La política exterior del gobierno de Luis Abinader es desconocida por el pueblo dominicano. En tres años de administración los temas centrales que preocupan a la región y al mundo están ausentes; no sabemos, por ejemplo, qué piensan las autoridades respecto a la recomposición de los mercados, la creación o fortalecimiento de articulaciones estatales y el papel que debemos jugar frente a esta nueva realidad geopolítica, porque a pocos días de su llegada al Palacio Nacional y tras anunciar el traslado de nuestra legación de Tel Aviv a Jerusalén, en violación a los acuerdos de las Naciones Unidos, se anunció al país que la política exterior de la nueva administración estaría alineada a los Estados Unidos; o lo que es lo mismo, no tendríamos una política exterior independiente.
Las únicas expresiones conocidas en materia de política exterior de relevancia son las posiciones públicas respecto a la situación haitiana; las que, sin embargo, no se corresponden con sus acciones. Y es que la forma recurrente en que el gobierno echa manos al discurso haitiano asociando a un tema de seguridad nacional, más que parte de una política exterior, es un recurso de distracción que procura alinear a la oposición y a la población entorno a un llamado de “unidad nacional” para enfrentar la migración y la supuesta amenaza que representa el vecino país para la seguridad nacional e integridad territorial.
No obstante, en la práctica, y a pesar del relato sostenido desde el ascenso al poder, el Gobierno sometió el controversial proyecto de Trata de Personas, Explotación y Tráfico Ilícito de Migrantes que comprometía nuestra soberanía e integridad territorial. Y así, en la misma línea de comportamiento, anuncia el cierre de la frontera y la suspensión de visas para los haitianos cuando todos sabemos que en los más de tres años de administración se han entregado cerca de 400 mil documentos de este tipo, muchos de ellos con los consulados cerrados, a lo que se suma la entrada irregular de ciudadanos haitianos.
La cuestión del río Dajabón ha venido a convertirse en parte de la saga, pues mientras se arma todo un escándalo por su desvío, el país recuerda que en 2021 la Comisión Mixta Bilateral firmó un acuerdo en el que se afirmó que “la obra iniciada en el río Dajabón o Masacre para la captación de agua no consiste en un desvío del cauce del río” como públicó el Listín Diario el 29 de mayo del 2021.
Lo que vemos es un discurso que va por un lado y una práctica que va por otro, porque, en el fondo, de lo que se trata es de magnificar situaciones de desencuentros habituales para vender la idea de una gran crisis y con ello manipular a la población para que se olvide de los altos precios de los productos de consumo y los servicios, de los apagones y el incremento de la tarifa eléctrica; para que el pueblo dominicano no se entere de que la economía se contrae, de que los sistemas educativo y de salud se desploman, para que la gente olvide que los servicios públicos, como la entrega de pasaportes, se han deteriorado y que la inseguridad ciudadana se expresa en una paranoica colectiva.
El Gobierno recurre al clásico recurso de buscar un enemigo externo para crear crisis artificiales cuando los apuros internos le ponen en situación de fragilidad. Pero a pesar de ello y sin caer en manipulaciones, debe quedar claro el compromiso del pueblo dominicano con la defensa de la soberanía nacional e integridad territorial y el rechazo al propósito de instrumentalizar el tema haitiano con fines políticos claramente reeleccionistas.