El cobalto es un metal con potencial para definir el mercado de la movilidad eléctrica. Se usa, además, en turbinas de viento, computadores y celulares. Quien controle el cobalto será un líder en el mercado de las energías renovables. Tiene la cualidad de potenciar las propiedades de otros metales como el litio, el componente más usado en las baterías de automóviles eléctricos, dándole a la batería la propiedad de ir mas lejos sin necesidad de cargar. Lo anterior lo hace un componente esencial para la fabricación de las baterías de los automóviles eléctricos.
La República Democrática del Congo posee más de las dos terceras partes del cobalto a nivel mundial. Desde hace un tiempo, cada año los fabricantes de baterías de automóviles eléctricos acaparan el 45 % de la producción global de cobalto. El cobalto congoleño es puro y de fácil extracción. Lo antedicho convierte a la República Democrática del Congo en un jugador fundamental en la competencia para dominar el negocio de energía limpia.
El cobalto se ha convertido en el eje de una competencia global entre dos potencias: Estados Unidos y China. Estados Unidos ha tenido relaciones con la República Democrática del Congo desde la Segunda Guerra Mundial, habiendo invertido millones de dólares en la promoción de servicios públicos e institucionalidad. Los presidentes Eisenhower y Nixon, por ejemplo, enviaron cientos de millones de dólares en ayuda, incluyendo aviones y equipos militares). El presidente Nixon, de hecho, recibió en visita oficial al entonces presidente Mobutu Sese Seko. No obstante, el interés en las relaciones con la República Democrática del Congo se fue perdiendo a partir del 80, esencialmente en razón de la importancia que adquirió el petróleo. Así, el presidente Obama, por conducto de Hillary Clinton, continuó -en menor medida- las relaciones. En años mas recientes, el enfoque de Obama en Afganistán y el Estado Islámico opacó el cuidado de los intereses estadounidenses en el cobalto congoleño, lo cual se acentuó con la llegada de Donald Trump (escéptico del cambio climático y creyente en los combustibles fósiles) a la Casa Blanca.
Por su parte, China se interesó en la República Democrática del Congo a partir de los 2000. El asomo del interés de China coincidió con el ascenso al poder de Joseph Kabila, quien asumió el poder a raíz de la muerte de su padre, Laurent Kabila, presidente que tenía el deseo de desarrollar la república pero carecía de los recursos necesarios. En esa tesitura, fue suscrito el acuerdo de Sicomines para intercambio de infraestructura por derechos de explotación minera.
Para 2015 quedaba un solo reducto de presencia norteamericana en la República Democrática del Congo: Freeport McMoRan (empresa con sede en Arizona) tenía dos grandes minas de cobalto. En 2016 vendió una de ellas, conocida como Tenke Fungurume, la cual tiene el tamaño de Los Ángeles. Casi cuatro años mas tarde, también vendió una de las mayores reservas de cobalto en todo el mundo y, a su vez, la última mina de capital estadounidense. En ambos casos el comprador fue China Molybdenum, una empresa china. La venta de estas dos minas en el sureste congoleño evidencia que China está en una posición mas que respetable en la competencia por el control del cobalto (15 de 19 de las minas existentes de cobalto en la República Democrática del Congo).
A pesar de la supremacía china en el control del cobalto, nada está escrito en piedra. Dos factores importantes amenazan la posición de China. Por un lado, la asunción de Biden a la presidencia de Estados Unidos luce haber propiciado un punto de retorno. El presidente Biden está empujando fervientemente la agenda de la movilidad eléctrica. En función de lo anterior quiere reposicionar los intereses de su país en la República Democrática del Congo. Por su parte, la República Democrática del Congo está revisando los acuerdos de intercambio (alegando incumplimientos por parte de China) y, en su conjunto, la relación con China Mollybdenum, quien puede ser eventualmente forzada a abandonar el país, abriendo una posibilidad para inversionistas norteamericanos. De hecho, una corte congoleña emitió una sentencia contra China Mollybdenum y la obligó a ceder control de una de sus minas por, al menos, 6 meses. En la misma línea, el presidente Biden ha anunciado una serie de inversiones tendentes a garantizar que Estados Unidos pueda asegurar el acceso de materiales como el cobalto.
De igual forma, los fabricantes de batería de automóviles eléctricos -alegando factores asociados al precio del cobalto y a la ética y geopolítica de su extracción- han promovido esfuerzos importantes para reducir la dependencia del cobalto. Svolt, por ejemplo, ya comenzó a fabricar baterías libres de cobalto. General Motors ha presentado sus baterías Ultium, una batería con menor carga de cobalto y más barata. Tesla, por su parte -en el marco de su proceso de reducción de cobalto- ha desarrollado sus baterías NCMA, cuyas celdas utilizan un cátodo con un 90% de níquel (reduciendo notoriamente la cantidad de cobalto necesario para que esta batería funcione). Para el desenlace, habremos de esperar una remontada estadounidense con miras a hacerse de la producción de cobalto o, por el contrario, un esfuerzo mancomunado de los fabricantes para reducir la dependencia del cobalto y, por ende, a las variables que le condicionan.