I.- Convivencia familiar de ascendiente y descendiente 

1.- Las relaciones de familiaridad resultan de una vinculación establecida por la confianza, la naturalidad y las llanezas. Ellas se dan entre personas que se comportan con absoluta sencillez, manejándose sin recelos y libres de formalismos.

2.- Para un grupo humano tratarse como familia, además de los lazos sanguíneos, se requiere que se acostumbren a la vida en común y a la camaradería; la sana comunicación; el trato sincero; la espontaneidad y la abierta solidaridad.

3.- En el círculo de las personas que identificamos como familia, están la madre, el padre, los hijos, nietos, sobrinos, hermanos, en fin, todos aquellos unidos por lazos de consanguinidad  o afinidad.

4.- El hijo o la hija, es posible que convivan en compañía de su madre y de su padre, o solamente con uno de ellos. La cohabitación crea lazos entrañables que no se dan cuando los descendientes viven con uno solo de sus progenitores.

5.- No resulta fácil predecir o descubrir los sentimientos de una persona; suponer su forma de sentir; acertar o no en sus afectos; su disposición o estado de ánimo, lo mismo que hablar de su buen corazón o buena voluntad.

6.- Es de suponer, que el padre y la madre que han transmitido a su hija o hijo total y profundo cariño, como contrapartida, reciban absoluto y permanente afecto; manifestación de entrega para siempre y sin caducidad.

II.- Se presume la buena relación de padres e hijos que se han criado juntos

7.- La especie humana no está acompañada   de todas las cualidades deseables y requeridas, por lo que no existe el hombre o la mujer sin defecto o tacha. De todas maneras hay que presumir la parte bonita del alma, no la fea.

8.-  De las hijas y los hijos, que han nacido, formado y desarrollado bajo el cuidado y común mimo de sus progenitores, es posible formarse juicios probables, de que les dispensarán  sincero cariño.

9.- Papá y mamá, que hicieron de acompañantes sin fin de sus niños y niñas, ya hoy adultos, lo menos que de estos esperan es, ya al final de su existencia, que les den una voz de aliento acompañada de parabienes.

10.- Papi y mamá, tienen justos motivos para suponer ser merecedores, de una mínima parte, de las tantas demostraciones de afectos que con profusión y franqueza dieron a sus descendientes.

11.- Los ascendientes, que a su hija e hijo, en su período de niñas y niños brindaron las más finas pruebas de comprensión y cariño, suponían en su vejez ser dignos de palabras que alegraran su espíritu.

12.- Los padres, llegados a su ancianidad, se formaron las falsas ideas de que privados de fuerzas, físicamente abatidos por los años vividos, y golpeados por los achaques, encontrarían   en sus descendientes la solidaridad que les enseñaron.

13.- Esos dos viejitos, el papá y la mamá, que fueron personas dedicadas por entero a su hijo e hija, hoy están desilusionados y tristes, al sentirse olvidados, y solamente acompañados de melancolía.

14.- Los padres no esperaban de sus hijos e hijas, que les resolvieran problemas económicos; les basta que sus descendientes se comporten sensibles, compasivos con quienes les hicieron la vida alegre y complacieron plenamente en sus deseos.

III.- Los padres que se quedaron abandonados

15.- Los ascendientes conocen la dura realidad, cuando en verdad necesitan de sus hijas e hijos, no cuestiones materiales, sino que se comporten con fácil trato, afables, precisamente con quienes les enseñaron a ser sociables.

16.- Tristeza motiva el caso de los padres que desde siempre se mantuvieron ahí, pegaditos de sus hijas e hijos, para que no tuvieran que encogerse para resguardarse del frío, porque mamá y papá les sirvieron de abrigo.

17.- Papi y mami,  que dieron los mejores años de su existencia a sus descendientes, cuidándoles con todo celo, transmitiéndoles calor humano y resguardándoles a cada momento, ahora, en su vejez, están desamparados, indefensos, convertidos en sus propios y únicos guardianes.

18.- Estos dos padres, que con su hija e hijo mantuvieron fluida comunicación, haciéndoles saber lo que ocurría en el país y en el extranjero; siempre extrovertidos; de viva voz, transmitiéndoles informaciones y conocimientos, ahora resulta que se encuentran con que su prole es introvertida, muy reservada.

19.- Papá y mamá, convivieron en todo momento con sus descendientes, coexistieron en el mismo hogar de manera reiterada, sin pausa alguna. La cohabitación de padres e hijos, se mantuvo hasta que la jovencita y el jovencito decidieron hacer vida independiente, luego de recibir un trato de absoluta cercanía. 

Ideas finales

20.- Ante la inmediación que existió entre padres e hijos, ahora sorprende la dejadez, el descuido de la hija y el hijo con relación a sus ascendientes.

21.- La campechanía, la familiaridad de como papi y mami formaron a su hija e hijo, llama la atención el retorcimiento de conducta, la ausencia de transparencia que hoy muestra la prole ante sus padres. La naturalidad y la franqueza las espantaron los hijos del lado de sus padres.

22.- Mami y papi, que criaron a su hija y a su hijo, en una casa rebosada de alegría, donde su descendencia compartía sanamente con amiguitas y amiguitos, hoy, ya dos viejitos, están en el mismo hogar, pero viviendo solos, como en un asilo de huérfanos. Basta con decir,  ¡caramba, cómo cambian los tiempos, quién lo diría!