Ha bajado la ola de opiniones mediatizadas sobre la llegada la mañana del 4 de enero de 2024 del primer crucero a la terminal en construcción de Cabo Rojo, Pedernales.
En el afán de expresar regocijo por la concreción del objetivo, las más estrambóticas han antepuesto una descripción catastrófica de la comunidad. Para anclar el alborozo en el imaginario colectivo, nos han presentado como si fuéramos una aldea de seres vestidos con taparrabos. De incivilizados a rescatar.
Injusto. Se trata de una apreciación distorsionada que, además, nos daña como pueblo.
Cierto el empobrecimiento y el decrecimiento de esta provincia del extremo sudoeste del territorio nacional, distante 307 kilómetros del Distrito Nacional, frontera con el departamento sur de Haití.
El reciente censo nacional cifra la población en 34,375. Y se estima la pobreza en 57%. La provincia pertenece a la región Enriquillo (integrada, además por Independencia, Baoruco y Barahona), que registra el índice de desarrollo humano más bajo, cerca del 25% de pobreza extrema.
Innegable el déficit de ingresos, acceso a la salud, educación, crédito, comunicación, entretenimiento.
Pero no siempre fue así. Hubo pleno empleo en los ochenta y decenas de personas de otras regiones se mudaron al municipio para trabajar.
La gran culpa de la situación actual recae sobre el Gobierno, que sólo ha sabido propiciar explotación de las riquezas naturales locales (bauxita, caliza, tierras raras y otros), sin redituar con desarrollo integral del pueblo.
Y la menor responsabilidad es atribuible al conformismo hondo de los mismos pedernalenses, que no se acostumbran a reclamar derechos.
La historia de Pedernales presenta otras aristas que muchos obvian, por ignorancia o conveniencia.
El poblado fue formalizado en 1927 con familias nativas de Duvergé, sobre todo, en el marco del plan de consolidación de la frontera sur ejecutado por el gobierno de Horacio Vásquez (1924-1930). Les construyeron viviendas, escuela e iglesia, y les donaron tierras para producir. El primer administrador fue el reputado escritor Sócrates Nolasco.
A finales de los 40, el municipio cabecera ya contaba con un aeródromo y un muelle donde atracaban goletas para dejar personas y productos, y salían otras con la madera preciosa que el funesto Danilo Trujillo aserraba en las comunidades agrícolas de la sierra. La infraestructura fue muy afectada por el huracán Inés (1966) y nunca restaurada por el Gobierno. Sobrevive el faro.
En los 60, la minera ya exhibía la mejor carretera del país, la que lleva a las minas de Aceitillar; el aeródromo, activo, y el muelle que acaba de ser convertido en puerto de cruceros.
Tal vía sigue siendo espectacular. El aeródromo, vigente aún, recibía durante los años 60 y 70 vuelos de la línea aérea Alas del Caribe. Y el muelle, ahora turístico, sirvió hasta hace poco para los embarques de minerales por parte de la Alcoa Exploration Company, subsidiaria de la multinacional Aluminum Company of America, la tercera empresa mayor productora de aluminio del mundo.
Desde finales de los 50, ha tenido academia y banda de música, con muy buenos ejecutantes.
Tuvo dos combos musicales, dos cines (Doris y Pedernales), más el de la Alcoa. El movimiento cultural fue vibrante y contestatario; el deportivo y universitario, muy activo.
Ha exhibido competitivos equipos masculinos y femeninos de béisbol, softball, volibol, campo y pista. En la primera mitad de los 70, la minera inauguró el primer estadio de pequeñas ligas del país.
Desde finales de los 60, las playas Pedernales y Bucanyé eran atractivos de primera línea.
Esta comarca otrora orgullosamente limpia, es productora de aguacates, vegetales, habichuelas, mangos, cítricos, yuca, batata, plátanos, pese a que el 68% de su territorio es parques nacionales (Jaragua y Baoruco). Es productor de pescados y mariscos de calidad.
Luego de 20 años de litis para recuperar 362 millones de metros cuadrados de tierras con vocación turísticas sustraídas y la presentación de un plan maestro, la llegada del crucero representa un acontecimiento loable.
Celebremos, pero desde la razón. Y propugnemos la llegada de otro barco: el que cargue la decisión de promover la articulación social imprescindible para encarar la falta de empoderamiento social y las amenazas que rondan: narcotráfico, prostitución, inseguridad pública. Lo requiere el turismo sostenible.