Drogas, accidentes de tránsito, desempleo. Así de tajante, sin titubeos, ha respondido la joven estudiante del bachillerato cuando le he preguntado sobre sus tres grandes preocupaciones como joven pedernalense.
Ella tiene inquietudes comunicacionales y ha participado en el taller Diálogo sobre Redacción para Medios desde la Perspectiva del Periodismo Turístico, que he facilitado el 20 de enero en la Fundación Educativa Manuel de Jesús Pedernales, en de este municipio. Está clara en que esos males no son exclusivos de su pueblo, pero prefiere enfocarse en aquello que le impacta directo.
La inquietud, sin embargo, tampoco es exclusividad de esta lideresa en ciernes. En los corrillos del pueblo el tema palpita sin cesar; no así en los discursos políticos locales, tal vez porque “hay almas que salvar”.
Sobre el tráfico y consumo de drogas prohibidas por la Ley 58 de 1988, ya casi se normaliza en la provincia el rumor sobre riquezas meteóricas representadas por el boato a ojos vista. Y cada vez más jóvenes y adultos se encaraman, o sueñan encaramarse, en ese tren.
En cuanto a los “accidentes de tránsito” (siniestros viales), crece el historial de muertos y lesionados a causa del desorden instaurado. Nadie está seguro con el cruceteo loco y el tronar insufrible de motocicletas.
En cuanto al desempleo, es queja generalizada. La tasa es de 6.8%, muy por debajo del promedio nacional, que es de 15%, según las cifras oficiales. En pocas palabras, no hay donde trabajar. Predomina la economía informal, el buscarse el peso con lo que aparezca. El 57% de pobreza ya se queda chiquito. Hay precariedades en todos los niveles.
Los tres males citados por la joven estudiante no son obra de Dios, ni del destino. Son el resultado de una construcción paciente por la irresponsabilidad del Estado (Poder Ejecutivo, Poder Judicial y Poder Legislativo), que ha obrado por los siglos de los siglos como si Pedernales y demás provincias de la Región Enriquillo (Barahona, Baoruco e Independencia) no perteneciesen al territorio dominicano. Como si la gente que allí malvive no fuera dominicana. Eso sí, han exprimido sus minas y otros recursos naturales, mientras han desterrado a su gente, privándole de todos los derechos, incluso el de la vida.
No solo del Estado como sistema ha sido indolente. Excepciones aparte, esta comunidad de la frontera sudoeste ha sufrido históricamente de autoridades sensibles, humanas. Y van camino a la extinción los grupos o actores contestatarios, tan necesarios para observar y obligar a enderezar las conductas torcidas en los políticos y funcionarios.
El narco ocupa el vacío dejado por los irresponsables, y desparrama dinero caro. Caen en la trampa del consumo los vulnerables que ven nada en el horizonte; apelan a él para sustraerse de la realidad, sin imaginar siquiera el infierno del círculo vicioso en el que se meten. Quienes se resistan con la esperanza de un empleo, se mueren a la espera… o se marchan del pueblo. No hay de otra.
Por carencia de autoridad y apañamiento de políticos influyentes formados en el populismo, se instaura el caos en el tránsito; los motociclistas, calibradores o no, se apropian de las calles. No hay ley que valga. Si la infringen, aparece rápido “un protector” porque será un voto favorable en las elecciones.
Ante ese panorama tenebroso, resulta pertinente el Proyecto de Desarrollo Turístico que ejecuta la gestión de gobierno actual, aunque no solo de turismo viva el hombre. Cierto, habrán de ponerse en marcha otras empresas menos vulnerables a los avatares internacionales y a los eventos de la naturaleza.
Creo que en el Ministerio de Turismo hay arquitectos y planificadores de alto nivel y con entereza ética, incapaces de ceder ante las recurrentes tentaciones de abortar la decisión presidencial de concretar allí un turismo sostenible y sustentable lejos de polos hechos con segregación de las comunidades destinos.
En 38 millones de metros cuadrados deslindados de los 362 millones de la parcela 215-A, recuperada por el Estado, serán edificadas unas 12 mil habitaciones en hoteles de no más de cuatro niveles, más amenidades, sin tocar áreas protegidas. Se trata del proyecto Cabo Rojo, 23 kilómetros al sudeste del municipio cabecera.
Conforme lo planteado, el objetivo gubernamental de sostenible y sustentable debería trabajarse a la par para también lograr el bienestar general de los pedernalenses. Los proyectos anunciados para los municipios deben de comenzar.
Si se deja de lado a los municipios para solo desarrollar Cabo Rojo, se caería en el grave error de otro enclave más; es decir, lugar de lujo a donde las personas irían trabajar por un salario de poca monta para luego regresar a dormir a su pueblo plagado de precariedades donde el bienestar es una pesadilla.
Pedernales cuenta con riquezas naturales que han de ser aprovechadas. Y el turismo de calidad es una vía factible para contener los tres grandes males que atormentan a la juventud.