Cada año finalizando el verano millones y millones de jóvenes de todo el mundo se preparan para ingresar a una universidad. En el caso dominicano es el camino común para todos los que egresan del bachillerato. Algunos optan por formarse técnicamente, la oferta pública es amplia y el sector privado con los Técnicos Superiores está abriendo un nuevo campo, ya que la necesidad de ingresar al mercado laboral urge a muchos jóvenes, o no se consideran capaces de cumplir con todos los requisitos que demanda una carrera de cuatro años. Pocos jóvenes dominicanos y dominicanas, terminada su educación secundaria, no siguen formándose a nivel técnico o universitario. Eso es positivo.

Desde mis 17 años siempre he estado relacionado con el mundo universitario, como alumno, docente o administrador, tanto en universidades del país, como del extranjero. Acumulo 45 años de conocimiento del mundo universitario y he alcanzado los niveles más elevados posibles como alumno y docente. No concibo vivir sin estar estudiando o impartiendo docencia. Mi existencia se ordena cada cuatrimestre por los cursos que me solicita la PUCMM impartir, y ruego a Dios tener suficiente salud física y mental para finalizar mi vida en ese ejercicio.

Desde esta atalaya quiero compartir los tres aspectos fundamentales que deben conocer todos los jóvenes que quieren ingresar a una universidad para que la experiencia sea lo más provechosa posible. Son tres aprendizajes esenciales que debe proporcionar toda universidad: aprender a vivir, aprender a servir y aprender a investigar.

Contrario a lo que muchos piensan, la función principal de una universidad es enseñar a vivir. Es un objetivo que heredamos de un Sócrates dialogando con sus alumnos en las calles de Atenas hace dos milenios y medio. En primer lugar aprender a vivir en sociedad, a ser un ciudadano, a involucrarse en los asuntos de las polis, valga decir en la política. Si la universidad no apunta claramente a ese objetivo, si se aísla en una torre de marfil, alumnos y docentes serán seres enfermos, carentes de sensibilidad social, incapaces de crear realidades sociales nuevas para beneficio de toda la comunidad. En segundo lugar aprender a tener amigos y amigas, y por extensión aprender a formar una familia, esa es la pauta que un ciudadano de Estagira llamado Aristóteles le puso nombre: el ser humano es un animal social. Política, amistad y familia son tres dimensiones que se deben aprender en la universidad.

Todo lo que acontece en la universidad, tanto física, como virtualmente, debe enseñar la relevancia de construir sociedades más justas y prósperas, donde la equidad y la solidaridad -sobre todo con quienes no tienen la oportunidad de ir a una universidad- sean ejes existenciales que acompañen a cada egresado el resto de su vida, y donde los docentes estén comprometidos con proyectos para mejorar sus comunidades, porque nadie puede enseñar lo que no vive. Muchas universidades de primer nivel evalúan para aceptar a un alumno o un docente nuevo si tienen algún tipo de compromiso social o trabajo voluntario para la comunidad, y se valora tanto o más que los títulos y calificaciones obtenidas.

De los momentos más intensos que he vivido como docente es cuando he tenido que explicarle a un estudiante de medicina porque debe leer algunos fragmentos de La República de Platón o a uno de ingeniería lo relevante que es conocer a Maquiavelo, por mencionar dos ejemplos. Ese tipo de experiencias para un alumno, y por supuesto los Estudios Generales, son de las más valiosas para generar un profesional con hondura cívica y social, y con una visión universal y tolerante con la diversidad de la humanidad. Y celebro que el Papa Francisco nos acaba de convocar a todos a leer regularmente novelas, cuentos y poesía, es esencial para ser un mejor ser humano, un ciudadano ejemplar y un profesional de alto nivel.

Lo segundo es aprender a servir. Nadie se hace ingeniero exclusivamente para construir su casa, ni médico sólo para sanarse o abogado para representarse frente a los tribunales. Todas las carreras, todas las profesiones, absolutamente todos los programas académicos de todas las universidades están pensados para el servicio de los demás, para mejorar la calidad de vida de los congéneres. Que por servir se gane la vida es la formula perfecta para la felicidad, sea que obtenga ingresos suficientes para vivir decentemente o acumule una fortuna, es maravilloso que te paguen por servir a los demás en lo que te gusta hacer.

Esa dimensión debe estar presente y visible en cada asignatura, laboratorio o práctica que desarrolla el alumno en su formación profesional. Se debe contestar siempre a la pregunta: ¿Y esto como me ayudará para ayudar a otros como profesional? Muchas tonterías que se nos ocurren a los docentes cuando no estamos conectados con ese objetivo se esfuman al preguntarnos su finalidad de servicio último.

La tercera dimensión, tan relevante como las otras dos, es que la experiencia universitaria debe enseñarle a cada alumno que ingresa las destrezas necesarias para investigar, tanto en su área profesional, como a nivel general. Es esta faceta la que emancipa mentalmente a cada joven para el resto de su vida, aprender a buscar la verdad con las herramientas que la ciencia, la lógica y la hermenéutica han desarrollado con los siglos. O dicho de otra manera, desarrollar el pensamiento crítico para no dejarse engañar por los discursos fundamentalistas, los argumentos basados en la codicia o las predicas de los sofistas que pululan en la política y la comunicación masiva.

Investigar debe estar presente en cada curso. Cada docente debe tener procesos de investigación en curso e integrar a sus alumnos en los mismos. El grueso de las evaluaciones no debe ser la memorización, mucho menos las tonterías que el modelo de competencia hoy difunde, sino los resultados que va logrando cada alumno aprendiendo a investigar, desarrollando su capacidad crítica sobre lo que va conociendo y hasta la experiencia misma de la universidad. Por eso es tan importante que los estudiantes se involucren en los procesos de su universidad y trasciendan la cotidianidad de las clases, auscultando la sociedad donde viven y la ubicación de la universidad en la misma.