Como comodín del explotador, la idea del bárbaro nunca ha dejado de ser útil. Recuerdo en mi tiempo de estudiante de la carrera de Ciencias Sociales en el CURNO, el profesor Ramón Rodríguez en historia de américa nos preguntaba: Quién es más “bárbaro”, el indígena “incivilizado” de la selva amazónica, ¿o los millonarios y cultos accionistas de todas las empresas que se enriquecían a costa de su deforestación?

Damos por sentado que guerras mundiales la historia solo registra dos; sin embargo, si nos atenemos a un criterio de no seguir por lo que otros nombran, guerras mundiales hemos tenido una continua desde que eso que llamamos Occidente se inventó a sí mismo, con el descubrimiento de América.

Los imperialismos europeos, descubriendo que el planeta era redondo, hicieron de cada región un escenario de batallas, a veces navales, a veces terrestres, pero siempre fueron menos los tiempos de tregua que aquellos de guerras.  De manera creciente, como escenario de sus repartos de las tierras de otros, como botín de disputa, y esos otros poniendo siempre el grueso de los muertos. Y no pensemos que “otros” se refiere siquiera a lo extraeuropeo, pues, para la visión del mundo de aquellos que se repartieron el hemisferio nuevo, todo al Este del Danubio era, sospechosamente, poco civilizado.

La idea no era nueva. Ya desde tiempos romanos, otros eran aquellos que no heredaban la tradición grecolatina, y a lo que con el tiempo se le llamo Austria. Oesterreich fue nombrada como “tierras del este”, y se le veía como territorio de contención entre ellos y los habitantes allende el Danubio tildados de primitivos, es decir, de bárbaros.

El termino bárbaro tiene su origen en la Grecia clásica, y se refería a los pueblos que no hablaban griego. Su etimología, se argumenta, viene de una voz onomatopéyica que se imitaba como bar-bar, la pronunciación ininteligible de los que no compartían el griego como lengua. Aunque su atribución dependía del idioma que hablase el otro, la idea luego se extendió a aquellos que no compartían la “pureza” de la cultura clásica, y eventualmente incluyo pueblos griegos en los confines del mundo helénico que hablaban algún tipo de dialecto griego.

El termino nunca fue inocente, la condición del otro como ajeno a los propios, implicaba la justeza moral de esclavizarlos y, por tanto, justificaba esa condición violenta detrás de la superioridad cultural. Los romanos, como tantas otras cosas, adaptaron el término a sus particulares contextos, y bárbaro termino significando no romano, connotando como primitivo e inferior, y justificando así invasión y sometimiento.

Con el invento de Occidente y la expansión colonial europea, es que el termino alcanza una implicación global. Bárbaro eran todos aquellos sujetos para ser conquistados. Bárbaros eran los habitantes del Nuevo Mundo, necesitados de ser cristianizados, justificación de su servidumbre, pues ajenos a la “civilización”. vista como portada por los conquistadores, el tutelaje piadoso era condición necesaria para su salvación, aunque la realidad terminara siendo la del exterminio.

Incorporado a occidente, después del exterminio y la prevalencia absoluta blanca, Estados Unidos se apropió, sin complejo alguno, de la noción del otro bárbaro. La usaron para exterminar la población originaria, y la usaron para justificar su esclavismo posindependencia. La usó el presidente Walker para invadir a Nicaragua, y la uso Teddy Roosevelt para agredir a Columbia. La usaron para justificar la Enmienda Platt en Cuba, la usaron para justificar el golpe de Estado en Chile contra Salvador Allende, cuando Henry Kissinger dijo que, “si el pueblo chileno no comprendía por quien debía votar, Estados Unidos tenía el deber de rectificarles la ignorancia”.

Pero bárbaros también son los obreros que luchan, el campesino que reclama la tierra. Bárbaros eran los que intentaron asaltar el cielo en el Paris de la Comuna, y los que tomaron el Palacio de Invierno. Bárbaros eran los anarquistas de Chicago, y también Malcolm X, así como era Lolita Lebrón. Bárbaro fue George Floyd que se dejó estrangular por una patrulla policial. Bárbaros son los campesinos pobres que hoy pelean por su presidente Pedro Castillo en Perú.

Y es que, como comodín del opresor, la idea del bárbaro nunca ha dejado de ser útil. Miren en cualquier película de Hollywood la imagen de nuestras tierras. Tierras de violencia, de narcos, de corruptos, de calles sucias, de carretas y de analfabetos, de buenos salvajes, de malos salvajes carentes de sensibilidad humana, de bailes exóticos, de guerrilleros sanguinarios, tierras de moralidad dudosa.

Dice el anfitrión del programa más visto de la cadena Fox News, Tucker Carlson, refriéndose a los árabes,” que no se puede confiar en pueblos que no usan cubiertos ni papel sanitario. Exclama el gobernador de Florida Ron DeSantis, precandidato presidencial por los Republicanos, en un evento electoral, “que no se puede confiar en un país, refiriéndose a los chinos, donde sus habitantes se comen a sus mascotas”.

Una comentarista de televisión en Perú justifica la represión y la violencia contra los campesinos movilizado, porque el cuerpo policial no entiende a los manifestantes que no hablan español. Dice el señor Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para asuntos Exteriores y Política de Seguridad, que “los europeos han construido la Unión Europea como un jardín a la francesa, bien ordenadito, bonito, cuidadito, pero el resto del mundo es una jungla”. Europa es un jardín, el resto somos bárbaros.

No lo olviden, somos bárbaros, somos pueblos bárbaros. Algunos de nuestras tierras lo aceptarán como maldición canibalesca, pero otros, cada vez más, como lo que nos define diferente al otro, diferente al que conquista, diferente al que subyuga, diferente al que explota. Somos hermosamente bárbaros, y el futuro es nuestro, dice mi amigo Antonio Familia, váyanse acostumbrando a ello.0