La asincronía nos permite ser humanos. En un mundo dominado por la sincronía, la instantaneidad y la inmediatez, para muchos resulta inconcebible que un mensaje pueda ser respondido "días después", o que un acontecimiento, actividad o suceso se informe con cierto retraso.
Aquí cabe definir que la sincronía como la coordinación de eventos para operar en conjunto en el mismo instante, mientras que la asincronía se caracteriza por la independencia del tiempo, permitiendo a los eventos suceder de acuerdo a su propio ritmo.
El concepto de la Matriz de Eisenhower, ideado por Dwight D. Eisenhower, ha servido como un faro en las teorías contemporáneas de gestión del tiempo y productividad. Este esquema bidimensional categoriza las tareas en "importantes" o "no importantes" y "urgentes" o "no urgentes", ofreciendo un enfoque disciplinado hacia la priorización de responsabilidades. No obstante, la paradoja se manifiesta cuando nos hallamos atrapados en actividades que, siendo urgentes, son en realidad triviales.
Stephen Covey capturó con precisión la tensión inherente entre lo urgente y lo importante al afirmar que 'lo que generalmente se percibe como urgente no suele ser crucial, y viceversa".
En la era moderna, plataformas como Slack, WhatsApp y Microsoft Teams se presentan como herramientas de productividad. Sin embargo, su efectividad se encuentra atada al uso que les demos. La cultura laboral actual se inclina hacia la urgencia en detrimento de la importancia, un sesgo evidente en el aluvión de notificaciones y mensajes que demandan respuesta inmediata.
Si consideramos la Matriz de Eisenhower, vemos que la negligencia hacia lo que es "importante" eventualmente lo convierte en "urgente", desviando nuestra atención de futuras tareas importantes.
Estadísticamente, el usuario promedio de Slack dedica nueve horas diarias a la aplicación, aunque la utiliza activamente solo por una hora y media. Un usuario consulta Slack unas 22 veces cada hora y envía alrededor de 70 mensajes al día. Este escenario exige que se impongan fronteras conscientes para que podamos dedicar tiempo al pensamiento profundo y a las tareas realmente significativas.
Este no es un tema nuevo; hace años ya examinábamos el dominio que la "mensajería instantánea" ejercía sobre nuestras vidas. Ahora, irónicamente, las herramientas diseñadas para liberar nuestra atención están capturándola aún más.
WhatsApp y aplicaciones similares ofrecen su verdadero valor solo cuando nos facilitan enfocarnos en lo esencial: dirigir empresas, administrar equipos, diseñar productos y llevar a cabo estrategias de marketing efectivas. Si estas plataformas se convierten en el núcleo de nuestra jornada laboral, estamos errando en nuestro enfoque.
La productividad genuina no reside en la herramienta, sino en la forma en que la empleamos para potenciar nuestra eficiencia y efectividad.
Es hora de adoptar una actitud "asincrónica" para optimizar nuestra eficacia en la multitarea, permitiéndonos responder a cada mensaje y a cada tarea "en su momento adecuado".