Llenas Aybar (4 de mayo 1996).

La República Dominicana se encuentra entre los 10 países de América Latina con mayor carga de trastornos mentales – y el primero de Centro América y el Caribe (como lo señala el Estudio Impacto de Salud Mental en el Sistema de Salud Dominicano, realizado por el IQVIA).

Sabemos que hay una visión ideológica de la mujer, que se enfrenta sola a la procreación, mediante la construcción de una identidad masculinidad errática. Sabemos que el incesto está presente en la familia. Sabemos que esta sociedad encierra cierta patología en torno a su sexualidad.

Si bien hoy día sabemos muchas cosas sobre la violencia en nuestro país, podemos ver como el feminicidio aumenta (30 mujeres en 6 meses) contribuyendo a traumatizar a los huérfanos de tantas mujeres asesinadas en presencia de sus hijos.

Si sabemos de la tendencia al suicidio del agresor…

Si sabemos que la mayoría de los embarazos son de madres solteras adolescentes, negadas a declarar quién es el progenitor…

Si sabemos que hay una visión ideológica de la mujer, que se enfrenta sola a la procreación, mediante la construcción de una identidad masculinidad errática…

Si sabemos que el incesto está presente en la familia…

Si sabemos que esta sociedad encierra ciertas patologías en torno a su sexualidad, y que hay miles de embarazos no deseados producto de un accidente romántico…

Si sabemos todo esto y muchas cosas más… ¿Qué estamos esperando para abocarnos a atacar los problemas que sufre la familia?

Necesitamos que la sociedad sea intervenida con un programa de emergencia nacional de salud pública, orientado a la familia y a los niños, ya que se trata de los individuos que produce la sociedad dominicana, en peligro desde que nacen, reproduciendo la conducta violenta y la paternidad irresponsable con hombres y mujeres de sexualidad y salud mental cuestionada, que supuestamente son los responsables de cuidar y educar nuestros hijos.

La prioridad del Estado debe ser velar por el tipo de ser humano que produce la sociedad, cuidar, no sólo basándose en el bienestar económico, sino en su bienestar interior, en la mente.

Todos los problemas antes señalados pasan por la educación, sobre todo sexual, tan necesaria para disminuir la violencia generalizada y estructurar familias sanas, para proteger la infancia, cuidando hoy de los hombres y mujeres del mañana.

Educar integral, moral y éticamente para la vida, ayudar a los varones a construir una identidad masculina coherente, sana, basada en la auto estima, el auto control de las emociones y el respecto al ser humano, educando para una sexualidad respetuosa y responsable, que les permita defenderse de agresiones traumáticas, una sexualidad para estos tiempos, ya que todos esos hechos antes citados pasan por el sexo, que parece estar presente en todas las manifestaciones de los actos de la vida y agresiones que estamos viviendo.

Dejemos la hipocresía y asumamos ya la educación sexual obligatoria, en todos los niveles educativos. Formemos individuos para la paternidad responsable. Y apliquemos sanciones ejemplarizantes a todo aquel que agreda nuestros niños, niñas y adolescentes, cumplamos con la Ley. Brindemos a la mujer el derecho a escoger ser madre.