Los Estados Unidos se están pareciendo cada vez más a América Latina.  En este ciclo electoral norteamericano que se acaba de cerrar vimos algo que no sucedía antes: la protección de las propiedades con planchas de madera para evitar daños en caso de disturbios. Como si se tratara de caribeños preparándose para el paso de un huracán, la gente que había vivido los eventos en torno a George Floyd y al Capitolio no estaba dispuesta a arriesgar sus bienes. Afortunadamente, los temores fueron infundados, con unos resultados tan contundentes que no hubo espacio para alegatos ni discusiones y la perdedora pronunció un discurso pletórico de elegancia.

Ha sido precisamente de boca de uno de los hombres de origen latinoamericano que fueron tan importantes para la victoria de Trump, que escuché la preocupación de que este nuevo régimen tenga poco contrapeso, a la usanza de los peores momentos de América Latina.  Sabemos que el próximo presidente fue electo por el voto popular y por el voto indirecto, algo que los republicanos no habían hecho desde hacía décadas; que su partido mejoró la participación en ambas cámaras y en la cantidad de gobernaciones estatales y que cuenta con tres miembros de la Suprema Corte de Justicia amén de numerosos jueces propuestos precisamente bajo su anterior mandato.  Sin habérselo propuesto, fue como si los republicanos hubieran escuchado y hecho suya la fórmula del profesor Juan Bosch: “Dictadura con respaldo popular” para administrar el país.

Sin embargo, estas similitudes entre América Latina y los EEUU no son solo sociopolíticas, sino también ecológicas. Desde Alaska hasta Tierra de Fuego todos estamos padeciendo los efectos del cambio climático visibles en el aumento de las medias de la temperatura, en la migración de flores e insectos y en el registro de ciclones cada vez más devastadores, como el “Helene” reseñado directamente por Donald Trump en su discurso de victoria el martes en la noche.

Aquí, que en los últimos dos noviembres hemos vivido los efectos de aguaceros torrenciales, somos muy conscientes de esos fenómenos.  Esperamos que este nuevo período presidencial preserve los mejores aspectos de la colaboración entre América Latina y los EEUU y que el nuevo amanecer no solo sea político sino también ecológico, o, tomando las palabras del presidente electo que su deseo de “Sanar al país” se haga de manera integral.