Recuerdo haber publicado un artículo con ese título cuando se presentó el primer borrador de la modificación del Código Trujillo de Trabajo, como siempre se refería a esa pieza que se buscaba cambiar en los procesos de reforma de los años noventa.
La intención del título era que podíamos terminar como el plan meticuloso y detallado de una tienda cubana que pone a los clientes a pasar por una docena de departamentos especializados hasta llegar al que tiene los zapatos color negro, mocasines, taco de tachuelas del mismo color que la suela y para ir a bailar son los domingos en piso de cemento.
Por supuesto, de ese modelo no había, pero le quedaba al resignado compañero revolucionario el consuelo de salir con el mismo zapato roto que llegó, pero maravillado de la perfecta organización del modelo de producción socialista. Explicaba que un código con beneficios extrasalariales tan absurdos provocaría la destrucción de empleos formales. Tremendo código, pero no hay ofertas de trabajo.
En la búsqueda del consenso agripinado de las estrellas se bajaron a la luna las peticiones económicas y solo se quedó apelar al sentido común y la sensatez para que los cambios procesales en los litigios laborales no convirtieran las cortes en paredón empresarial.
El mercado laboral dominicano hoy, más de tres décadas después aprobada esa legislación, se caracteriza por un alto grado de informalidad. Una prueba irrefragable de que el total del costo contratar de mano de obra no ha estado en sintonía con las realidades de la actividad económica, de manera especial en el caso de la cesantía.
Lo explico ampliando el caso de Fernando, con diez años de empleo formal en una empresa que opera sin ningún privilegio especial cortesía de legislaciones garantizan la generación de utilidades. En esta empresa, donde cada peso llega por la elección libre de consumidores cuando compran los productos, empezó a laborar con RD$17 mil mensuales. En la columna dos está la evolución de su salario durante diez años en que la política de la empresa hace ajustes por inflación más un porcentaje en consonancia con su plan de negocios.
Tanto Fernando como su empleador llevan los cálculos anuales de los pagos por concepto de preaviso y cesantía que establece el código como compensación al trabajador cuando el empleador termina sin dar explicación el contrato laboral.
El primero es muy sencillo. El preaviso es una constante de 28 días después de cumplido el primer año y es una compensación automática porque es raro que se anticipe la noticia de la desvinculación.
En la cesantía los días aumentan con la antigüedad y en la cuarta columna de la tabla Fernando ve como durante los primeros cuatro años era de 21 días, pasa a 115 al cumplir cinco años, aumenta todos los años y hoy, al cumplir diez años, los días son el doble de los que tenía acumulado al cumplir cinco años.
¿Por qué? Es marxismo básico, el empresario es un explotador que se queda con la plusvalía corresponde enteramente al trabajador y esta es una forma de extraer su ganancia justa cuando decida mostrar al trabajador la puerta para salir sin explicación.
Lógica actuarial no existe. Es una simple tabla arbitraria resultado de un tirijala entre representantes de colectivos para que Fernando hoy agradezca a los de la clase obrera que si lo despiden sin motivo recibirá casi trescientos mil pesos de cesantía que equivalen a once meses sin trabajar a su salario actual.
Esos pagos de preaviso y cesantía los empresarios los computan en el costo total de contratar trabajadores, de la misma forma que imputa a bienes de capital todo gasto para adquirir o mantener maquinarias y equipos. Es una cuestión de supervivencia para poder costear con precisión el producto que presentará a consumidores.
Por esta razón la lógica económica permite explicar situaciones que a la prensa llegan como denuncias o quejas sobre la cesantía, que ciertamente es un derecho adquirido del trabajador (imposible ignorar porque la ley no es potestativa), pero que los empresarios tienen derecho también a maniobrar para para mitigar sus efectos.
Una de las más frecuentes, “en cinco años no me han aumentado ni mil pesos.”, tiene su origen en esto.
Los empresarios deben tener todos los años una estimación de las erogaciones por cesantía y tendrá que operar con un efectivo mayor que un competidor con una fuerza laboral de menor antigüedad.
El gasto mayor inducido, obviamente, lo pondrá en condición menos favorable que el competidor para las inversiones en mejorar la productividad con mayor gasto de capital. Esa desventaja puede provocar disminución en la calidad de los productos y caída de las ventas que afectará los planes de expansión y hasta la propia supervivencia de la empresa. ¿Se quedará de brazos cruzados?
No, en el caso del ejemplo de Fernando la primera tabla no será la real de sus datos. Su patrón lo aprecia, valora su trabajo y hubiese estado dispuesto a que sus salarios reflejaran los aumentos mostrados por inflación y productividad. Sin embargo, por la hemorragia de fondos que lo obligaría la ley en caso de cesantía hace una planificación diferente de los aumentos.
Del año cuatro al seis mantiene fijo el salario en RD$19,700, apenas sube trescientos pesos para los próximos tres años y quinientos pesos para el décimo año cuando su salario alcanza RD$21,500 en vez de los RD$30 mil que pudiera ser su salario si no existiera tan gran divorcio entre los pagos de cesantía y lo que aguanta el costo laboral en esa actividad.
El empresario así se cubre con un ahorro de RD$82 mil y el trabajador se queda, en realidad, más expuesto a perderlo todo. ¿Por qué? Como la decisión del empleador coloca su salario por debajo de sus pares en la competencia, estudiará posibles ofertas y si decide tomarlas al renunciar saldrá por la puerta solo con sus efectos personales en una fundita, sin la cita para recoger las prestaciones en menos de diez días.
Fernando se irá a empresas formales que es casi seguro ofrezcan el salario de RD$30 mil a empleados de nuevo ingreso con sus competencias (nueve mil pesos más que lo que ahora recibe con su salario ha aumentado en menos de mil pesos en cinco años gracias a “los camaradas de la clase obrera y los intelectuales socialistas” que tuvieron la visión de protegerlo hace treinta años).
También es posible que empresarios “semiformales” estén ofreciendo el mismo salario que tiene ahora (RD$21,500) más un adicional en efectivo para completar los treinta mil (por debajo de la mesa) con la finalidad que los costos laborales extras tengan una menor base.
Con sorpresa escucho que la cesantía se estará dejando para después, que no se tocará por ahora. Grave error que terminemos ahora con una reforma socialista en esteroides con más vacaciones, más días de licencias y otras “conquistas laborales”, que seguirá aumentando la informalidad en el mercado laboral, y se deje para después una solución financiera favorable para los empresarios y los trabajadores, viable si con un conjuro se saca al marxismo y al mercantilismo de los debates.