Foto del encuentro entre los obispos dominicanos y Trujillo el 10 de enero de 1961

Introducción

Aquel enero de 1961 la atmósfera nacional estaba cada vez más densa y enrarecida. Conturbado estaba el ánimo público por los encarcelamientos y los asedios de los aparatos represivos del régimen cuyos coletazos, como fiera acorralada, eran más fieros e impenitentes en la medida que parecía más próximo el final inminente.

El 1960 había iniciado con miles de apresamientos, encarcelamientos y torturas tras develarse a principios de enero  el accionar del movimiento conspirativo 14 de junio y tuvo un colofón ominoso, horripilante, con la muerte vil y alevosa de las hermanas Patria Minerva y María Teresa Mirabal aquel fatídico 25 de noviembre, a manos de los esbirros del servicio de inteligencia militar (SIM), en las estribaciones de la cumbre,  cuando retornaban desde Puerto Plata hasta donde se habían traslado, desafiando oscuros presagios, para visitar a sus esposos encarcelados.

El cerco internacional contra Trujillo se estrechaba. Tras el atentado a Betancourt del 24 de junio de 1960,  la diplomacia interamericana galvanizó voluntades en la VI Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores efectuada en San José de Costa Rica, tras la cual, se acordó, por vez primera en la historia de la Organización de Estados Americanos, la ruptura colectiva de relaciones diplomáticas con el régimen dominicano y la consiguiente aplicación de sanciones que no serían levantadas hasta enero de 1962 tras asumir el gobierno transitorio el primer consejo de estado.

A nivel de las relaciones  entre la iglesia y el estado, nada había sido igual desde la lectura en todos los templos del país de la carta pastoral de los obispos dominicanos el domingo 31 de enero de 1960. Trujillo respondió a la misma el 2  de marzo del referido año pero en los meses restantes  se intensificó la expulsión de religiosos extranjeros que servían en el país, las protestas, asedios y ofensas verbales contra los obispos y sacerdotes, muy especialmente, contra Monseñor Reilly y Monseñor Panal, estaban a la orden del día y se amenazaba con la denuncia del Concordato a la vez que  se presionaba con el retraso de subvenciones y el cierre de instituciones educativas cristianas.

La secretaría de estado de interior y cultos pedía a los colegios católicos el envío de la lista de padres y alumnos a fines de conminar a los padres  a presentarse ante la autoridad militar para presionarles psicológicamente al señalarles  que se tenía conocimiento de que dichos centros educativos estaban orquestando acciones conspirativas contra el gobierno y que aquellos padres que dejaran a sus hijos en los mismos pagarían las consecuencias.

Incluso uno de los obispos de entonces llegó a denunciar que hasta las residencias de  los familiares de jóvenes que entonces se preparaban para la vida religiosa llegaron secuaces del régimen para amenazarles con represalias en caso de que sus hijos no abandonaran el noviciado o el seminario.

Balaguer y Monseñor Reilly, Prelado de San Juan de la Maguana, se saludan durante el encuentro.

Pero Trujillo era un maestro en jugar a la diplomacia de doble estándar. Y al tiempo que alentaba por lo bajo las acciones contra la iglesia, en gran parte herido en su amor propio debido a la carta pastoral y tras ver frustrada su aspiración de ser declarado benefactor de la iglesia, desplegaba hábilmente su aparato propagandístico para mostrar el buen espíritu  que caracterizaba las relaciones entre ambas potestades.

Es en este contexto, que se produjo el encuentro del martes  10 de enero  de 1961  entre Trujillo, Balaguer, que era el presidente nominal  y los obispos dominicanos, que eran entonces Monseñor Beras, obispo coadjutor de la arquidiócesis de Santo Domingo con derecho a sucesión,  Monseñor Tomás F. Reilly, responsable de la prelatura nulius de San Juan de la Maguana, Monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito, obispo de la diócesis de Santiago, Monseñor Francisco Panal Ramírez, obispo de la diócesis de La Vega y Monseñor Juan Félix Pepén, el benjamín del episcopado, pues hacía menos de dos años que había sido consagrado como primer obispo de la recién creada diócesis de Higuey.

