La tarde estaba nublada y el trayecto desde el Aeropuerto Internacional de Las Américas a la ciudad de Santo Domingo había quedado salpicado de los habituales charcos que retrasan la marcha al punto de lo imposible; sin embargo, colocados ante lo imposible aprovechamos la adversidad para alargar la amena charla familiar y disfrutar de la cálida recepción. Ya había pasado un tiempo desde la última vez que visité la isla y no pude ocultar la decepción al observar el estado de progresivo aumento del escándalo visual que presenta la fachada de entrada a la Primada de América, al cruzar el Puente Flotante, exactamente detrás de la muralla de la Ciudad Colonial de Santo Domingo. Siendo este uno de los puntos de acceso principales a la ciudad y un lugar visitado por una gran cantidad de turistas, en un país que esencialmente vive de esta actividad, no se justifica que desde el oficialismo no se haya iniciado algún tipo de proyecto artístico-cultural para embellecer y dignificar el acceso a la Ciudad Primada de América y a mejorar las condiciones de la juventud de esos sectores.
Desde hace ya varias décadas el arte y la cultura han sido utilizados para emprender proyectos que no solo persiguen el embellecimiento de barriadas, caseríos, favelas y otras zonas urbanas marginadas; sino que se trata de verdaderos programas integrales de rescate comunitarios; tales son las experiencias de la Comuna 13 en Medellín y la Población Pedro Bannen, en Chile, donde se involucraron artistas locales para crear murales urbanos de inmenso valor, sino que además se instituyeron espacios abiertos para la lectura y las prácticas del teatro y la música. Proyectos similares que servirían para analizar el alcance de lo que requerimos para nuestra ciudad existen en toda la región, desde la ciudad de Nueva Orleans, en Estados Unidos, pasando por México, hasta Puerto Rico, Aruba, Curazao y Jamaica. Ejemplos no nos faltarán.
Mucho nos quejamos del estado de abandono en que se encuentran nuestros sectores marginados y de los altos niveles de alienación en que han caído nuestros jóvenes; sin embargo, es poco lo que nos encontramos dispuestos a hacer para emprender y voluntarizar nuestro tiempo en proyectos que brinden opciones para lograr la transformación visual, estética y espiritual necesaria en un entorno apropiado para el desarrollo de la juventud; así como un Estado apoyando a través de oportunidades de empleo dignas para las familias de esos sectores, sin que los mismos tengan que movilizarse de sus entornos.
Entiendo que la comunidad de Santa Bárbara y muy especialmente los jóvenes artistas del sector, quienes históricamente han sido muy colaboradores, van a ver con agrado el que se les convoque para participar en un proyecto integral de transformación urbano de su barriada y con la puesta en ejecución del mismo estaríamos sirviendo a los intereses económicos del país, colaborando transversalmente con la industria del turismo, embelleciendo la puerta de entrada a la Ciudad Primada de América y al mismo tiempo serviríamos a los intereses socioeconómicos de uno de los sectores más importantes en la historia de la Ciudad de Santo Domingo, fomentando el arte y la cultura para el beneficio de nuestra juventud.