Ese Jean que recorre el Bulevar de Clichy o la rue Lepic de un París en blanco y negro precede en más de medio siglo a otro “Jean”, esta vez caribeño y a todo color, que trata de ganarse la vida en el malecón de Santo Domingo.

Sin embargo vincularles es casi inevitable, pues ellos no sólo comparten nombre, sino que sus historias también resultan parecidas, hilvanadas con conflictos similares en su esencia y abocadas a desenlaces afines. Nada importa que las separen tantos años, de estos en los que todo parece cambiar constante y aceleradamente. Ambas son historias de inmigrantes. Inmigrantes de muy baja gama, en sociedades que les explotan y rechazan. Ambos son arquetipos revelados con fuerza por la acuciosa mirada de un cine nada complaciente, con películas muy diferentes en sus búsquedas plásticas y conceptuales.

Una de ellas es Oh, Sol! (Soleil Ô, 1967), un manifiesto cinematográfico impactante, vanguardista en su propuesta formal y visionario en su exploración de la condición humana. Ópera Prima del director mauritano Med Hondo, se estrenó en la Semana de la Crítica del 23 Festival de Cannes y recibió el Leopardo de Oro del Festival de Locarno, en 1970.

Es la historia de un “Visitante” africano, rebautizado como Jean en una especie de performance de conversión cristiana, que al llegar a París, hinchado el pecho de magníficas expectativas exclama “Dulce Francia, venir a ti, es venir a mi casa!”.

Pero aunque sea experto contable, aprecie del jazz, cite a Shakespeare, Moliere y Chejov y pueda discutir sobre Aimé Césaire y Frantz Fanon, tan pronto Jean intenta encontrar trabajo y espacio para vivir, París le despierta de su ensoñación ingenua con indiferencia, desprecio y rechazo brutales.

El “visitante” Jean (Robert Liensol)

Nada de esto lleva a un filme de denso discurso político y lacrimógena entonación. El rico entramado visual y sonoro con que Hondo narra su historia combina los más diversos recursos expresivos, sin ceñirse a ningún paradigma. La película, rodada con escaso presupuesto a lo largo de cuatro años y empapada en la libertad creativa y la rebeldía de la Nueva Ola y el Cinema Verité, abre con una animación minimalista que plantea toda una tesis política sobre colonización y alienación; con organicidad integra el docudrama y el reportaje, la farsa y la comedia física, el musical y el melodrama, el ritual litúrgico y el performance, el análisis sociopolítico y la sátira mordaz.

Este collage cinematográfico transpira en cada plano una vitalidad irreverente cargada de humor negro, sarcasmo no siempre sutil y punzante ironía. La precisión y destreza narrativa del montaje, junto a la ingeniosa y eficiente banda sonora, nunca ilustrativa ni edulcorante, siempre sumando resonancias al sentido de la imagen, hacen fluir un discurso que con frecuencia bordea la intencionalidad subrayada de la arenga política y la denuncia social.

Restaurada con fondos de la Georges Lucas Family Foundation y The film foundation’s World Cinema Project, Oh, sol! fue presentada nuevamente en 2017 en los festivales de Cannes y Londres, así como en Berlin en el 2020, coincidiendo la crítica en que la vigencia de la película no ha hecho más que aumentar con el tiempo. De hecho en el Festival de Cannes 2017 fue considerada “Un ataque como un latigazo contra el colonialismo”, siendo justo recordar que en su momento fue prohibida por mandatarios de varios países africanos y su exhibición en Francia también obstaculizada.

Suerte similar corrieron otras películas Med Hondo, por ejemplo su drama épico Sarraounia (1986), sobre la reina de los Aznas de Nigeria a finales del siglo XIX, quien no obstante su juventud, y a diferencia de líderes políticos mundiales actuales, comprendió y supo desmontar la táctica del “divide y vencerás” de sus enemigos, logrando con sus guerreros frenar temporalmente el expansionismo colonial francés en su territorio.

Pero a pesar de recibir el Gran Premio “Yennenga” del Festival Panafricano de Cine y Televisión de Uagadugú (Burkina Fassó), el Premio de la Organización para la Unidad Africana y el Premio a la Mejor Película en el Festival de Cine de Londres de 1988, entre otros, la película llevó a la quiebra a la compañía productora de Hondo, debido en gran parte a las trabas a su distribución y exhibición.

