Crónica de los años iniciales de la rebeldía de Plinio
Todo comienza con la rebeldía en la academia militar, aquel año 1958-1959, cuando Plinio interrumpió los estudios secundarios en el Instituto Politécnico Loyola, San Cristóbal, e ingresó al ejército dominicano .
Era un año de desorientación en su vocación. Dejó Loyola porque no le gustaban las carreras técnicas; solo le quedaba continuar el bachillerato, pero entonces no había liceo en Tamayo.
Plinio se acogió a lo que era más fácil para un hijo de don Fabian y un hermano de Alfonso Matos: engancharse a la guardia.
Alfonso hizo las gestiones. Él movía teclas entre los oficiales del aparato del ejército y la aviación. Era ya veterano de la aviación , pero el mundo militar era su ámbito natural.
Ahí conocía por sus nombres y procedencias a una legión de miembros activos e inactivos, desde sargentos hasta los más altos oficiales.
En un santiamén Plinio se vio en la academia militar. Alfonso quiso que fuera cadete, pero no tenía la edad requerida.
Era un recluta. Le pagaban 27 pesos, estaba acuartelado toda la semana haciendo “yuca” y aprendiéndose la cartilla de la disciplina y la moral del ejército. Le daban permiso algunos fines de semana.
Desde que Plinio llegó al ejército se sintió incómodo, deprimido. No quería ser guardia. En realidad, Plinio no tenía vocación militar. Además, no era un adepto al régimen.
Él había crecido en Tamayo observando lo que le había sucedido al hijo de Prebistilio Reyes, Juan Francisco Reyes (Negro), primer tamayero que se había graduado de Derecho en la Universidad de Santo Domingo.
En la universidad, el estudiante de término había sido delatado por un miembro de la Guardia Universitaria, cuerpo de espías del régimen entre los estudiantes. Al parecer, Negro se había manifestado en el aula usando conceptos de cortes antitrujillistas.
Los soplones lo escucharon y lo denunciaron. Negro logró graduarse de abogado., pero se vio impedido de ejercer, no le otorgaron el exequátur correspondiente.
Al poco tiempo lo apresaron. Luego, liberado, regresó a Tamayo, donde se retiró y se dedicó, al no poder ejercer su profesión, a los negocios de su padre.
Prebistilio Reyes no pudo hacer nada por su hijo, ni siquiera siendo uno de los fundadores de Tamayo y un notable servidor del régimen.
Plinio era amigo de Negro y siempre se preguntaba si él fue su inspirador en la lucha política. A pesar del terror que ejercían los espías que lo vigilaban, se le acercaba, lo visitaba, penetrando el manto de la barbarie del régimen.
En aquel momento supo de un comentario que ese personaje externó a una amiga, la sensual y bella Toñón: “Siento admiración por Plinio. Estoy sorprendido con su actitud”.
Aunque mayor, no era seguro que Negro influyera en las inclinaciones políticas de Plinio. Se admiraron mutuamente.
Antes de tratar a Negro Reyes, Plinio había dado muestras de su antitrujillismo desde la adolescencia, cuando estuvo en la academia militar. Ahí se veía trocando las orientaciones del jesuita padre Arias en Loyola, por las lecciones e instrucciones del oficial que le obligaba a marchar “un, dos, tres, izquierda, derecha, de frente.”
Cuenta Plinio que se la pasaban todo el tiempo sonando fusiles, armándolos, desarmándolos; haciendo guardia y sirviéndoles a los oficiales y a los sargentos.
Además de eso, el entrenamiento en la academia consistía en escuchar loas a Trujillo las veinticuatro horas, maldecir a los comunistas y proferir amenazas de muerte y encarcelamiento contra los enemigos del régimen.
Ese entrenamiento no duró mucho. Plinio permaneció apenas meses escuchando ese bombardeo. No lo soportó. No que hiciera cosas físicas, pero dijo y comunicó sus disgustos a sus compañeros.
Luego, el comandante de apellido de Frías lo entrevistó y lo dejó bajo arresto. Lo acusaron de insubordinación.
De manifestarse y actuar contra la disciplina, los reglamentos y las instrucciones de la academia militar. Ya se sabe qué significaba todo eso en la dictadura de Trujillo.
Tan pronto Plinio cayó preso llamaron a Alfonso, quien acudió al despacho del coronel Frías, pero previamente había visitado el Palacio de la Presidencia, para entrevistarse con el consultor Polibio Díaz y con su amigo Joaquín Balaguer.
Excelente argumento: la rebeldía de Plinio en la academia militar y las palabras en contra del régimen, no pasarían de ser más que eso: una rebeldía de un muchacho rebelde y descarriado cuya conducta infantil estaba más que probada con su mal comportamiento en el Politécnico Loyola.
Cuando habló con el coronel ya tenía en las manos la orden de libertad. Le perdonaron la vida.
La orden de que lo pusieran en libertad, sin causarle molestias posteriores, fue algo que ese hermano y el padre de Plinio lograron por la adhesión a Trujillo.
Ese incidente no afectó las relaciones de los Matos con la dictadura. Don Fabián solía obsequiar a los distinguidos funcionarios los mejores productos de su finca, que tenía reservados para ese fin: mangos, aguates, víveres, etc.
No era inusual que un comandante de puesto en Neiba o en Barahona llegara en un camión solicitándole ayuda en víveres para la tropa. En ese caso, ese tipo de obsequios era mucho más significativo en cantidad.
Sus vínculos con los cuerpos armados del régimen eran muy estrechos. Su compromiso con el gobierno de Trujillo no era ocasional. Tenía vínculos orgánicos.
Sin embargo, un infausto acontecimiento hizo temblar las relaciones de los Matos con el gobierno de Trujillo: la muerte del hermano Santos Matos Figuereo (Negrito) ,radiotelegrafista y sargente A y C de la aviación.
La versión oficial fue que hubo un accidente aéreo mientras patrullaban las costas, el avión se encendió y toda la tripulación murió carbonizada.
Nadie creyó eso en Tamayo, menos los padres, quienes insistían en que les mostraran los restos de su hijo. Pero fue en vano. No accedieron. Ahí se cerró el caso de Negrito. Nadie habló más, hasta hoy.
Tampoco la muerte de Negrito produjo ruptura con el régimen, aunque, sí resentimiento. Don Fabián tuvo que quedarse callado ante la muerte «accidental» o ante el relato más creíble: el asesinato de su hijo.
Trujillo visitó Tamayo el año antes de su ajusticiamiento y la familia Matos fue el principal anfitrión del tirano. Ahí va, frente el ayuntamiento y el local del Partido Dominicano, “don Fabian y sus treinta hijos encabezando el desfile”, anunciaba el locutor que reportaba la ceremonia.