En el encuentro no participó el Arzobispo Monseñor Ricardo Pittini, quien ya se encontraba en grave estado de salud en La Vega.

En aquel encuentro, los obispos entregaron a Trujillo un memorándum en el que le  felicitaban  por “las obras en favor de los necesitados”; se mostraban deseosos  de continuar prestando su colaboración por el bien del país y reconocían que en las relaciones entre la iglesia y el estado “ha habido un retroceso” que eran los primeros en lamentar pero dejando manifiesto que “ si bien pudo haber algunas deficiencias, nosotros no hemos sembrado la cizaña, por más que se empeñen en lo contrario enemigos solapados de Dios y de su Iglesia”.

Reconocían que “antes de dirigir la Pastoral de hace un año, podíamos haber dado otros pasos previos. Ninguno de nosotros pudo nunca sospechar la mala interpretación, sectaria las más de las veces, que se ha dado a nuestras palabras. Entre la barahunda de comentarios y malas interpretaciones que se hicieron, las nobles palabras de la carta que su Excelencia nos dirigió el dos de marzo, a que antes nos hemos referido, ponían las cosas en su debido lugar”.

En el referido documento, los obispos, de su parte, proponían recordar a los sacerdotes cuales eran las normas en materia política ( armonizar y cooperar con las autoridades en la medida de lo posible; no salirse de los límites de su competencia y procurar por todos los medios evitar leves motivo de roce y desconfianza; se comprometerían a estudiar con detenimiento las sugerencias emanadas del gobierno “ principalmente en lo que respecta a ceremonias religiosas solicitadas por las autoridades” y “ seguir cooperando con nuestra mejor voluntad en todas las obras de instrucción, beneficiencia y superación moral y material del pueblo dominicano, con el valioso concurso de todo nuestro Clero Secular y Regular”.

De igual manera, solicitaban  los prelados en el referido memorándum  que las autoridades no se mostraran desafectas a la iglesia y que contra ella cesaran la desconfianza y suspicacia; que terminara la campaña anticatólica por radio y prensa; que no prosperen los proyectos de leyes y disposiciones contra la enseñanza religiosa y los colegios católicos; que cesaran las abusivas intervenciones de “ algunas autoridades subalternas” que con amenazas “ más o menos veladas quieren forzar a las familias a que no envíen sus hijos a las escuelas católicas” así como solicitaban que se renovaran las facilidades para el ingreso de sacerdotes  y religiosas en el país; se respetaran los contratos que amparaban fundaciones religiosas y que las dificultades existentes con relación a algunos puntos del Concordato fueran examinadas “ por peritos del Gobierno y de la Santa Sede”.

Apenas veinticinco minutos duró el encuentro- entre las 10: 00 a.m. y las 10: 25 a.m. pero la prensa del régimen, aunque relató algunos pormenores, solo publicó algunas frases “ entresacadas”. Ahora se publica en sus partes principales. Como se advierte, Trujillo y Monseñor Beras, designado vocero por sus compañeros, condujeron el dialogo aunque en algún momento el dictador se dirigió a Monseñor Reilly y Monseñor Pepén con preguntas específicas que, en el caso de Reilly, fueron respondidas casi con monosílabos. Balaguer, de su parte, con la superior habilidad que le era propia, sólo manifestó lacónicas expresiones de asentimiento a instancias de Trujillo. Era notorio que el tirano procuraba mostrarse cortés y dio señales de conocer pormenores relacionados con los asuntos eclesiásticos.

