La Castellana era el nombre de una vía de acceso a Madrid cuyos alrededores progresivamente fueron ocupados por personas destacadas y de alto poder adquisitivo. En la década de 1950, en Colombia, se desarrolló un espacio con propósitos residenciales y se le consignó ese nombre para conferirle la idea de prestancia. Más tarde, entre finales de la siguiente década y principios de 1970, en República Dominicana se inició el trazado para un espacio urbano y, por influencia de alguno de los dos lugares anteriores se le dedicó también el nombre de “La Castellana” mas sus calles no recibieron la misma atención y a ellas solo se les asignaron números cuya disposición no seguía un patrón muy fácil de discernir.
En el año 2003 Ylonka Nacidit Perdomo, una mujer muy entusiasta con la creación literaria y que tiene más de veinte años visibilizando el trabajo de creadoras en esa materia, lanzó la propuesta de mejorar esa situación. Sus esfuerzos se vieron recompensados y, de manera simultánea, doce calles pasaron a honrar el trabajo realizado por otras tantas mujeres. Este impulso ha sido prolongado con mucha dedicación por Varinia Caamaño, de la Junta de Vecinos de La Castellana y con su empeño se ha logrado que nueve calles más lleven nombres de mujeres y, sobre todo, que se realicen actividades de divulgación sobre la vida de estas precursoras.
Esa acción fue pionera a escala mundial. A principios de los 90 viví en una ciudad no muy grande donde los nombres de las calles obedecían a las temáticas apreciadas por los munícipes y así, en un barrio se recordaba a los artistas y en otro a los activistas, criterios que habían sido enunciados y defendidos en las salas capitulares de los ayuntamientos. Sin embargo, un grupo tan sencillo de definir y tan abundante como el de "mujeres notables" no había sido identificado como relevante. Hablando en estricta justicia, "calles con nombres de mujeres" no tendría que ser un objeto de atención ya que todos somos humanos y lo complementario: "calles con nombres de hombres destacados" nunca fue un fin identificado como tal. Lo increíble es que todavía al día de hoy, sin haberlo hecho de manera consciente, los nombres de las calles sean mayoritariamente masculinos en una escala que por momentos resulta ridícula, como si la mitad de la humanidad no hubiera hecho nada que mereciera la pena recordar. Además, sin quitarle logros ni cariño a nadie, sabemos que algunas calles tienen nombres de hombres con menos méritos que muchas mujeres que vale la pena recordar.
Más allá que el resultado de una acumulación pasiva, el trabajo de la memoria siempre es activo. Por eso, cuando nos damos cuenta de un sesgo involuntario, tenemos la oportunidad de corregirlo. Así, en el 2014 los franceses se propusieron una iniciativa en ese sentido (que todavía no ha sido coronada con éxito). Más o menos desde esa fecha y con igual espíritu diligente que su prima Varinia, Rosa Hernández Caamaño se propuso que hubiese una placa conmemorativa a las Hermanas Mirabal en París. Si en RD se necesitó perseverancia, en Francia multiplicaron el esfuerzo a tasa de euros y hubo que mantenerse firme en el propósito durante más de ocho años, que se vieron alargados por la pandemia. Finalmente, para el 8 de marzo de 2022 se logró develar la anhelada placa, justo en el espacio que la capital gala reconoce al país que las vio nacer y morir. En España ya desde el año 2018 se reseñaban acciones similares en barrios del sur de Madrid. En el 2019 en Marruecos y en Luxemburgo se iniciaron planes con el fin de honrar mujeres (ambos todavía por ver sus respectivas implementaciones) y, en el año 2020, en los Estados Unidos también se ha mencionado el interés de aumentar la representatividad del aporte de las mujeres. Esto ya es un avance, aunque todavía no es suficiente. El proyecto de La Castellana de República Dominicana apoya a las precursoras y, en sí mismo, también es precursor.