«Aunque en este país no se fundó ningún círculo cultural árabe, los libaneses y sus descendientes no olvidan El Líbano que, como Haití, es también un país de altas montañas. », Roberto Khatlab
Comentando recientemente la calidad de una publicación sobre fotografía militar durante la primera ocupación estadounidense (1915-34), escribí «en un país donde cada generación sueña con borrar las iniciativas de los mayores y pioneros, los archivos fotográficos constituyen un espacio de gran importancia. » Todavía no había leído el artículo de la Dra. Rosario Espinal, «Mis bisabuelos libaneses, hace más de 100 años.» Le escribí a la autora para felicitarla «mi bisabuelo materno viajó desde El Líbano hacia la República Dominicana.»
En el certificado de nacimiento de una de sus hijas se le identifica en marzo de 1915 como « dominicano adulto residente en Santo Domingo y domiciliado en Petit-Goâve.» Cuando se estableció en Petit-Goâve hizo inversiones en la fabricación de ropas y productos textiles. En un país donde cada gobierno se autodenomina «revolución» y muchas veces desea quemar – y lo consigue…– todo lo que se hizo antes, descubrir los rostros de nuestros antepasados del siglo XIX y principios del XX lleva perfume de milagro y bendición. En la mayoría de las familias inmigrantes, alguien se vuelve con el tiempo archivo familiar. Nunca supe por qué mi madre se complacía en contarme la historia de la familia y presentarme -yo tenía 5 o 6 años- a otras familias libanesas que tenían sus tiendas en Puerto Príncipe. El año pasado, uno de los decanos de la comunidad me invitó a viajar al Líbano para comprender mejor la extraordinaria migración que ocurrió hace más de un siglo. Todavía no estoy preparado – creo sinceramente –.
En un país donde la propaganda gubernamental hace mucho ruido en torno a una supuesta y única africanidad (sin especificar de qué lugar de África…), el estudio de la diversidad nos permite comprender mejor nuestras complejidades. «La presión llegó a ser tal que en 1903 se aprobó una ley gubernamental. Se les dio seis meses (a los sirios y libaneses, ndt) para cerrar sus negocios y varios de ellos fueron expulsados bajo los gobiernos de Nord Alexis (1902-1908) y Cincinnatus Leconte (1911-1912). Regresaron con los estadounidenses, que ocuparon el país de 1915 a 1934. Estos últimos los veían como buenos comerciantes. Posteriormente, bajo la dictadura de François Duvalier (1957-1971), fueron considerados aliados políticos contra la burguesía opositora y, por tanto, continuaron residiendo tranquilamente en el país.» Roberto Khatlab, La saga de los libaneses en Haití, en fr, OLJ, 15 de diciembre de 2008.
En las estadísticas de octubre de 2023 de la COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados), Haití está a la cabeza con 41.523 refugiados. Realidades que no aparecen en los titulares ni en las conversaciones. Las luchas de nuestros bisabuelos nos construyeron de manera diferente. Sin duda, quienes son plenamente conscientes de sus raíces logran comprender mejor las tragedias actuales.
ndt: nota del traductor