Joaquín Balaguer, en 1931, plantea que Trujillo era un hombre único: “En el país no existe desde el 16 de agosto último, más que una sola voluntad, desbordante de juventud y energía, que está quebrando la rutina del poder y rompiendo a saltos y zarpazos los moldes del pasado”.
En 1935 Juan Bosch publicó el artículo “Jefes y Tiranos”, opinaba que Trujillo es un jefe no un tirano: “Jefe, este Trujillo que edifica con las uñas puertos y ciudades, puentes y avenidas, escuelas y cuarteles y libera a los presos para que se vayan a curar de sus dolencias” / “Jefe, este Trujillo que entra solo al campamento revolucionario, por los aledaños de aquella tierra que presenció la “encerrona de Guayubín” y que exclama, cuando tres jóvenes, en la Sierra de las Matas, caen en lucha de balazos cerrados con la fuerza pública: “Hombres tan bravos no se matan, se hieren”, Jefe es “este Trujillo que no huirá nunca y que prefiere, según sus propias palabras, “a toda otra muerte la de un cañonazo en el corazón”, Jefe es Trujillo que gana el poder “con toda autoridad y sabiduría, que lo atrae, lo alcanza porque es el único autorizado por determinación de su personalidad, y ya en él, lo honra y exalta” / “Jefe, este Trujillo que dice al gabinete: No estáis aquí para holgar, sino para Trabajar, y no tolero que se consuma en ocios el tiempo que paga la nación”.
Para Juan Bosch, Trujillo es una fuerza irresistible, única e insustituible, frente a la cual no hay posibilidad de oposición: “Una fuerza nueva y poderosa ha surgido; es locura tratar de detenerla, y es empeño fatal querer salvarla. Como río mayor, fertiliza las tierras que cruza al tiempo que ahoga la bestia loca que pretende atravesarla”. En el país “nadie cree hoy que haya sustituto de Trujillo. Y el que lo crea, que no se lance a cruzar el río, porque se ahoga” / “Este es el caso de Trujillo: se le sigue incondicionalmente, o se desaparece”. Bosch pensaba que: “Los pueblos pueden engañarse al escoger a sus dirigentes, pero de su engaño se percatan muy pronto”.
En 1930 el pueblo dominicano escogió a Trujillo que es el “más original y autodidacto de nuestros hombres de gobierno”, un “estratega de primer orden”, una “mente creadora” / “El advenimiento de Trujillo al poder implicó la aparición de un nuevo líder, de una fuerza temperamentalmente injertada en el proceso de la integración nacional dominicana” / “Trujillo es el político por naturaleza (…) temperamento naturalmente dado al mando de los hombres” / “temperamento excepcionalmente dotado para encauzar la transformación de nuestras condiciones de vida”, pero: “Todos creyeron que sería materia fácil de intencionadas influencias”.
La intelectualidad se planteaba superación del caudillismo, la “Era del Concho Primo”, la principal causa de la anarquía y, también, deseaba el progreso, pero se encontraban penetrados de la ideología determinante del providencialismo: ansiaban un hombre fuerte / el gerdamen necesario que superara el caudillismo y, consecuentemente, trajera paz, orden y progreso a la nación: “Pobre país, en donde se fabrican hombres de Estado con la misma facilidad con que se fabrican castillos de naipes; todavía no ha aparecido el héroe legendario que de golpe y porrazo le libre de tantas personalidades de cartón, y haga de ti lo que mereces por la buena índole de tu pueblo; pero el héroe vendrá y ay de los obcecados y temerarios que se creen políticos por el sólo hecho de haberse adueñado de los asuntos público”. El resultado de ese mesianismo fue que para 1930 la sociedad dominicana estaba completamente madura para recibir a su salvador/el mesías: Trujillo fue el hombre, él tenía en sus manos al ejército y sobre la base de ese poderío los intelectuales lo visualizaron como el hombre del momento y apoyados en él le dieron el golpe de estado a Horacio Vásquez.
Así, cuando Peña Batlle decide enrolarse en el trujillismo ya el “Culto al Jefe” estaba firmemente establecido como una de las claves centrales de la ideología trujillista, tempranamente “el sabio” comienza a predicar que Trujillo es “el hombre providente” / “providente Hombre” / “hombre excepcionalmente dotado para el mando y la orientación” / “Jefe auténtico e inmanente” / “un hombre singular”. Trujillo es un “hombree sustantivo de una voluntad señera”, el “grande hombre” es una fuerza de la historia y del progreso/el constructor de la nación y del Estado dominicano: “Más que un hombre Trujillo es un momento de la historia dominicana un momento cuyas consecuencias no pueden medirse todavía ni en el tiempo ni en el espacio”, un “ser que debe estar cumpliendo ineluctables imperativos de la sociología dominicana”.
