La noche del domingo 18 de octubre de 2020, el estudiante Kelvin Matos, 15 años, y el guardia asignado al Centro Especializado de Seguridad Fronteriza (Cesfront), Eduardo Montilla Florián, de 30, han muerto al chocar las motocicletas que conducían por la calle Libertad, casi frente a la estación de combustibles, a la entrada de la ciudad.

El militar manejaba su motocicleta Yamaha X-110 a alta velocidad en dirección oeste-este, rumbo a la fortaleza, y sorprendió al menor que salía en su pasola desde la gasolinera.    

También ocurrieron dos deslizamientos de motocicletas, pero sin resultados fatales, según una nota del corresponsal Luis Eduardo Acosta.

La moda de estos días de “toque de queda” es subir por una peligrosa carretera a las lomas del Baoruco, como la comunidad agrícola Aguas Negras, donde las bebentinas y el desenfreno son la norma. Y, en la noche, el regreso de los borrachos es una carrera mortal que pone en juego las vidas de personas inocentes.

Kelvin y Eduardo, casi seguro, no tendrán más prensa que esta columna. O su tragedia, que también es la de sus familiares, quizá se agote en una nota de uno o dos párrafos anunciando su deceso, como simple cumplido.

Pero hoy, en Pedernales, hay lluvia de lamentos y lágrimas. Mientras, el padre de Kelvin, residente en Chile, ha comprado un boleto de avión para tratar de llegar a tiempo a despedir a su hijo que velan en la funeraria municipal. El entierro será mañana.

Los nombres de las víctimas no son sonoros. Estaban lejos del prestigio social. Eran dos “hijos de Machepa”. Además, vivían en pueblos de la frontera dominico-haitiana, que muy poco importan al periodismo tradicional y a los tomadores de decisiones. Pero eran dos seres humanos, igualitos que los demás, y merecían vivir, aunque la inconciencia del militar sembró la tragedia.

En Pedernales, cada vez son más comunes estas escenas tristes. Familias que pierden a sus hijos porque no los controlan; autoridades que son indiferentes ante el desorden en el tránsito vehicular, pensando en que la tragedia jamás tocará las puertas de los suyos. O pensando en que no molestar a los violadores de la ley, redituará votos el día de las elecciones.

Hace muchos años que en esta provincia construyen una epidemia. Y ya los muertos y heridos por la causa referida comienzan a alarmar.

Para los pedernalenses, debería ser suficiente con que República Dominicana ya tenga primacía en América en tasa de morbimortalidad por choques de vehículos (29,3 por cada 100,000 habitantes, unos 3 mil muertos en 2015).

Pero no. Hay un enjambre de motocicletas en las calles. Y prosperan los negocios de venta y reparación de estos medios de transporte en la misma proporción que la irresponsabilidad de los conductores y de los agentes policiales.

El problema grave está en el irrespeto generalizado a la Ley 63 de 2017 (Sobre Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial), a la vida del otro y al medioambiente.

Los motociclistas son los dueños de las calles. En sus aparatos ruidosos salen a alta velocidad, por cualquier lado y a cualquier hora. Desprovistos de casos protectores, culebrean por todas las calles de la ciudad, sin reparar en los derechos de los peatones y de los conductores de vehículos. ¿Cuántas personas han sido atropelladas?

En Pedernales nadie está seguro, a menos que la persona se quede trancada en su casa sin sacar una uña a la vía pública.

Hay que hacer algo, urgente, antes de que el caos se instale para siempre.

Todos los motociclistas han de ser convocados a un lugar como el polideportivo. Y ahí leerles la cartilla: casco de calidad, obligatorio, en la cabeza; velocidad no mayor de 30 Km/h en la ciudad; cada motor con silenciador y todas sus luces, cumplimiento de las preferencias, cero zigzagueo, cero menores como conductores, papeles al día. Si andan borrachos, presos hasta que se les quite “el jumo”. Y que de nada valgan reclamos de familias y políticos oportunistas.

La nueva gobernadora, Miriam Brea, y demás autoridades, tienen aquí la oportunidad de casarse con la gloria si ejecutan estas ideas. Darían una gran lección a los populistas que prefirieron quitar la vista a tan grave problema, por conveniencia.

Fácil, si hay voluntad.