El tema de los últimos días que ha mantenido en vilo a mucha gente es el de la unificación de entidades estatales, sobre todo cuando muchos servidores quedarán en el limbo. Una de ellas, y quizás, la que más comentarios ha suscitado es el de los ministerios de educación: MINERD y MESCyT.
En el anuncio por parte de las autoridades gubernamentales se planteó, según señalan los medios de comunicación, el argumento de “la optimización de recursos y eficiencia en el gasto educativo con una distribución más estratégica e integral de los recursos, fortaleciendo la calidad educativa y reduciendo costos”.
Además de que: “se pretende alcanzar una mejora en la calidad educativa, facilitando un enfoque integral de la educación, desde la formación básica hasta la superior, alineando los currículos con las demandas del mercado laboral”. Así, se estaría “fortaleciendo el sistema educativo nacional.”
Finalmente, y para el propósito de este artículo, se planteó: “la fusión facilita el desarrollo de políticas conjuntas para enfrentar los desafíos educativos y científicos, mejorando el acceso a la educación y fortaleciendo el seguimiento del progreso estudiantil y la investigación”.
A juicio del ministro de Administración Pública los problemas de la educación, por partida doble, ya tienen sus días contados con la fusión de ambos ministerios: la simple distribución del 4% del PIB destinado por ley a la educación básica con la superior y eficientizar el gasto.
No puedo, sin embargo, dejar de pensar en cada una de estas instituciones estatales como tal, lo que han sido las evidencias de sus procesos y la complejidad que ello supone por sus propias características. Una y otra, en términos de asegurar el cumplimiento de sus fines con calidad, sigue siendo un tema pendiente.
En el sector financiero, los procesos de unificación por compra o fusión tienen una historia que ha envuelto a muchas entidades. Por supuesto, el marco normativo del sector cuidadosamente definido y con no menos celos, supervisado y controlado, ha hecho posible que este proceso transcurriera sin generar espavientos y no menos preocupaciones en la población dominicana, como en sus clientes e inversores directos.
La naturaleza nos muestra ejemplos extraordinarios de estos procesos. Cuando un espermatozoide se une y fecunda un óvulo, el proceso que se inicia desde ese mismo momento, da como resultado un nuevo ser, radicalmente distinto al de aquellos que le dieron origen. ¿Sería esta la situación en el caso de educación?
En otras ocasiones se producen simbiosis que, aunque generan nuevos procesos, no son de la naturaleza anterior. En general, son formas de convivencia entre dos especies de organismos distintos, que pudieran resultar imprescindibles para su supervivencia, como son el mutualismo, el parasitismo, el comensalismo, etc.
¿Surgirá una nueva cosa de la función entre el MINERD y el MESCyT? De no ser así, ¿cuál cultura prevalecerá o cuál desarrollará? Esa nueva organización ¿generará nuevas maneras de hacer las cosas y con ello, nuevas maneras de comprender, posibilitando una nueva conciencia de la importancia de una buena educación?
¿Cómo evitar caer en el parasitismo que tanto predomina en muchas de nuestras instituciones estatales que solo han sido útiles para alimentar la boa? ¿O del comensalismo en que unos se benefician mientras los demás no necesariamente, pero que, en el caso contrario a la naturaleza, podrían perjudicarse ambos?
En ambas instituciones estatales prima una misma realidad, la que se manifiesta en sus resultados finales. En ambos casos, el control de sus organismos periféricos, escuelas y universidades, donde se deben realizar los procesos fundamentales de formación en general, están muy lejos de cumplir con su misión y función fundamental.
Los resultados de los concursos en los ámbitos del poder judicial y en el de la educación básica, son una muestra de la baja calidad de esos procesos y, por consiguiente, de sus resultados. Veamos el caso del último concurso de oposición docente:
De 7,903 plazas disponibles, 57,740 profesionales se interesaron, de estos, 47,591 depositaron la documentación requerida; fueron admitidos finalmente para el concurso 38,532 profesionales, y solo 9,698 aprobaron, es decir, el 25.17%. Tener estos resultados por institución de egreso, ha sido imposible. Qué extraño, ¿no?
¿Qué pasó con los 28,834 profesionales que no aprobaron el concurso para el ingreso a la carrera docente? Estamos hablando del 75% de ellos. Esa cifra, que se ha repetido ya anteriormente, debió llamar a la mesa del juicio público a las instituciones de educación superior que certificaron mediante título a esos profesionales, ¿o no?
Quizás fuera importante recordarles a las autoridades del Ministerio de Administración Pública que todos, o casi todos, estos profesionales que tienen un título universitario que les acredita como licenciados en educación y que no aprobaron el concurso, contaron para su formación con recursos del 4%. ¿Qué más se quiere?
Lo mismo acontece en el ámbito de la educación básica, estudiantes que avanzan en sus años de escolaridad sin haber alcanzado aún las competencias básicas necesarias en lenguaje y matemática, mostrando muy bajos logros de aprendizajes en los diversos estudios y evaluaciones nacionales e internacionales realizadas.
Fusionar dos organismos que, en sus ámbitos de gestión y resultados obtenidos, aún resultan ineficaces en el cumplimiento de su gestión. No sé en qué depararía, a no ser que la propuesta de fusión implicará la definición y diseño de un organismo totalmente distinto a lo que hasta ahora ha funcionado en uno u otro ámbito.
Decir que así funcionan muchos otros países en que hay un solo ministerio, es obviar que el funcionamiento de las organizaciones del estado y muchas otras, está muy determinado por el contexto social y cultural, y qué decir, de la cultura política partidaria, para el caso del estado, como de los sectores de poder económico y social.
Una pregunta importante sería: ¿desde cuáles supuestos, en términos de concepción educativa, se está sustentando esta fusión? La educación básica y la formación profesional no obedecen a un continuum, si bien la primera aporta elementos esenciales a la segunda, como son las competencias lectora y matemática, entre otras.
La formación profesional debe estar dirigida de manera prioritaria hacia la generación de nuevas oportunidades y posibilidades de formación en investigación e innovación, posibilitando de esa manera, desarrollar las mentes orientadas hacia el desarrollo nacional y de sus fuerzas productivas.
Seguir trillando el tercer nivel solo como formación profesional sin que ello suponga lo anterior, es mantenernos en una concepción muy limitada del mismo, formando profesionales únicamente para la empleomanía y la reproducción de conocimientos, en contradicción incluso con la Estrategia Nacional de Desarrollo (END).
El achicamiento del Estado, como el aumento de su eficiencia, es una tarea necesaria y que no debería ser la respuesta solo a la presión de organismos internacionales, sino más bien a un plan estratégico de desarrollo que asegure una mayor racionalidad y calidad del gasto público, en función de los planes de desarrollo.
Los dominicanos hemos tenido una historia de grandes batallas en post de organizar una sociedad centrada en el bienestar y el buen vivir de todos y todas. En esa tarea, no parece que hayamos aprendido que para llegar al escalón 10 hay que subir desde el 1 hasta el 9 sin pretender dar saltos so pena de caer abrumados y lastimados.
Si es verdad que la educación es el motor del desarrollo las decisiones que en ella se tomen deben ser muy bien ponderadas y suficientemente socializadas. La prisa no siempre es una buena amiga, que no fuera en la carrera de la fórmula 1 en la que, con frecuencia se pierde, por la pérdida del control o de cualquier evento inusitado.
¿Cuál es la prisa? Prefiero asumir aquella frase tan socorrida en situaciones como esta: “Vístame despacio pues tengo prisa”. Frase muy sabia que viene como anillo al dedo.