Las cinco provincias dominicanas de la frontera con Haití no están en el mapa de atención gubernamental, pese a su ubicación estratégica en la isla Española y su rol natural de guardianes de la soberanía nacional. A Montecristi, Dajabón, Independencia, Elías Piña y Pedernales, de vez en cuando, sólo llegan migajas de sobrevivencia del pastel de las riquezas nacionales. La deuda social acumulada ya es insufrible, la inseguridad crece.
Y, para colmo de males, por la rápida propagación de la muy contagiosa enfermedad del coronavirus (COVID-19), parece que, en cuestión de horas, estas comunidades vulnerables tendrán una “visita” indeseable. Y llegaría con sus ajuares con el objetivo de instalarse para siempre. Se quede como endémica o no, sí hay que prepararse, al menos, para mitigar sus daños inmediatos a la salud de la gente. Salud Pública ha reportado a media mañana del domingo 22 de marzo de 2020 un aumento de 112 casos positivos confirmados para la cepa del virus, en la víspera, a 202 y 3 fallecidos, al comenzar la semana, en el Distrito, provincia Santo Domingo, Santiago, San Francisco de Macorís, entre otros pueblos del norte, sur y este del territorio nacional. El virus gana terreno, se dispersa con el tiempo.
El presidente Danilo Medina ha decretado la emergencia nacional y un toque de queda desde las 8:00 de la noche hasta 6:00 de la mañana, con el objetivo de lograr el distanciamiento social en pos de una ralentización de la velocidad de propagación. Hasta el mediodía del domingo, 176 países habían registrado 310,000 casos y 13,000 defunciones, según datos la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Haití, pobre, caótico, inseguro y enfermo hasta el tuétano, ha reconocido dos casos positivos. Su presidente ha seguido la rutina de acciones de sus pares. Pero es el primero en saber que serían diezmados por una embestida de la enfermedad viral, dado el acentuado nivel de vulnerabilidad socioeconómica e institucional y la muy precaria salud del pueblo, el más pobre de Occidente. https://acento.com.do/2020/actualidad/8796733-coronavirus-en-haiti-los-peligros-por-la-llegada-del-covid-19-a-la-nacion-mas-pobre-de-america/.
La amenaza para las provincias fronterizas es grande; mas, están huérfanas de herramientas para enfrentar una epidemia. Su realidad es tenebrosa: insuficiencia de hospitales, salas de aislamiento equipadas y personal médico y paramédico.
EL SUR NO EXISTE
El municipio Pedernales, por ejemplo, dista a 307 kilómetros de la capital y 124 de la más cercana provincia, Barahona, por una carretera endiablada que semeja un trillo de animales. Este pueblo costero es vecino de Anse –a- Pitre, una paupérrima comuna en el distrito de Belle-Anse, del departamento sureste de Haití. La entrada de haitianos y otros extranjeros es libre, por tierra y mar, por cualquier vereda, a cualquier hora. La puerta de control para entrada y salida es una ficción. Como son una ficción los controles sanitarios y de seguridad. Desde el mismo pueblo hasta la comunidad agrícola Los Arroyos, en lo alto de la sierra Baoruco, son 30 kilómetros de incertidumbre. En la sinuosa carretera, la seguridad es cero. A cualquiera le puede pasar como a Anderson Pérez y Pérez, 23 años, quien, el 10 de marzo de este año, fue interceptado y degollado para quitarle el motor en que regresaba de la loma junto a un amigo.
Pedernales cuenta con un sólo hospital, y tiene 54 camas. Cuando las autoridades lo inauguraron, a final de noviembre de 2016, dijeron que atendería 55 mil personas de la provincia y zonas aledañas. Pero todo el que sufre fracturas a causa de siniestros de tránsito, o patologías de no tanta envergadura, es referido a Barahona o la capital. La travesía es azarosa en medios de transporte que están lejos de reunir las condiciones requeridas para el traslado de pacientes de emergencia sin que se agrave la dolencia.
Las otras cuatro provincias de la frontera sufren las mismas carencias que el Pedernales considerado potencial meca del nuevo turismo dominicano: agua de calidad y suficiente, energía eléctrica estable, disposición y reciclaje de la basura, sistema de recolección y tratamiento de aguas residuales, medicina preventiva y empleos formales y dignos.
Allá falta de todo. Al otro lado del río Pedernales, en Haití, es peor, y los haitianos cruzan en busca de todo, incluso de la salud que les niegan sus autoridades. Pero el gobierno parece que no lo sabe. Nada justifica la inexistencia allí del sistema 9-1-1, salvo la eterna minusvaloración porque no representa una masa significativa de votantes. Ojalá no tenga que ocurrir un desastre sanitario para que se conduela el poder.