Nadie pone en duda que ser marinero en nuestra Armada es una profesión honorable. La gloria de haber vencido a las goletas haitianas en la batalla de Tortuguero en el 1844 sentó ese precedente. Pero hoy día aparenta que ese lema se pone muy en entredicho con el colosal retraso de la mudanza de sus instalaciones militares de Sans Souci. Su inexplicable permanencia en el lugar no solo castra el enorme potencial de la Ciudad Primada de América para aprovecharse de la industria de cruceros, sino que también impide el disfrute popular de su magnífica playa.
Fue en el 2005 que el Congreso concedió a la empresa Inversiones Turísticas de Sans Souci (ITSS) el uso por 40 años de unos 495,000 metros cuadrados de terreno en ese enclave para desarrollar un monstruoso proyecto turístico. Este no solo prometía inversiones de hasta US$2,200 millones en desarrollo urbano e inmobiliario, sino que también pondría el puerto de Santo Domingo a recibir varios cruceros a la semana. Ambos componentes prometían dinamizar significativamente la economía de la ciudad. Hace ya 16 años de la concesión y, aunque las terminales de cruceros se construyeron, la quimérica promesa de ese proyecto no llega a materializarse.
En muchas ocasiones se ha comentado en los corrillos turísticos que la traba principal para que el proyecto arranque en grande es precisamente que no se mudan las instalaciones de la Armada (Base Naval 27 de febrero y Academia Naval). Ellas ocupan los terrenos que son el meollo del proyecto, además de que su permanencia congela el uso del saliente de Sans Souci para fines recreacionales de la población. Un reporte de Diario Libre del 2016 anunciaba que se comenzarían a mudar en 90 días, pero al este no concretarse otro del 2018 decía: “Después de diez años de haberse puesto en marcha el proyecto que busca trasladar una parte de las instalaciones de la Armada de la República Dominicana al municipio de Boca Chica, todavía no se tiene una fecha exacta de cuando iniciará ese “éxodo”.
Tres años más tarde no se ven aprestos para la mudanza todavía, aunque hace por lo menos tres años que están listas las nuevas instalaciones donde se ubicarían en Boca Chica (ver gráficos). Cuando se indaga en varios litorales la razón de la desidia se obtienen diferentes versiones, todas con un tinte de inverosimilitud. Una primera hipótesis da cuenta de que el gobierno no ha dispuesto los fondos para comprar el mobiliario de las nuevas instalaciones, pero eso es difícil de creer porque no son enormes los fondos necesarios. La segunda es que los estamentos superiores de la Armada exigen una compensación (ya sea oficial o no) para obtemperar, pero eso tampoco parece creíble porque han pasado varias jefaturas de ese cuerpo y se hace difícil creer que todas exigieran eso.
La tercera tiene que ver con el negocio de recibo y despacho de carga que se deposita en los terrenos adyacentes a la Terminal Turística Sans Souci. Se reporta que quienes usufructúan ese negocio obstaculizan el despegue del proyecto de ITSS por conveniencia propia. (No se especifica si los dueños de ese negocio son empresarios o militares, pero el Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes autorizó en febrero 2020 a la empresa Sans Souci Ports, S.A. la operación de un Almacén General de Deposito y ese muelle maneja la mayor cantidad de vehículos importados) A todo lo anterior se añade la externalidad de que dos prominentes ministros del gobierno están involucrados en el proyecto original.
Lo anterior sugiere la urgente necesidad de diafanizar la situación relativa al proyecto de ITSS. Resulta insólito e inaceptable que en el puerto de San Juan de Puerto Rico siempre hay cuatro o cinco cruceros pernoctando y en Sans Souci raras veces se ve uno. Eso comporta una pérdida de ingresos – provenientes de los gastos locales de los cruceristas—de por lo menos US$100 millones anualmente, lo cual impide el desarrollo de la economía de la ciudad. Y ahora que el presidente Abinader ha anunciado que la empresa española IFEMA construirá un centro de convenciones que atraerá muchos eventos importantes es más necesario todavía que tengamos las dos terminales de cruceros operando a máxima capacidad.
Sin embargo, diafanizar la situación del proyecto mencionado no es suficiente. Se requiere tambien que el mismo sea modificado para que el saliente que contiene la playa no sea privatizado. (Se tiene noticia de que el proyecto ya sufrió una modificación hace unos años cuando el Ministerio de Cultura, por recomendación de la UNESCO, exigió la reducción de la altura de los edificios a ser construidos.) Esa playa debe ser acondicionada para el disfrute del pueblo llano, además de los visitantes de los cruceros y los huéspedes hoteleros extranjeros de la ciudad que pudiesen interesarse.
La Armada no podría sentirse lesionada por la amputación de los predios playeros porque de todos modos esta supuesta a abandonarlos con motivo de su esperada mudanza. Los propietarios de ITSS tampoco tendrían razón de que le restaran ese pedazo porque la dilación de su proyecto lo justifica. Por el contrario, desarrollar esa playa para el disfrute de los habitantes de la ciudad añadiría cache a quienes eventualmente habiten los apartamentos y villas del proyecto. La reciente habilitación del espigón del puerto como área de recreo permitiría un disfrute ampliado del lugar para las familias.
De cualquier modo, no es de ahora el sueño de poder usar a Sans Souci como una playa de recreo capitalino. En el 1982 cuando José Francisco Pena Gómez era el Sindico del Distrito se visualizó el proyecto y se contrató una empresa francesa de ingeniería (Sogreah) para diseñarlo. El resultado incluyó una extensión del área de playa y una ampliación de su franja (ver gráficos). El presupuesto del proyecto ascendió a unos US$17 millones de ese entonces, lo cual podría estimarse en unos US$50 cuarenta años más tarde. Eso esta al alcance no solo de las posibilidades del gobierno central y de las autoridades municipales, sino que también podría realizarlo una alianza público-privada, aunque eso implicará el cobro de una modesta suma por su uso.
Por lo anterior se deduce que la Armada debe despojarse del velo de misterio que implica su permanencia en Sans Souci. De nada le vale resguardar nuestras costas en múltiples destacamentos de vigilancia en diferentes puntos del país, atrapar las yolas de los migrantes ilegales que ansían llegar a las costas de Puerto Rico para satisfacer sus apetencias de redención económica y ocasionalmente capturar alguna embarcación del narcotráfico. Esas son las únicas tres tareas de su trajinar actual, la cuales no se comparan ni por asomo a las hazanas bélicas de Cambiaso, Maggiolo y Acosta, sus tres ilustres fundadores.
La heroicidad que se le exige ahora a la Armada es que destraben el desarrollo de un sitio tan emblemático y de tanto potencial económico como Sans Souci. Sin esa heroicidad la Armada no podrá proyectarse como “una profesión honorable”.