Ante la imposibilidad del gobierno de incidir en los precios internacionales de los hidrocarburos y otras materias primas, como la urea, el trigo, el maíz, el sorgo y otros artículos que se comercializan en el país y que se utilizan en la producción energética, en el transporte, en la fertilización de las tierras, fumigación de los cultivos, alimentación de ganados para la producción de cárnicos y lácteos, alimentación de aves de granjas y la propia alimentación humana; se hace indispensable explorar algunas alternativas tendentes a minimizar el efecto inflacionario en la canasta familiar.

Hemos visto que el gobierno ha asumido parte del potencial aumento de los hidrocarburos (Gasolina, Gasoil, Gas Licuado de Petróleo y otros derivados), también sabemos de gestiones que se han hecho para tratar de comprar algunos de estos productos a través de compras directas entre países hermanos, además de que, en la última década, apenas se ha aumentado la tarifa eléctrica y si también consideramos que el gobierno tuvo que desistir de su intento de reforma fiscal, estamos ante un escenario complicado y que muy probablemente el gobierno tome la decisión, como de hecho lo ha anunciado y ha comenzado a hacer, de traspasar los aumentos del costo al precio final de los derivados del petróleo y la energía eléctrica.

Como todos sabemos, estos dos bienes inciden de manera directa en la canasta familiar, pero además inciden en el precio de prácticamente todos los demás bienes y servicios que se comercializan en nuestra economía, porque de una u otra forma la energía y los hidrocarburos están presente en todas las actividades productivas del país, por lo que, de seguir aumentando estos precios generarán un efecto contagio en todos los demás bienes y servicios, provocando una inflación insostenible para la clase media, media-baja y baja, que generaría un aumento de la pobreza y de la pobreza extrema.

Por esto que explicamos, es que vemos que algunos economistas se inclinan a promover que se continúen los subsidios a la electricidad y a los combustibles, pero de hacerse, habría que reducir la inversión de Capital, los planes sociales o en su defecto aumentaría el déficit fiscal y tendríamos que aumentar el endeudamiento. También el Banco Central ha tomado algunas medidas monetarias tendentes a reducir la oferta monetaria, aumentando la tasa de interés de referencia de 3% a 4.5% y se especula que esta puede seguir aumentando.

Pero habría que seguir indagando las razones de los continuos aumentos internacionales de las materias primas e incluso vale la pena analizar el poder adquisitivo del dólar, principal divisa del mundo, en especial de América. Y al hacerlo vemos comentarios como éste: "El desplome del dólar recién comienza", le dice a BBC Mundo Stephen Roach, profesor de la Universidad de Yale y expresidente del banco de inversión Morgan Stanley en Asia, en una clara señal de que el dólar ha perdido poder adquisitivo ante otros bienes. "Un dólar depreciado es definitivamente positivo para las economías latinoamericanas", comenta Joseph Mouawad, administrador de fondos de la firma Carmignac, especializado en mercados emergentes.

Al analizar las economías más grandes de la región, podemos observar que México es el país donde más se ha depreciado el dólar, seguido por Chile, Colombia y Brasil. Las consecuencias del desplome varían sustancialmente dependiendo de los distintos actores económicos, por ejemplo, a los consumidores latinoamericanos les beneficia, porque muchos de los bienes que se consumen son importados.

Pero volviendo a nuestra economía en particular, podemos ver cómo las reservas internacionales han alcanzado cifras récord en el 2020 y 2021, esto en medio de la pandemia, incluso alcanzando niveles muy superiores a los recomendados por los organismos multilaterales; pero si analizamos este fenómeno atípico en nuestra economía: Veremos que las reservas internacionales son los recursos financieros en divisas con los cuales cuenta un país para garantizar los pagos de los bienes que importa y el servicio de la deuda; pero adicionalmente se han utilizado como instrumento de política monetaria, para estabilizar el valor de la moneda.

La diferencia es que en esta ocasión observamos un rápido crecimiento, por lo que nos permite intuir que el Banco Central ha impedido que la depreciación del dólar se refleje tanto en nuestra economía, comprando los excedentes de oferta de divisas en el mercado y generando el consecuente aumento de las reservas. Y si bien esto resulta positivo en sectores productivos y en nuestra principal industria sin chimenea, el turismo; no es menos cierto que esta decisión puede ser la principal causa de la inflación interna, debido a que, si dejamos bajar el dólar, se necesitaran mucho menos pesos para adquirir las Materias Primas mencionadas en el primer párrafo de este artículo.

En otras palabras, si bien hay un gran componente de Inflación Importada, en países como el nuestro, eminentemente importadores de bienes, esta política del Banco Central ha significado mayores niveles de inflación en perjuicio de los consumidores dominicanos, que han tenido que pagar precios más altos.