No exagero si digo que cientos de millones de personas no pueden iniciar su día sin una taza de café. Todas las exportaciones a todos los destinos fueron en 2021 de 10,7 millones de sacos de 60 kg. Como muestran las evidencias, mucha gente se ha acostumbrado a beberlo en la mañana. He visto en las redes sociales a grandes celebridades –y ahora influencers– que sirven de imagen para estas marcas (tan famosas como ellas).
En compañía de unos entrañables amigos, la asistente de Google, un aparatito pequeño de tecnología a lo último (Nest Mini), me responde con su clara voz: “las variantes son el arábigo, el robusta, el café extensa, el café libérica. Sin embargo, los más conocidos y mercadeados a nivel mundial son los dos primeros”.
En el libro de Lepelletier de Saint Remy se notan varios detalles: por un lado, el historiador nos habla de Paysse y Chevenix, que hicieron un análisis de la torrefacción del café, así como de sus variantes. Cita a un hábil químico alemán que en 1844, el señor Rocheler, “comprobó (Journal of pharmacie), la composición de las materias grasas del café, del que efectivamente retiró, por saponificación, ácido de palmitina y ácido oleico: mostró que el café no contiene resina; por fin, indicó la presencia de una sustancia nitrogenada, la legúmina, y consideró al tejido resistente como formado por completo de una de las sustancias leñosas que he hecho conocer”. Más atrás en el texto, el auditor en el Consejo de Estado Saint Remy nos dice que las variantes son, para aquella época: el Moka, el Martinica, el Guadalupe, el Borbón, el Cayena y el Santo Domingo. Como sabemos, el cafeto tiene su origen en el cuerno de Africa, en Etiopía en la provincia de Kaffa.
En el libro de Lepelletier está claro: en la época colonial, esta planta tenía una importancia mayor. Esa importancia, que habrán visto otros, se ve en su lejano escrito y solo tenemos que notar la cantidad exportada a la metrópoli: Santo Domingo, 68,151,180; La Martinica, 9,611,220; La Guadalupe, 3710, 850; Bourbon (Reunión): 4,000,000 libras en 1789, cifras suministradas por las estadísticas del departamento de la marina.
Como en otras ciudades del mundo, en algunos lugares de Santo Domingo se expende la famosa bebida en un ambiente que tiene mucho de placentero. En una visita hemos notado que el detalle está en la manera en que es presentado. Anexo una foto sobre este café, tomada por una usuaria inteligente con su celular. Me imagino con una taza de este café “de diseño”, mirando las figuritas que les ponen en estos lugares: un avión para la viajera, un corazón para la romántica. Es un momento de deleite y de compartir con colegas o amigos.
No he visto en la cuenta de Instagram que esta estrella que mencioné arriba –es una actriz famosa–, reciba algún pago de estas grandes casas cafetaleras. Es como que el anuncio ha caído por gravedad: ha sido una colaboración doble. En todo caso, la pregunta surge: bebían cafés nuestros mandatarios? Preferían un Moka o un Latte, a un Expresso? Desde hace mucho, conozco a empresarios de la zona norte del país, metidos en las montañas, que venden su preciado fruto a grandes corporaciones internacionales. Como es sabido hay varias máquinas de hacerlo que han sido muy vendidas en muchos mercados (el modelo básico cuesta 150 dólares).
Hay gente que se vanagloria de tomar muchas tazas al día. Los médicos que pertenecen a la vieja escuela griega, dirán que los excesos no son buenos de ninguna manera. Sin embargo, una taza de café al día parece ser que no hará daño. Los que van a estos establecimientos donde se lo vende en compañía de donas y dulces (también croissants), saben la diferencia que pagan en ese lugar. Estos lugares están llenos en algunos momentos del día, un éxito total.
La experiencia del consumidor, asunto analizado postmortem por los mercadólogos, tiene mucho que decirnos en cuanto a la visita a estos lugares. En ciudades modernas, la gente los tiene en mucho valor porque lo tienen, haciendo gala del pertinente aserto que tiene tanta razón: “la vida se trata de detalles”. “Sentémonos a tomar un café”, podría ser la frase de una empresaria que tiene en mente compartir sus últimas experiencias. Para ella, se trata de estar cómoda y beber una infusión que puede crear adicción, como hemos dejado entrever en esta nota. Lo que ella sabe es que quiere estar relajada. Pero no es una paradoja sabiendo que el café la pone más activa? Que sea todo por el sabor. Sus compañeras piensan que esta es una experiencia única. Cuentan historias de sus hijos, y mil temas.
Los datos mundiales del grano son asidero para hablar de un “universo cafetalero” que tiene mucho de parecido a otros mercados: hay que cortar el fruto, y este tiene que pasar por un proceso de industrialización, algo que nos emparenta el tema con otros productos de la mesa o la pos-mesa: el azúcar, por ejemplo. En la otra mano, surge entonces la noción de que a una gran parte de los bebedores de café se les antoja con un poco o un mucho de azúcar, es decir que esta acompaña al café de modo que podría ser entendido que son indisolubles.
“Si, por favor una taza del cortadito”, podría decir una chica moderna que tenga como costumbre experimentar con la notoria variedad de sabores que hoy vemos en estas famosas tiendas: Mocca, Irish, Latte, Frappé, Azteca, Vienes, Lungo, Americano, Cappucino, Expresso, Ristretto, Carajillo, Café con Leche, entre otros.
En grandes ciudades, lo cierto es que estas tiendas son una opción de negocio que no deja de atraer al empresario ávido, a la chica que lee algo misterioso o al inversionista que quiere duplicar sus ganancias. Miro en este lugar un partido de fútbol (estamos en la última semana de los octavos de final de la Champions). Pienso que en este mismo lugar se trasmitirá a casa llena el mundial de este año, con gran aclamación de la fanaticada y por supuesto con algunas tazas.