Noticias e informaciones recientes sobre hechos violentos contra población infantil en sus familias que incluyen crímenes, violaciones sexuales, incesto y explotación sexual han generado consternación y preocupación en redes sociales y medios de comunicación. Estos hechos no son casos aislados ni responden únicamente a situaciones recientes.
Estudios etnográficos y cualitativos realizados en los últimos 20 anos en distintas provincias del país muestran prácticas culturales de ejercicio de violencia y maltrato hacia la niñez y adolescencia en sus familias. (Vargas 1998) (PLAN RD 2022) (Vargas 2014) (OBMICA 2019)
El inicio de la violencia hacia la niñez en las familias está en las prácticas de crianza. La existencia de la legitimación del uso de violencia física, verbal y psicológica hacia la niñez y adolescencia con las denominadas “pelas” favorece a la permisividad del abuso infantil y a la reproducción de una lógica que identifica al niño, niña y adolescente como objeto y no como sujeto.
Junto al uso de la violencia en las prácticas de crianza se encuentran las violaciones sexuales y el incesto que tienen un fuerte arraigo histórico y político en nuestra sociedad con figuras de poder-patriarcas que van desde jefes de Estado (como Trujillo) hasta funcionarios, gobernadores, síndicos, senadores, diputados en comunidades y provincias son recurrentes. Las transacciones económicas que incluye entrega de tierras, animales, viviendas, dinero a las familias a cambio del cuerpo y la dignidad de niñas, adolescentes y mujeres convertidas en objeto sexual desde violaciones recurrentes. Estas prácticas han recorrido nuestra historia desde la permisividad y legitimidad del silencio en familias y comunidades. Muchas familias aceptan y validan que los hombres dispongan de las niñas y adolescentes como objeto sexual aun cuando sean sus padres, hermanos, tíos, abuelos, y/o padrastros. Igualmente, la obtención de beneficios económicos con su entrega a hombres particulares en condición de matrimonio o para la explotación sexual.
Nuestra sociedad ha depositado en la familia una responsabilidad de socialización y protección hacia la niñez y adolescencia que no necesariamente se cumple. Por el contrario, muchas familias no cuentan con el reconocimiento de los derechos de la niñez y adolescencia que se forja en su interior y ven a niños, niñas y adolescentes como su propiedad.
Sin conocimiento de su cuerpo, de sus derechos y de las manipulaciones que utilizan acosadores y agresores no pueden defenderse ni denunciarlos.
Las prácticas de violencia al interior de las familias se remiten a toda nuestra historia social con una normalización y aceptación que las invisibiliza. Igualmente, las de incesto y abuso sexual.
La familia es (en muchos casos) el primer lugar de abuso físico, sexual y/o entrega de niños y niñas para explotación sexual y/o laboral. En ellas se reproducen las desigualdades de género, el ejercicio de poder masculino de apropiación del cuerpo de las niñas, adolescentes y mujeres.
Niños, niñas y adolescentes carecen de ejercicio de derechos al interior de las familias. Se desconoce la existencia de los derechos de la niñez y adolescencia en gran parte de la población y se les niega en efecto.
La ausencia de un abordaje de los derechos de la niñez y adolescencia, así como de los derechos sexuales y reproductivos en nuestro sistema educativo provoca total desprotección de nuestra población infantil y adolescente que no cuentan con herramientas para enfrentar los riesgos de acoso y violaciones sexuales que viven cotidianamente en su familia y contexto social.
Las resistencias de nuestra sociedad y los organismos del Estado responsable de la protección de la niñez a ofrecer una educación formal e informal con campañas de prevención de las violaciones y abusos sexuales han servido para favorecer el incremento de los abusos que hoy se ven como un escándalo.
La población infantil y adolescente necesita empoderarse de sus derechos en general y sus derechos sexuales y reproductivos para contar con herramientas para enfrentar los abusos físicos y sexuales de los que son víctimas. Sin conocimiento de su cuerpo, de sus derechos y de las manipulaciones que utilizan acosadores y agresores no pueden defenderse ni denunciarlos.
Mientras sigamos viendo la violencia contra la niñez como casos aislados o individuales no actuamos en sus raíces estructurales de una sociedad sostenida en el autoritarismo, el machismo y la negación de derechos en todos sus ámbitos.