Con Gaza y Beirut en el corazón

La mente, un enigma en constante estudio a lo largo de las épocas, representa el intento de descifrar los aspectos más insólitos que nos convierten en seres únicos. La fragilidad de la memoria o de la percepción de la realidad, especialmente cuando atravesamos un trastorno de la sensopercepción o del curso y contenido del pensamiento, es un fenómeno habitual en los padecimientos psiquiátricos. En estas circunstancias, es común que las personas describan hechos o situaciones irreales. Sin embargo, esto no implica que estén mintiendo, sino que su percepción de la realidad se encuentra alterada debido a un desorden en el pensamiento lógico.

Estas afectaciones pueden impactar severamente en nuestras capacidades cognitivas, muchas de las cuales pasan desapercibidas en el día a día, como la habilidad para seguir una secuencia o planificar. Estas funciones se ven especialmente comprometidas en enfermedades neurodegenerativas.

La coordinación de movimientos, la toma de decisiones y los actos cotidianos dependen de una secuencia y un orden que, en la mayoría de los casos, se realizan de manera automática o inconsciente. Los movimientos están profundamente vinculados tanto a los sentimientos como al pensamiento. Actividades tan comunes como comer, hacer la cama o vestirse implican una coordinación oculomotora, una planificación y un uso de objetos que, aunque muchas veces parecen irrelevantes, cobran total importancia cuando su deterioro limita las actividades básicas de la vida diaria.

En trastornos como la apatía, frecuente en la depresión y en las demencias, se produce una disminución de la energía generalizada que interfiere directamente en la motricidad fina y en la capacidad de realizar movimientos coordinados y secuenciados. Esto afecta el autocuidado, la alimentación y, en términos generales, a la autonomía personal.

No solo las enfermedades mentales alteran estas capacidades; también los procesos que afectan el estado general del organismo pueden volvernos más torpes en actividades que normalmente realizamos de forma automática.

Al evaluar las capacidades de una persona, todo detalle es relevante: la postura corporal, el movimiento al caminar, el balanceo de los brazos durante la marcha… Estos aspectos, a menudo ignorados, son tan importantes como la capacidad de expresar pensamientos, disconformidades o emociones que nos angustian o entristecen. Cuando estas capacidades se ven afectadas, también puede alterarse nuestra percepción de la realidad o nuestra capacidad de interactuar con el entorno.

El análisis de la conducta abarca tantas dimensiones como las mismas capacidades humanas. Por ello, una comprensión adecuada de estas alteraciones es fundamental para buscar ayuda y abordar las diferentes situaciones vitales que puedan surgir.