En estos momentos cruciales por los que atraviesa nuestro país, la ciudadanía y todos los sectores económicos, políticos y sociales están a la expectativa de lo que pueda ocurrir en la próxima reforma fiscal que el presidente de la República, Luis Abinader, está obligado a someter de inmediato al Congreso Nacional y que resulta forzosa y obligada. La misma, como lo hemos expresado en otros momentos, no debe hacerse a la carrera aprovechando una mayoría absoluta en ambas cámaras legislativas; habrá que tomarse el tiempo necesario, ser prudente, justo y no debe ser excluyente a la hora de aprobarla; necesariamente tendrá que ser bien ponderada, discutida y consensuada por todos esos sectores del país.
Esta no debe ser única y exclusivamente para crear más fuentes de ingresos (más impuestos), debe ser integral. corregir todas aquellas distorsiones e irregularidades existentes en nuestro sistema tributario; implicará la revisión y modificación de la estructura tributaria completa; desmontar y disminuir aquellos privilegios, incentivos, subsidios, exoneraciones y exenciones existentes a sectores económicos poderosos que son irritantes, así como aquellos impuestos que resultan lesivos e improcedentes para los sectores más empobrecidos. Esta no tendría sentido si no es para mejorar la calidad del gasto público.
Los diputados y senadores electos, sobre todo, los del partido Revolucionario Moderno (PRM), deben ser los más cuidadosos y prudentes al momento de aprobar dicha reforma, pues es irritante y abusivo que se cargue a los sectores más empobrecidos todo el peso de la reforma, de una crisis, del derroche y despilfarro de miles de millones de pesos utilizados en su elección; la malversación de los recursos públicos utilizados en la campaña electoral pasada, en aprobar miles de pensiones solidarias a simpatizantes, en el nombramiento de cientos de “asesores disfuncionales” con sueldos de lujo. Ellos hablan de que todos tenemos que sacrificarnos pero que ese sacrificio no toque sus intereses y privilegios personales, como son las exoneraciones de vehículos, barrilitos, planes sociales etc.
Es penoso escucharlos exigir a los sectores marginados y a la clase media más sacrificios, en medio de tanto derroche, despilfarro, corrupción, lo que resulta muy cuesta arriba aceptarlos, manteniendo un nivel de evasión fiscal tan elevado (la DGII no actúa cuando se trata de sectores poderosos, de los que tienen padrinos). En ningún momento se refieren a crear un plan de ahorros de gastos superfluos y de austeridad, de reducir el derroche. Dicha reforma debe crear los mecanismos que eviten la gran evasión en el pago de los impuestos, la cual asciende a un 40%, según informaciones de los propios técnicos de la Dirección General de Impuestos Internos.
Ustedes podrán aprobar con su mayoría calificada “la reforma posible”, como siempre acostumbran a expresar, pero ¡ojo, mucho cuidado!, que esa gran mayoría que no votó por ustedes tarde o temprano se la puede cobrar bastante caro si aprueban una reforma única y exclusivamente para pagar más impuestos.
En vista de que el Estado no le garantiza al ciudadano la mayoría de los servicios básicos como: agua potable, electricidad, educación, salud, seguridad social y ciudadana, transporte, etc. este tiene que tratar por todos los medios de proporcionárselo, y encima de eso, también es obligado a pagar más impuestos, contribuyendo hacer a los ricos más ricos y a los pobres cada vez más pobres, pues los primeros tienen capacidad para evadir, los segundos, aunque quisieran, no pueden. Apliquemos la frase lapidaria de nuestro fundador, el patricio Juan Pablo Duarte Diez. “Sed justos lo primero, si queréis ser felices”.