Ayer, viendo el desfile inicial del concurso Miss Universo, volví a ratificar que la posverdad y lo “fake” penetraron la mercadología de la belleza. Muchas de esas concursantes no eran lo que habían sido, sino lo que necesitaban ser. Pero, al menos para mí, el resultado de tan artificial embellecimiento resultaba grotesco; conseguido en base a mutilaciones propias de tribus salvajes. Sin un respiro de originalidad, porque a muchas el bisturí las hizo parecidas las unas a las otras. La similitud de los labios, las agresivas hileras de dientes blancos, y las narices mutiladas, hablaban de un escaso catálogo de oferta quirúrgica; de una ausencia de naturalidad descorazonadora.
No sé si actuaron cirujanos plásticos especializado en misses de la misma escuela, o si no es posible hacerlo mejor. El resultado, para mi gusto, fueron señoritas “fakes”, bellezas de posverdad. Sus caras no fueron con las que nacieron, algunas de ellas, pujando bellezas, me dieron miedo.
Pero esto no es un gadejo de ahora, esto me llama la atención desde hace más de veinte años. Por eso les copio un artículo mío de tiempo atrás…
“La Hermandad del Escalpelo (Oct. 2017)
Segundo Imbert Brugal
Las mujeres de las tribus Mursi en Etiopia y los Botocudos en Brazil, entre otras, se insertan tabletas de madera de hasta tres pulgadas en los labios para destacar su jerarquía e incrementar su atractivo (para hacerse “sexy”). En Thailandia, los Kayan se estiran el cuello con anillos de bronce a riesgo de su propia vida. Está claro: el alterar nuestra anatomía para fines estéticos o jerárquicos es tan viejo y universal como el dolor de muela.
En el siglo veinte, la cirugía plástica surge como un aliado inexorable de los que batallan contra el envejecimiento y anhelan la belleza y la sensualidad. Sus especialistas son capaces, con la destreza de espadachines, de borrar y agregar contornos desde la testa hasta el dedo gordo del pie, sin excluir las intimidades de la línea media. Trabajan en el cuerpo con la diligencia y meticulosidad del amoroso Geppetto mientras tallaba ilusionado a su hijo Pinocho.
Por supuesto, estos procedimientos estéticos no son tan baratos como las tabletas labiales de los Nuba, en el Sudan. Así, por su elevado costo, al adquirir juventud también se adquiere status. Y han devenido en moda. Belleza, lozanía y posición, al alcance de un tajo de prestidigitador.
Pero siendo los paraísos efímeros como los sueños, la ética más lenta que las papeletas, y los anhelos de juventud tan arriesgados como el brebaje de un curandero, el asunto se torna tétrico. Los rostros, “refrescados” por los cirujanos, en ocasiones resultan decadentes, peripatéticos, como las muñecas del pintor Rincón Mora. Los labios abultados – de “mero disgustado”, como burlonamente se les llama – se manifiestan sardónicos.
En la ciudad de Miami, donde se concentran la “beautifull people” de varios continentes, la moda, la linda figura y el consumismo abundan a la par de las facciones de quirófanos. Sobresalen los “labios hechos”, que dan a las señoras una similitud tal entre ellas que las fraternizan, convirtiéndolas en parientes cercanos con facciones comunes. Y así, de forma inadvertida, nace una cofradía: “La Hermandad del Escalpelo”.
Desde siempre, los rasgos faciales y la configuración corporal han definido razas y familias: la nariz de los De Gaulle, los dientes de conejo de los Garzon, los labios lineales de los Tomascos, los pechos planos de las Millares y las nalgas de las Benedictas. Entre miembros de una familia sus características físicas los acercan, recordándoles sus similares cargas genéticas. Ahora, esos rasgos los puede delinear un cirujano.
Las hay quienes se hacen de todo y varias veces, borrando de sus caras la emoción. Se tornan, sin darse cuenta, en muñecas inflables xxx, dejando detrás aquella dama embellecida que se dio un “estironcito” en su primera pasada.
Lo estrafalario asume el lugar de lo elegante; el rejuvenecimiento feliz da paso a la deformidad irreversible. La moda, el mito de la eterna juventud y la ambición sin límites de algunos especialistas sostienen vivo el entusiasmo con la irracionalidad que llevara a Michael Jackson a convertirse en una máscara repulsiva de sí mismo.”
Por cierto, que ganó Miss Dinamarca, una Barbie perfecta…