Trujillo es un regalo de Dios al pueblo: “el Dios de la naciones ha hecho regalo al pueblo dominicano para que lo aproveche en el momento de las culminaciones históricas”. Su visión sobre el Jefe: “Siempre he visto en la personalidad de Trujillo y en el sentido de su obra la acumulación de fuerzas trascendentales, casi cósmicas, destinadas a satisfacer mandatos ineluctables de la conciencia nacional: Trujillo nació para cumplir un destino inmanente, imponderable, fuera de toda previsión sentimental. Su obra y su personalidad han llegado a confundirse con las mismas raíces del país en su significación histórica y social”. Trujillo es un hombre sustantivo, el “Jefe nato”.
Trujillo es el “Jefe nato que ahora reclaman las masas en llamadas constantes y unánimes”, ese reclamo se fundamenta en la unidad socio histórica entre Trujillo y el pueblo: “Ese reclamo tiene una profunda razón sustancial, obedece al deseo del pueblo dominicano de personificar sus más recónditas reservas vitales en el hombre que de mejor manera ha interpretado y puesto sobre el tapete de las cosas vivas el sentido ancestral de la nacionalidad”. Es el pueblo dominicano el que desea personificarse en Trujillo que es encarnación y síntesis del pueblo dominicano, es el “factor decisivo en la vida nacional desde 1930, resumen y encarnación de la sociología dominicana de los últimos cuarenta años”.
Trujillo es el hombre que de mejor manera ha interpretado y puesto sobre el tapete de las cosas vivas el sentido ancestral de la nacionalidad”, entre Trujillo y el pueblo dominicano existe total identificación, se funden en una sola unidad histórica: “El hombre y el pueblo, el conductor y la masa, el héroe, el momento y el país”, hay completa unidad; en tal grado que Trujillo es el “hombre a quien su pueblo dio voz de alarma y quien no vaciló un instante para responder a la llamada con afirmativa actitud de sacrificio y un visible empeño de superarse a sí mismo”. Trujillo es una síntesis personal de la nación: “un representativo auténtico de nuestras características de nación”.
Trujillo es “la suprema voluntad cohesiva, el resumen inspirado (…) capaz de sintetizar los defectos y las bondades, las expresiones negativas y las positivas de nuestra democracia”, es “un representativo auténtico de nuestras características de nación”. En este “hombre excepcional se resumieron y unificaron las esencias del particularismo social dominicano”.
En 1942 Peña Batlle publica “Transformaciones del Pensamiento Político”, el providencialismo constituye la base ideológica de su concepto de historia: “En el gran conjunto de los hechos, aspiraciones, esperanzas, todos los dolores que llamamos historia, todas las acciones humanas concurren hacia un fin superior y todas están conducidas por una mano invisible y trascendente que les signa determinados efectos en el gran conjunto universal” / “Esta es una gran verdad comprobada (…) Todo está sujeto a un destino fatal e indeclinable”.
El culto al jefe fue “el único tema del discurso trujillista que fue constante durante toda la ‘Era del Jefe’: “la justificación ideológica echaba manos con mayor frecuencia de la pasta divina de Trujillo”, fue un mesianismo que explicaba cómo el dictador era la figura añorada, esperada que daría fin a las guerras intestinas y que fortalecía la nacionalidad”. Hoy con descaro intelectual se pretende negar que el sabio fuera un trujillista providencialista: “de la cruzada de los nacionalistas, Peña Batlle deduce los peligros a que puede conducirnos la creencia en un hombre providencial”.
Consultas
Juan Bosch (1935), Jefes y Tiranos.
Fernando Infante (2009), Biografía de Trujillo.
Manuel Núñez (2007), Peña Batlle en la Era de Trujillo.
André L. Mateo (2009), Curiosidades de la legitimación del régimen trujillista.
Gustavo Adolfo Mejía Ricart (1980), Biografía del Caudillo Pedro Santana.
Manuel A. Peña Batlle, (1942), Transformaciones del Pensamiento Político.
Bernardo Vega (2009), La justificación intelectual de la dictadura.