Señor presidente, le reitero que uno de sus mayores logros ha sido el manejo de la pandemia. Primero, tuvo el valor de comprar la vacuna china, cuando le cerraron las opciones occidentales y, luego, lideró una intensa campaña para inmunizar a la gran mayoría de los dominicanos.
Comparto su afirmación de que “hoy, somos un referente a nivel mundial en el control y lucha contra la COVID-19, gracias a la inversión general de más de 57,000 millones en el sector, de los cuales más de 32,000 millones se utilizaron en la implementación del Plan Nacional de Vacunación”.
A partir de ahora el gran reto es resolver los problemas estructurales que determinan un pobrísimo nivel de satisfacción de los dominicanos. La baja calidad y oportunidad de los servicios públicos de salud explica la persistencia de una elevada tasa de mortalidad materno-infantil, de una privatización cada vez más acentuada y de la multiplicación de un gasto de bolsillo que castiga, incluso, a las familias más pobres y vulnerables.
No me cabe la menor duda de su interés en elevar la calidad de los hospitales para beneficio de la gente común. Pero vale la pena preguntarse, ¿en qué medida contribuye a ello un aumento de salario por igual a aquellos médicos que no cumplen, que tienen un limitado desempeño y/o que no respetan a los pacientes?
La experiencia ha demostrado que los aumentos lineales de los sueldos, independientemente del nivel de dedicación y desempeño, inducen a la mediocridad y desincentivan el trabajo y el esfuerzo de quienes sí cumplen. Si esa ha sido la práctica de todos los gobiernos anteriores, sin resultados para la gente, ¿en qué consiste el cambio?
Lamentablemente, en el sector público los salarios no guardan relación con la dedicación y el desempeño, mientras en el sector privado ese mismo médico muestra otra actitud, porque allí su ingreso depende de la calidad y oportunidad de la atención. Mientras en el público no cumple con las cuatro horas, en el privado la duplica.
A pesar de las millonarias inversiones en “remozamientos y equipamientos”, muchos hospitales adolecen de notables deterioros. ¿Por qué? Porque el monto de los salarios no depende de la calidad y cantidad de los servicios prestados, por lo que da igual que los equipos funcionen, o que no funcionen. Esa es la triste realidad, señor presidente.
En cambio, las clínicas privadas realizan un mantenimiento regular y protegen sus equipos, evitando así inversiones innecesarias y gastos cuantiosos. ¿Por qué? Porque como sus ingresos dependen de la afluencia de pacientes, no pueden darse el lujo de que sus equipos se deterioren y dejen de funcionar.
En esencia, señor presidente, la diferencia fundamental entre la administración pública y la privada es la forma de contratación de los recursos humanos, ya que ésta última incluye incentivos en función de la dedicación y el desempeño. El verdadero cambio reside en premiar la eficiencia, en combatir la mediocridad y en crear una cultura hacia la calidad y el trato considerado a los pacientes.
Los problemas del sistema público de salud son muy profundos y complejos porque en seis décadas ningún gobierno ha resuelto siquiera uno sólo, por lo que las falencias se han ido acumulando. Desde entonces estamos en un círculo vicioso: remozamientos y aumentos salariales indiscriminados, a pesar de sus exiguos resultados en la calidad y oportunidad.
En el campo de la salud, como en el de la educación, los recursos humanos constituyen el factor determinante del cambio, y del logro de los objetivos y metas. El 4% para educación, por sí solo, no ha mejorado la calidad de la educación. El cambio consiste en dar un salto hacia la calidad, el compromiso y la dedicación.
Presidente Abinader, usted es el gobernante del cambio. Durante su campaña asumió el doble compromiso de aumentar el presupuesto de Salud Pública y, además, de invertirlo inteligentemente para asegurar un cambio en la calidad y oportunidad de la atención. Todavía usted está a tiempo de lograr las transformaciones que el país espera desde hace 60 años. Ojalá el éxito contra la pandemia, se complemente con los cambios en el sector público de salud.