La mitomanía es un trastorno psicológico que consiste en repetir el acto de mentir de forma espontánea para conseguir atención, admiración o para autojustificarse. Además, dicho trastorno se conoce como pseudología fantástica, cuyo cuadro consiste en una conducta repetitiva del acto de mentir. Aunque la mentira patológica se describió por primera vez en la literatura médica hace más de 100 años, aún en el siglo XXI sigue siendo un concepto poco estudiado, pese a su impacto psicoemocional y social (DMS-III, IV, V y Sociedad de Neurología de los USA).

En tal sentido, “la mitomanía puede ir acompañada por problemas de salud física, tales como epilepsia, meningitis y otras afecciones neuronales graves”. Un dato importante que ha descubierto la neuropsicología es que, la persona mitómana tiene una mayor proporción de materia blanca en el lóbulo frontal del cerebro, hecho que implica una menor preocupación por los aspectos morales a la hora de mentir, dada su “capacidad de desinhibición” (Sociedad de Neurología de los USA, 2020).

No obstante, según los descubrimientos de la neurociencia cognitiva, la causa principal que motiva al mitómano a repetir una mentira, está asociada a un trastorno neuronal aún desconocido con exactitud (DMS-V). En tal sentido, según varios estudios neurocientíficos realizados en el período 2001-2018 por la OMS, la mitomanía es una conducta adictiva que se adquiere o se aprende por repetición, ya que la misma es constantemente reforzada por los “supuestos beneficios o triunfos” que logra el mitómano. No obstante, una revisión de los casos más dramáticos estudiados sobre este trastorno se encontró que, la edad promedio de inicio de la conducta mitómana es a los 16 años, tanto en  hembras como en varones.

Asimismo, los estudios referidos en el párrafo anterior encontraron que, el 40% de los casos de mitomanía presentaban anomalías del sistema nervioso central y la presencia de epilepsia, traumatismo craneoencefálico o infección craneal grave. Además, se encontró que, algunos casos de mitomanía provienen de un trastorno de personalidad antisocial y/o en personas con dependencia de sustancias lícitas e ilícitas. Sin embargo, otros casos estudiados parecen no tener una razón médica o psicológica para que ocurra este comportamiento conductual errático (DMS-V, 2018).

En tal sentido, un estudio reciente (Nov. 2020) publicado en el British Journal of Psychiatry establece que, la mitomanía está asociada a un desequilibrio neurológico grave, cuyas causas están siendo investigadas por la neuro ciencia. No obstante, los avances de los estudios referidos han constatado que, los mitómanos tienen un incremento de materia blanca del cerebro. Mientras que, según el Journal of Neuropsychiatry and Clinical Neurosciences, los mitómanos sufren de disfunción hemitialámica derecha.

No obstante, cuando los especialistas en higiene y salud mental evaluamos a un paciente para determinar si éste padece o no un trastorno psicológico mitómano, estamos obligados ética y profesionalmente a tomar en cuenta los siguientes resultados: (a) si el paciente presenta niveles elevados de ansiedad y pensamientos recurrentes que lo incitan a mentir; (b) si la persona presenta dificultades para controlar el impulso de decir mentiras; (c) la satisfacción que expresa esta persona cuando logra que los demás no detecten o descubran su(s) mentira(s); (d) cómo se aprecia asimismo el paciente, es decir, si éste tiene una buena autoestima o su autoestima es baja; (e)  las carencias de habilidades sociales que manifieste dicha persona; y, (f) el incremento de la magnitud y la frecuencia de las mentiras, a medida que pasa el tiempo.

Por su parte, un hecho que nos llama mucho la atención a los especialistas en higiene y salud mental es que, el/la mitómano/a no es capaz de reconocer que sus mentiras y/o conductas tienen un impacto negativo, tanto para él/ella como para su entorno familiar, social y laboral (DMS-III, IV y V). No obstante, psicólogos, neuropsicólogos y psiquiatras sabemos que, para reducir y/o controlar el trastorno mitómano se necesita reeducar la percepción cognitiva del paciente, lo cual requiere la ayuda de un profesional en higiene y salud mental. Según el cuadro patológico  detectado, en algunas ocasiones se requiere hacer uso de algunos psicofármacos disponibles en el mercado.

En tal sentido, el tratamiento de la mitomanía dependerá de: (1) los diferentes síntomas que presente el paciente; (2) la presencia o no de otros tipos de trastornos psicológicos asociados; (3) los compromisos que asuman el paciente y sus familiares; y, (4) el apoyo que reciba el enfermo del entorno donde éste reside y labora. Como tal, el mitómano es un enfermo que debe ser tratado sin rechazo y/o estigmatización social. De toda manera, el éxito del tratamiento de la conducta mitómana dependerá si el cuadro psicológico no es parte de otros trastornos físicos y mentales graves.

“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”. Alexander Pope.