Med Hondo.

Med Hondo, que se forjó en Francia como actor y director de teatro, desempeñó pequeños roles para directores como Godard, Huston y Costa Gavras; logró bastante solvencia económica con el doblaje de voz de estrellas como Eddie Murphy, Morgan Freeman, Laurence Fishburne, Fred Williamson y muchos otros, lo que le ayudó a financiar sus películas y lograr una obra visceral, que brota de su propia experiencia existencial, de su necesidad de denuncia y su fe en la posibilidad de transformación humana.

Resulta irónico que el título Oh, sol!, que hoy parece evocar reclamos de un resort tropical exclusivo, proviene sin embargo de antiguos cantos que relatan la tragedia inhumana de los africanos traídos como esclavos al Caribe en el siglo XVIII, desde el remoto reino de Dahomey.

Y en pleno siglo XXI, bajo el sol del Caribe, desanda las calles de Santo Domingo el otro Jean, el inmigrante que ha impactado las pantallas del mundo transfigurado en Jean Gentil, héroe de la película homónima de Laura Guzmán e Israel Cárdenas, Mención Especial del Jurado en el festival de Venecia 2010 y premiada en ocho festivales internacionales.

Aunque paridos por la misma tragedia, junto a las similitudes señaladas destacan las significativas diferencias entre ambos personajes y entre los universos fílmicos y visiones autorales que les han engendrado.

Oh, sol! es un manifiesto fílmico de actualidad apabullante, entrañable más allá de sus posibles excesos, brillante y justiciero. Conceptualmente apuntalado por las ideas de Aimé Césaire y Franz Fanon sobre colonialismo y racismo, marginación, desigualdad social y alienación, culmina con una simbólica escapada del héroe, abandonando la ciudad, las luces y los trenes, entre árboles y carteles en llamas con imágenes de Lumumba, Guevara, Malcolm X, Amílcar Cabral y otros revolucionarios míticos, en un clamor global de rebelión.

Jean Gentil, en cambio, es un poema que no esgrime certezas, ni pretende sentencias que no sean las que brotan del apego sagrado a la dignidad y hermandad humanas; la película escarba la misma tragedia que Oh, sol!, pero su indagación recurre a otra narrativa, tejida más con intuición y empatía que con análisis intelectual. La imagen audiovisual genera resonancias, niveles de lectura profundos, sutiles y complejos, de especial impacto emocional.

Laura Guzmán e Israel Cárdenas

A Jean Remy el hambre y la desesperanza le obligan a quemar su diploma para poder cocinar un ñame; expulsado del infierno urbano atraviesa montes y deambula entre cocoteros por una playa lejana y solitaria, con el rugido del mar como única respuesta a las preguntas y plegarias que dirige a un Dios silente. En cierta forma, la problemática sociopolítica deviene en indagación metafísica.

Con un toque neorrealista tras la oreja, Jean Gentil es una película que conmueve por su autenticidad documental, el rico laconismo de su narrativa y la fuerza expresiva de un lirismo que brota de lo simple y cotidiano.

Aunque como ya se señaló resulta lícita la percepción de un vínculo particular entre Oh, sol! y Jean Gentil, cierto es que la cinematografía dominicana desde su nacimiento ha mostrado sensibilidad y un arraigado interés por la temática migratoria y las profundas, dolorosas y aberrantes incongruencias aun predominantes en lo que podríamos llamar la “realidad postcolonial” mundial. Películas como Un pasaje de ida, Nueva Yol, Perejil, Malpaso y Miriam miente entre otras, de diferentes géneros y factura artística, son prueba de ello.

Y cuando por sobre los espectaculares avances de la ciencia y la conciencia global de sagrado respeto a la dignidad humana se impone el sinsentido belicista, y cuando parecemos olvidar que los migrantes no son causa original de problemas, sino que son las víctimas de siglos de explotación, discriminación, marginación e indolencia, quisiera uno pensar que la revisión de películas como estas quizás nos ayude a mantener viva la fe en el espíritu humano. ¿Pero quién sabe?