Al reseñar con bombos y platillos el encuentro el vespertino la Nación- repárese en el juego de doble estándar del régimen-  publicó uno de los ofensivos editoriales de Radio Caribe en el que se señalaba: “un seminarista,  amigo y colaborador de esta Radio Caribe, nos ha informado que en estos últimos días los flamantes obispos que estamos sufriendo en este país, se han reunido en el Seminario Conciliar, con curas jesuitas, para tratar asuntos que ellos llaman importantes” pero en su portada, al igual que en El Caribe, destacaban resonantes titulares: “ Obispos reafirman gratitud a Trujillo por beneficios que presta a Iglesia de RD, “ Trujillo dice estar con Iglesia Católica”, “ Arzobispo agradece ayuda a religión”.

A continuación el diálogo:

-Trujillo a Monseñor Beras: ¿Cómo está Monseñor? ¿Cuándo va a ser Arzobispo?… ¿Cuando el Papa lo nombre?

-Monseñor Beras: Estoy bien, Excelencia, así es, cuando el Papa me nombre (1)

-Trujillo: En la prensa vi que van a nombrar cuatro Cardenales.

-Monseñor Beras: Creo que hay un Concilio a principio de año. A veces nombran Cardenales. En los Concilios quedan confirmados los asuntos que se tratan en las reuniones ordinarias, y así mismo se confirman cuando hay designaciones de Cardenales.

En ese momento, Monseñor Beras se puso de pie y dijo a Trujillo: “Hay algunas cosas que queremos exponerle, y mis compañeros me han elegido a mí para hacerlo. Los Obispos de la República Dominicana reiteramos a Su Excelencia nuestros más fervientes deseos de prosperidad y bendiciones del cielo para el año que acabamos de comenzar. Le felicitamos especialmente por las numerosas obras sociales en bien de los necesitados, y renovamos nuestro agradecimiento por las muchas obras realizadas por Vuestra Excelencia en favor de la Iglesia.

Al entregar esta exposición a Su Excelencia, quiero hacerlo con el sentimiento ferviente de nuestras oraciones a nuestra Señora de la Altagracia, protectora del pueblo dominicano, y nuestros deseos de cooperación y de amistad en bien de todos, anhelos que son compartidos por  Vuestra Excelencia en la carta del 2 de marzo de 1960, donde dice Vuestra Excelencia que tanto la Iglesia Católica como el Estado, deben seguir realizando las obras que han emprendido juntos con la solidaridad postulada por el Concordato del 16 de junio de 1954, para llevar la civilización de Cristo al pueblo donde por primera vez se plantó la Cruz de la Redención en el hemisferio americano…Son las mismas cosas que se han conversado antes en varias veces. No quiero seguir cansando la atención de Vuestras Excelencias.

Monseñor Beras procedió a entregar el documento a Trujillo.

-Trujillo: Tanto al Señor Presidente (se refiere a Balaguer, nota del autor)  como a mí nos honra mucho la vista de los Prelados, y deseamos que se llevan ustedes la impresión profunda de que nosotros estamos con la Iglesia Católica, que somos hijos de lglesia y que somos Católicos, Apostólicos y Romanos.

-Monseñor Beras: Nosotros nos hemos acercado aquí más como padres y pastores. En algunas que otras cosas siempre los padres de familias que tienen el deber de conducir a sus hijos, tienen desavenencias, que fácilmente pueden ser allanadas.

-Trujillo: Todo lo que llegue al conocimiento del Señor Presidente y mío, lo resolveremos inmediatamente de una manera cordial, y siempre lo resolveremos en favor de la Iglesia. Ese ha sido siempre nuestro espíritu y nuestro deseo. Nosotros estamos aquí al servicio de ustedes. ¿No es así, Señor Presidente?

-Balaguer: Si señor.

-Monseñor Beras: Estoy muy honrado de ser el portavoz de mis compañeros en esta reunión. Creo que me eligieron porque soy el más viejo, aunque no de edad, sino en el ejercicio del sacerdocio. Eso, aunque no soy metropolitano. Como Monseñor Pittini está ya imposibilitado y no puede salir de su casa, yo he sido el elegido, me toca a mí ser el portador de este mensaje. Vuestra Excelencia sabe cuáles son mis sentimientos. Deseo que estas palabras sean presagio de bienestar completo para todos.

