El chisme como categoría épico lírica es una de las grandes constantes de la mitología. Todas las mitologías —incluso las más pudorosas, recatadas—, están plagadas de intrigas, de mugrientos secretos familiares, de historias no edificantes, de chismes al granel… Hermanas que emborrachan al papá, que lo violan, que salen encinta del papá, un rey que manda a matar al marido de una mujer para quedarse con ella, un dios asexual que manda a un espíritu a negociar un adulterio…
Lamentablemente, los chismes de algunas mitologías como la judeocristiana tienen el inconveniente de que todavía mucha gente cree en ellas. La mitología griega es más divertida, más humana que divina, más liviana, creativa, vaporosa, y nadie la toma en serio. Es puro chisme. Creo que son los chismes, más que las grandes hazañas de héroes y semidioses, los que le dan sabor y emoción a la mitología griega.
Los dioses griegos se emborrachan, "crapulan", viven sedientos de vino y viven sedientos sexo y no de sangre, y a la hora de follar son mucho más liberales. Quizás liberales en exceso.
Del mismo Zeus, por ejemplo, el jefe de los dioses griegos, se dicen cosas horribles. No es solo que había destronado a su padre (que había destronado a su vez al suyo, después de cortarle las bolas con una guadaña) y lo había encerrado en un oscuro abismo en el fondo de la tierra, no es solo que libró interminables guerras, que cometió crímenes y abusos y se ponía histérico cuando lo contrariaban, sino que además era un sexópata, un adicto sexual incurable, un falócrata empedernido, violador y pedófilo. Y además era capaz de convertirse en cualquier cosa, en cualquier animal o elemento de la naturaleza para conseguir su objetivo. Las buenas maneras, el cortejo y las galanterías, no eran para Zeus. Tomaba lo que quería, generalmente a la fuerza.
Zeus estaba unido incestuosamente a su hermana Hera, a la que rescató del vientre de su padre. Del vientre de Cronos, el dios del tiempo, que tenía y tiene la mala costumbre de devorar a sus hijos. Se los tragaba enteros, literalmente, para que no le hicieran a él lo que había hecho con su padre, pero todo fue inútil. Zeus, con ayuda de su madre, lo obligó a vomitar y rescató a todos sus hermanos. Luego quiso cobrarle a su hermana Hera el favor y se lo cobró de mala manera. Quería que su hermana le pagara como quien dice en especie, y como Hera se negó, comenzó a acosarla. Pero Hera seguía negándose y el gran Zeus se valió de una de sus artimañas. Se le apareció de incógnito, en la forma de un pájaro cuco con las plumas mojadas y friolento, y Hera se enterneció y comenzó a acariciarlo y en cuanto se descuidó la poseyó, la violó, le quitó la virginidad, la deshonró, la avergonzó. La infeliz Hera, por vergüenza (y por venganza) se casó con él y permaneció siempre fiel, pero atormentada por los celos y por los cuernos que le ponía su infiel esposo. Su carácter se agrió, probablemente. Los celos la consumían de tal manera que se pasaba el tiempo tramando venganzas contra las víctimas de Zeus y contra los hijos que tenía con ellas. Inútilmente trató de controlarlo para impedir que sedujera a una sacerdotisa, haciéndolo vigilar por su fiel Argos, que tenía ojos por todo el cuerpo y solo cerraba una parte cuando dormía. La vigilancia de Argos impedía al dios acceder al objeto de su deseo y el dios lo mandó a suprimir. Fue entonces que Hera pegó sus ojos en la cola del pavo real.
Zeus, según se calcula, tuvo relaciones con innumerables personajes y dioses olímpicos, valiéndose en la mayoría de los casos de disfraces, engaños o simple violencia, y hasta se dice que abusó de su propia madre. En una ocasión se transformó en un sátiro para obtener los favores de la bella Antiope y se transformó en mujer para acostarse con la ninfa Calista, se convirtió en toro para raptar a una princesa fenicia llamada Europa, se transfiguró en una nube gris para violar a una sacerdotisa, se convirtió en Anfitrión, el esposo de la bella Alcmena, para meterse en su cama.
También se transformó en un cisne que fingía ser perseguido por un águila cuando vio a Leda bañándose desnuda en un río y la sedujo o la violó, como era su costumbre. Para complicar las cosas, el esposo de Leda también yació con ella ese día y Leda quedó en cinta de ambos y dio a luz un par de huevos en los que se formaron dos parejas de mellizos. Un lío detrás de otro.
Para poseer a Danae, que estaba encerrada en una torre, tuvo que ser más imaginativo y se convirtió en lluvia de oro. Aunque tal vez, como me decía mi padre, lo que quiere decir el cuento es que sobornó a los guardianes para que le abrieran la puerta,
Para peor, Zeus se sentía igualmente atraído por los varoncitos y los niños, por los de su mismo sexo, y en cuanto vio a Ganímedes (que era, según Homero, «el más hermoso de los mortales») perdió completamente la cabeza, se convirtió en águila y le metió las garras. Dicen que el niño, aterrorizado, se orinó en el acto. El águilado Zeus remontó el vuelo llevándose a su presa, lo desfloró al pobre Ganímedes y se lo llevó al Olimpo para que sirviera copas a los dioses, pero también le daba otros usos.
La esposa le reprochaba:
«Y nunca tomas la copa de sus manos sin darle antes un beso, en presencia de todos, y su beso te resulta más dulce que el néctar. Y cuando él ha bebido, tomas la copa y bebes en ella poniendo tus labios en el mismo sitio que él lo hizo, para seguir besándolo mientras bebes.»
En fin, que Zeus era un inmoral, un vicioso, un intrigante, un chismoso, quizás igual que la legión de diosas y dioses que poblaba ese lupanar llamado Olimpo.
En fin, que son unos degenerados, unos promiscuos los dioses griegos (como diría con su latina elegancia mi gran mentor y amigo Dinaprius de Sotus Bellum), pero también más liberales, más tolerantes y divertidos. Dioses más tolerantes que el de los judíos y sobre todo más tolerantes y menos inhumanos que el de los brutales y crueles y sicorrígidos dirigentes de Israel.