La economía y las finanzas suelen ser temas de alta complejidad para algunas personas que, en algunos casos, prefieren ni intentar entender su sentido y sus implicaciones. Para nadie es un secreto que las finanzas moldean el mundo en el que vivimos. Este mundo financiero se estructura principalmente en dos componentes clave: los mercados y las instituciones financieras. Ambos se complementan para organizar la actividad financiera, uno de los principales motores de la economía desde la revolución industrial.

Los mercados financieros, como las avenidas, son estos caminos por donde circula el capital financiero (el dinero), y las instituciones financieras fungen como los edificios en los cuales estas avenidas desembocan para albergar las herramientas y estructuras necesarias para operar dichas avenidas, en una especie de ciclo sin fin. Como dice Ray Dalio: “el mundo, y principalmente la economía, son círculos, algunos más elegantes que otros”.

Un mercado es un lugar donde se pueden intercambiar bienes y servicios. Como en los mercados laborales, los trabajadores intercambian su tiempo y labor por salarios que los empleadores les pagan. Igual sucede en los mercados financieros. Solamente que en estos casos lo que se intercambian son activos financieros como acciones en la bolsa de valores y los bonos y/o títulos de deuda. Estos activos (que tienen un valor económico/monetario) son los fondos que transitan por las avenidas de estos mercados.

¿Por qué son tan importantes? Pues, imaginemos un mundo sin mercados financieros. En este mundo, si tienes $1000 dólares excedentes de tus gastos normales, no podrías acudir a ningún centro financiero a obtener retornos por este excedente, es decir, realmente no te vale para nada ahora mismo y solamente podrías guardarlos, por ejemplo, debajo de un colchón. Sin embargo, si una persona que no tiene ese excedente, pero desea emprender un negocio o inclusive arreglar su casa, le sería de interés poder utilizar tus fondos con los cuales hacer tus planes, realidad. Gracias a tu excedente, le estas dando el beneficio que sin ti no tuviera, es decir, dinero en la inmediatez. Es por esta razón que existe el interés en las finanzas, porque el dinero, más que su valor como moneda o billete (el cual es intrínsecamente nulo), tiene un valor sobre el tiempo, a lo que, en economía, le llamamos, time value of money, en inglés, o valor del dinero en el tiempo.

Realmente, no necesitamos de un edificio con un gran cartel que diga “Institución financiera” para crear o hacer funcionar un mercado financiero. Como en el ejemplo, hacemos mercado inclusive en la informalidad de prestarle dinero a un conocido. Y, en la mayoría de los casos, no tildamos como “el malo” a aquel que nos presta ese dinero, en un momento de apuros, cuando a esa persona realmente le sobra. Muchos, a lo largo de la historia, han entrado en la trampa demagógica de tildarlos de villanos, cuando se institucionalizan y tratan de sacarle provecho a sus ahorros. Cuando una persona o institución decide hacer que su capital ahorrado genere ganancias, causa la rabia de aquellos impotentes que sienten que están siendo manipulados y explotados por las “tasas de interés” que estos les obligan a pagar. Y es lo que ha llevado, a través de la demagogia y el cinismo, a que muchos políticos jueguen con la ignorancia y rabia de pueblos que ciegamente han perseguido a los acumuladores de capital.

En la teoría económica, no existen estos juicios de valor entre capitalistas y trabajadores. De hecho, sería interesante plantear esta visión desde la óptica de qué sería de los trabajadores sin los capitalistas que les pagan. Cambiaría aún más la opinión de estos, si entendieran las implicaciones y desafíos que se les presentan a diario a estos que deciden hacer operaciones financieras, como por ejemplo, la banca.

Casos prácticos y sencillos, como el de las hipotecas para casas o préstamos de cualquier índole, han llegado a generar pérdidas cuantiosas para dichas instituciones, que, movidos por un mercado tan competitivo como lo es el financiero, siempre tratan de ofrecer las mejores tasas disponibles en el mercado, aun cuando, en muchas ocasiones, no les representan ninguna ganancia. Y es que el interés en los préstamos existe como una compensación por varios factores económicos y financieros fundamentales. El interés refleja el costo de oportunidad de prestar dinero. Para un prestamista, entregar dinero hoy implica renunciar a la posibilidad de usarlo para otros fines, como inversiones o consumo. El interés compensa esa pérdida potencial de beneficios futuros. Prestar dinero siempre implica un riesgo de que el prestatario no devuelva la cantidad prestada. El interés actúa como una prima de riesgo, remunerando al prestamista por asumir esa posibilidad de pérdida.

