La euforia por los triunfos electorales, del progresismo y la izquierda en América Latina y el Caribe, durará muy poco en nuestro país; emular sus experiencias, está por verse. Sin embargo, existen las condiciones favorables para emprender un proyecto electoral y unitario de cara al 2024. Se dice que hay conversaciones al respecto, pero no terminan de cuajar.
La realidad es muy diversa y diferente, en cada uno de nuestros países. El curso histórico tienen matices que los diferencian en lo cultural, étnico, social, económico, políticos y hasta en la idiosincrasia. Los triunfos electorales progresistas y de izquierda poseen aspectos muy particulares que solo ellos pueden manejar con independencia y creatividad, de acuerdo con sus necesidades latentes y coyunturales.
No fue casual la elección de la vicepresidenta electa de Colombia, Francia Márquez, en el triunfo electoral de la coalición progresista y de izquierda, denominado Pacto Histórico. Una jugada política que surgió de las mismas entrañas, elegida en forma mayoritaria en unas primarias, del pueblo colombiano. La creatividad siempre va de las manos con la realidad, es la mejor manera de ir acorde con la coyuntura en desarrollo.
En nuestro país los proyectos políticos, que pudieron convertirse en maquinarias electorales para llegar al poder se desperdiciaron. Desde el Movimiento Revolucionarios 14 de Junio hasta la Unión Patriótica UPA, todas con diversas razones, no lograron comprender el tránsito democrático. El transcurrir ha sido doloroso. Las divisiones y el aislamiento, parte el alma. Pero no hay mal que dure cien años…
Se ha vivido de espalda al proceso democrático, sin aprovecharlo adecuadamente, avanzando de manera independiente. La identidad revolucionaria se ha resquebrajado en lo general, se conserva en lo individual y particular. No se le da la importancia a los escenarios que brinda la democracia capitalista para emprender un camino propio, con marcada diferenciación.
La izquierda dominicana tiene suficiente arraigo histórico que no ha permitido desaparecer su sentimiento y su presencia en el corazón de la población. Su existencia, con todas las debilidades y deficiencias, se debe al trabajo de lo que han cargado en sus hombros el pensamiento y la actuación de los revolucionarios.
Hay que estrechar los lazos de amistad, acercamiento y unidad, entre progresistas, democráticos y la misma izquierda, si queremos avanzar. Trazar la línea de Pizarro con los conservadores y corruptos. De manera tal que se pueda notar diferenciación en todos los aspectos, para tener identidad propia ante la población.
Esa izquierda, que se observa oronda y productiva, en América Latina y el Caribe, es el resultado de trillar un camino independiente, involucrarse en la brega del pueblo, y unirse para poder insertarse con éxitos en el proceso democrático. Lecciones que no deben olvidarse, si se quiere acompañar la Ola progresista y democrática que continúa su agitado curso.