-Trujillo a Monseñor Reilly: hacía mucho tiempo que no tenía el placer de ver al padre Reilly. He preguntado siempre al señor Álvarez Pina por usted. ¿Qué le pasaba que no venía por aquí? ¿Cómo está San Juan?

-Monseñor Reilly: Está bien.

-Trujillo a Monseñor Reilly: ¿No hay mucho vudú por allá?

-Monseñor Reilly: No hay.

-Trujillo: anteriormente en esa región habían vivían muchos  haitianos. Por eso había mucho vudú.

Monseñor Beras: Leí que una vez había casi había casi 50 kilómetros de influencia haitiana en esa región. Pero realmente la frontera ha progresado mucho. Aunque hace dos años que no voy por allí, sé de la gran obra que ha hecho Su Excelencia en ese sector.

-Trujillo: Se ha hecho una gran obra.

-Monseñor Beras: Y la cooperación de la Iglesia en esa región ha sido muy amplia. El Padre Santa Anna puede dar fe del progreso creciente de la frontera. (2)

-Trujillo: en estos días pregunté por él y me dijeron que está muy viejito. Él está en Puerto Rico. Trabajó muy bien.

-Monseñor Beras a Balaguer: El Señor Presidente siempre tiene buen semblante, está más joven. Parece que tomó la lección del Generalísimo en eso.

-Trujillo: Si, se conserva muy bien, está rejuvenecido.

Y Monseñor Pittini, sigue mal?

-Monseñor Panal: Monseñor Pittini está que se muere, que no se muere…Está muy mal.

-Trujillo: Espíritu fuerte…

-Monseñor Beras: Yo no lo veo desde que se marchó de aquí.

-Trujillo a Monseñor Pepén: Y el sábado 14 estaremos por Higuey… (En ese momento se realiza un brindis de champagne).

-Trujillo: “Brindemos por la felicidad de todos ustedes y por la conservación y engrandecimiento de nuestra Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

-Monseñor Beras (Levantando la copa) por el Honorable Señor Presidente y por Su Excelencia el Benefactor de la Patria.

-Trujillo a Monseñor Pepén: ¿Los trabajos progresan en la Basílica?

-Monseñor Pepén: Si señor, ya se está preparando para la pintura. La obra muerta está casi concluida.

-Trujillo: Yo creo que Vela Zanetti se encuentra en el país.

-Monseñor Beras: La Basílica de La Altagracia es una obra maravillosa. Es una verdadera nave. A la distancia la torre parece un velamen. De lejos se ve pequeña en conjunto, pero cuando uno entra cambia el espectáculo. Es maravillosa.

-Trujillo: voy a visitarla el sábado. ¿Cuándo fue la última vez que usted estuvo allá?

– Monseñor Beras: El 2 o 3 de diciembre, apenas regresé de Roma. (A continuación habló de su viaje a Roma, y terminó diciendo que la principal preocupación del Papa es buscar la unidad de los católicos).

-Trujillo: ¿Con los comunistas también?

-Monseñor Beras: Que se conviertan a Cristo. Otros Pontífices han tenido como principio la unidad, es una unidad dogmática, una especie de acercamiento dentro de la orientación general de la doctrina, para que haya un contacto que permita acercarnos más a la verdad.

-Trujillo: (Levantándose) Esta visita ha sido muy grata para nosotros. ¿No es verdad, Señor Presidente?

-Balaguer: Si señor, ha sido muy grata.

Referencias

1.- Aunque ya al final de sus días resignó sus funciones pastorales, por grave enfermedad, Monseñor Pittini no renunció al título de arzobispo metropolitano.

2.- El Padre Antonio López de Santa Anna, jesuita español, fundador junto a otros destacados sacerdotes de la misión fronteriza de la Compañía de Jesús en Dajabón y parte importante de la frontera noroeste.