Realmente, guardar o acumular dinero en líquido (dinero en una cuenta o en físico) es de las peores decisiones financieras que un ciudadano puede tomar, pues están sujetas al gravamen más común que es la inflación, ya sea provocada o inducida.

Un ejemplo sencillo para entender este dilema es el que se tienen que plantear todos los que deciden prestar su dinero. Si se espera una inflación del 5% anual, el prestamista querrá cobrar al menos un interés igual o superior para no perder su valor real. Si decide prestarte al 3%, este habrá perdido un 2% del valor real, significando una pérdida para el prestamista, en cuanto valor real de su dinero. Pero también al costo de oportunidad de que no pudo utilizar esos fondos en otra actividad. Aun peor sería, si este prestamista nunca recibe ese pago, en ese caso lo habría perdido todo. Y, aunque resulte difícil de creer, es realmente común que los que incurren en este tipo de operaciones financieras no generen ganancias, pues el riesgo de default (impago), malas evaluaciones de crédito, tasas de interés con tendencia a la baja y las crisis económicas, suelen suceder y sin aviso alguno.

Un problema similar sucedió con la crisis del 2008, cuando, muy resumidamente, los bancos otorgaron hipotecas subprime a clientes con bajo perfil crediticio, confiando en que los precios de las viviendas seguirían subiendo. Estos préstamos se empaquetaron en productos financieros complejos (CDOs) y se vendieron a inversionistas, lo que ocultó el riesgo real y provocó el colapso del mercado inmobiliario.

Y es justamente, a raíz de esta crisis, que han surgido nuevos mercados que suelen utilizar los bancos e instituciones financieras para diversificar precisamente este riesgo que se genera al incurrir en este tipo de negocio. Algunos de estos mercados son: los mercados de dinero, de bonos, de opciones, de futuros, entre otros.

Estos mercados pueden ser físicos (como las bolsas de valores tradicionales) o virtuales (como las plataformas electrónicas). Un ejemplo que tiene ambas puede ser la NYSE (Bolsa de Nueva York), que tiene su sede en Wall Street, en la cual, también se pueden hacer transacciones como: acciones, bonos, divisas, y derivados. Su función principal es facilitar la transferencia de recursos entre ahorrantes e inversionistas.

Las instituciones financieras, por el otro lado, son organizaciones que median o facilitan el flujo de capital en el mercado financiero. Entre ellas están: bancos comerciales, bancos centrales, fondos de inversión, aseguradoras, como la Reserva Federal, JPMorgan Chase, y en nuestro país, Banco Central, Banco de Reservas y Banco Popular.

Su impacto en la economía es amplio pues estos actúan como un barómetro del desempeño económico anual, reflejando las expectativas del mercado sobre empresas, industrias, e incluso políticas gubernamentales. Y, un factor muy importante, para la salud de los grandes capitales, es que estos ayudan a diversificar los riesgos sistémicos (riesgo del mercado como conjunto, no diversificable) y sistemáticos (riesgo de un sector específico) del mundo financiero mediante instrumentos como derivados y fondos cotizados en bolsa (ETFs).

Aunque existe un gran mercado over-the-counter, o sobre el mostrador, de venta libre, las instituciones son las que, mediante fuerte y detallada regulación, protegen a los inversionistas y ahorrantes de los riesgos de impagos. Por esto es muy importante que, cuando se trate de hacer una actividad financiera productiva se debe confiar en las instituciones reguladas, que otorgan garantía de tus activos, y no confiar en los que prometen rentas mayores que las que un banco o puesto de bolsa pueda prometer. Debido a las fuerzas del capitalismo y la competencia (siempre y cuando no exista un monopolio), las empresas reguladas siempre tratarán de ofrecer las tasas más atractivas (más competitivas) del mercado, pues dependen del desempeño de estos para seguir operando a largo plazo.

Es importante el énfasis en no demonizar o tratar de visualizar a estas instituciones como los villanos del sistema económico. A pequeña o larga escala, son representaciones de mercados humanos, operados y mantenidos por la intención de los seres humanos. Aunque siempre sea sano y productivo tratar de cuestionar el mundo en el que vivimos, por alguna razón será que este sistema, que es el que más pobres ha sacado de la pobreza, ha prevalecido en las sociedades desde hace más de 10,000 años, con la aparición natural e involuntaria de los mercados y los trueques, cuando las sociedades pasaron de ser cazadoras-recolectoras a agricultoras.

Como dijo Adam Smith, en Las riquezas de las naciones: “No es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero de donde cabe esperar nuestro almuerzo, sino de la atención a su propio interés.”