Según el nuevo ministro Ángel Hernández, el Ministerio de Educación (MINERD) ha tirado al zafacón millones y millones del 4% del PIB en los últimos 10 años. Otros piensan igual.
El juicio es severo, exagerado en mi opinión, porque, aunque haya grandes lagunas, y la famosa prueba PISA así lo demuestra, no todo se perdió en esa década. Por ejemplo, sin la infraestructura física que se agregó, muchos estudiantes estuvieran fuera del sistema público escolar (y hay muchos fuera todavía).
Pero entiendo las quejas: estamos lejos de alcanzar una educación actualizada y enfocada en la excelencia.
Desde hace tiempo hay diversas corrientes de opinión sobre la inversión en educación en la República Dominicana: una considera excesiva el 4% del PIB en un país con baja recaudación fiscal; otra que la solución no es cantidad sino calidad; otra promulga que el 4% es poco y otra, probablemente la de mayor aceptación, que debe mantenerse el 4% y mejorar la calidad.
Por eso sorprendió la semana pasada que funcionarios económicos del Gobierno anunciaran la intención de reasignar fondos (sobrantes) en educación a otros ministerios.
No sé si fue estrategia gubernamental para luego, desde la Presidencia, aparecer con los oídos puestos en el pueblo reculando ante las críticas; o si la intención de desvío de fondos era real y no se concretó por temor a la opinión en contra.
Para lavarse las manos en medio de la controversia, el Gobierno solicitó a las organizaciones de la sociedad civil opuestas al desvío de fondos, el desarrollo de propuestas para utilizar el dinero sobrante. ¡Qué gancho! Si no se utilizan bien esos 4 mil millones de pesos, esas organizaciones serían parte del fracaso.
A decir verdad, por más ideas que tengan las organizaciones sociales educativas, solo el MINERD tiene la posibilidad de planificar y ejecutar recursos públicos de esa magnitud.
El dilema que enfrenta el MINERD es qué hará a partir de enero 2023, porque, según la propia admisión gubernamental (cancelaron el ministro anterior), los dos primeros años del cambio se perdieron.
Ahora hay un nuevo ministro, dinero en educación, el Gobierno reitera constantemente su eficiente gestión, y prácticamente terminó la pandemia.
Para el 2024, el reto es pues mostrar con datos que la educación mejoró y el dinero se usó eficientemente.
En mi opinión, lo primero que debe hacer el ministro es botar el zafacón, real o figurativo, del desperdicio. Ese planteamiento irá perdiendo fuerza, aunque el atrevimiento de decirlo fuera aplaudido.
Que quede claro: el 4% se necesita y no puede desperdiciarse.
Lo segundo, nada fácil, es que el MINERD firme un pacto de acción por la excelencia educativa con la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), señalando metas y programas específicos a ser ejecutados a partir de enero 2023.
Los maestros son esenciales para la transformación educativa y solo la ADP, guste o no, los representa, y el MINERD los emplea y guía. Sin su acción conjunta no hay solución posible a los problemas de la educación pública dominicana por más que se hable o se destinen fondos.