Cuando usted llega al Pedernales rico en recursos naturales y foco del Proyecto de Desarrollo Turístico que ejecuta la actual gestión del Gobierno, a primera vista afloran males sembrados y abonados durante años al amparo de la negligencia de la autoridad que, por el bien de turistas, visitantes, pero primero de los pedernalenses, requieren atención urgente sin desmayo. Postergar la solución abrirá las compuertas del caos definitivo en esta comunidad en el extremo sudoeste del territorio nacional. No sería tan difícil. Antes de 1980 era diferente.
Escenas cotidianas:
Niños y niñas de Haití, por racimos, pidiendo en cada esquina, en cada restaurante, dondequiera que haya parroquianos, o celebren alguna actividad. El asedio es sistemático, y hasta hurtan objetos. La Dirección de Migración debe determinar si son enviados por adultos con fines comerciales y actuar conforme las leyes nacionales. Si el problema es de hambre, como vulnerables en alto riesgo, seguir auxiliándoles en el comedor económico. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) quizás pueda ayudar.
Basura y aguas residuales, común.
En el Pedernales anterior a los años 80, poblado fundamentalmente por familias humildes, sin riquezas que exhibir, el orgullo era la limpieza y el ornato.
Tanto que tenían instalado en su imaginario una “competencia” por la higiene con Baní, provincia Peravia, al que se le ha reputado como obsesionado con el aseo de sus calles y avenidas.
En Pedernales era costumbre barrer los frentes de las casas y guardar la basura hasta que pasara el camión; si no, la quemaban. Y, en Navidad, era habitual pintar las fachadas de sus viviendas, aun fuesen de tablitas viejas.
Urge el reciclaje, recolección sistemática, disposición y tratamiento de los desechos sólidos por parte de la Alcaldía. Ni siquiera zafacones hay colocados. Pero también es necesario que cada familia y cada persona entienda el impacto negativo en la salud y el ornato de la tiradera de los desperdicios y la meadera en cualquier sitio.
El tránsito, los siniestros viales y la contaminación sónica. Son tres de los pilares del desorden construido. Representan una imagen grotesca del irrespeto a la vida de personas y animales. Las velocidades, el ruido y burlarse del “ceda el paso” son el día a día en la calles. La madrugada 29 de enero falleció Jonathan Féliz, 32 años, y tres jóvenes han resultado heridos, dos muy graves, a causa de un choque de motocicletas en la calle Duarte, al norte de la ciudad. Habían salido de una discoteca, según la información preliminar. Ninguno de los conductores llevaba casco protector.
Los decesos y lesionados a causa de colisiones y deslizamientos de motores crecen en el municipio. Otra historia sería si autoridades exigen sin apelación el uso de cascos de calidad, reducción de las velocidades y respeto a las normas de tránsito. Medidas que deben ser reclamadas y apoyadas sin reservas por los políticos de oposición y organizaciones socioculturales.
Desorden territorial. Aunque las autoridades del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd) manejan el 57% de pobreza, Pedernales muestra un activismo vibrante inducido por una economía subterránea y algunos emprendimientos. Ya no son noticia las viviendas de lujo ni los negocios de diversión y otros, como no son los autos caros. Pero todo sin la guía de la planificación territorial y el respeto a las normas sociales. Una locura que la comunidad no percibe hasta ahora por desconocimiento, o porque vive agitada en la sobrevivencia.
El mercado municipal. Hasta que se construya una plaza modelo, el tradicional lugar de venta y compra de productos del agro ha de ser cuidado. Ahora luce como una purga anárquica con todo tipo de ropa usada tirada en el suelo, sin controles sanitarios, con mercaderes haitianos y haitianas como protagonistas.
Pedernales debe mirar atrás y retomar cuanto antes lo bueno que ha dejado perder. Pongamos orden en casa. El tiempo apremia. No es imposible y muchas familias pedernalenses lo añoran. No se debe esperar a que le arrope la avalancha de turistas que se avecina porque, entonces, será irremediable. Y nadie ganará.