El ambicioso Proyecto de Desarrollo del Valle de Juancho (Prodevaj), en Pedernales-Barahona, ha sobrevivido en un mar de incertidumbre desde sus pinitos en 1994. Su historia se sintetiza en promesas de relanzamiento, indelicadezas administrativas y sobresaltos provocados por las rapiñas humanas que merodean día y noche en busca de aprovecharse del desencanto de los campesinos para apropiarse de las tierras y usarlas para actividades nada favorables a las comunidades sureñas donde está ubicado.
En esta ocasión, han hecho un descenso al sitio para anunciar el rescate, el nuevo del Instituto Agrario Dominicano (IAD), Francisco Guillermo García; el director ejecutivo del Instituto Dominicano de Recursos Hidráulicos (Indrhi), Olmedo Caba, y el director de la Comisión de Fomento a la Tecnificación del Sistema Nacional de Riego, Claudio Caamaño.
La presencia allí de estos tres funcionarios debe de ser apoyada porque, al menos, servirá para desalentar, aun sea temporalmente, el plan de sembrar caña de azúcar en los predios, justo cuando el Gobierno ejecuta el Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales y ha garantizado el incentivo de la producción agropecuaria para atender la demanda de miles de visitantes potenciales. Y eso ya es importante. Hacer lo contrario sería el absurdo de los absurdos.
El Poder Ejecutivo acoge así, en la práctica, el reclamo sostenido de los pedernalenses críticos y de la gobernación de la provincia al mantener las tierras en manos de los agricultores e incentivarles con préstamos blandos para que siembren los alimentos que necesita la región sudoeste. Más del 75 por ciento de los terrenos de Prodevaj están en territorio de esta provincia. El resto a Enriquillo, Barahona.
Se trata de un proyecto asociativo con tres fincas de 6 mil tareas cada una, divididas en bloques de 500 tareas, para 32 parceleros. Está en el área de influencia del canal Nizaíto, cuya fuente es el río del mismo nombre. Contempla un reservorio con capacidad para 46 millones de galones para distribuir el agua por bombeo hacia los sembradíos.
El gran problema, sin embargo, ha sido la falta de suministro. La zona es de baja pluviometría. Los platanales se achicharran por la sequía y las inclemencias del sol del sur.
De ahí la pertinencia de dos funcionarios ligados a ese sector, junto al del IAD, en el diálogo con los agricultores. Desde ahora, ellos deben demostrar sobradas habilidades de mediación de conflictos porque, en el pasado, ha habido resistencia de autoridades ante la idea de canalizar el agua del río Los Patos, en Paraíso, que se pierde en el mar Caribe.
La provincia Pedernales no puede ceder ni un metro cuadrado de sus tierras con vocación agrícola para ejecutar actividades empobrecedoras. Tiene que sembrar y sembrar. Porque si el turismo termina por desarrollarse como han prometido las autoridades gubernamentales, hay que atender la demanda prevista de los productos del campo por parte de los complejos de hoteleros y de la población. Y ello implicaría, al mismo tiempo, mejoría en la economía de los productores y sus familias.
Ojalá que, esta vez, lo de Prodevaj no sea un cuento para niños. En Pedernales y Barahona, en el sur todo, la deuda social acumulada es astronómica, pese a sus riquezas naturales y su posición geoestratégica. Que comiencen a pagarla sería plausible.
Está bueno ya de ser la cenicienta de los gobiernos.