Desde el inicio de su mandato hasta enero de 2025, el presidente Luis Abinader ha realizado numerosas visitas a Santiago de los Caballeros “inaugurando” obras monumentales a medio terminar y anunciando proyectos que con el tiempo se han diluido en promesas incumplidas.
Mientras tanto, las verdaderas transformaciones que la ciudad corazón requiere parecen haber quedado relegadas, al extremo de que ahora el malestar trasciende las críticas de la oposición o de los ciudadanos, y hechas denuncia por más alta la funcionaria del gobierno y del partido oficial: la gobernadora de Santiago, Rosa Santos.
Su reciente pronunciamiento pone en evidencia una creciente frustración ante la falta de avances concretos, lo que se interpreta que más allá de un simple reclamo por parte de la máxima autoridad provincial.
Su mensaje revela un trasfondo político mucho más complejo: la incapacidad del gobierno para cumplir con sus propias promesas y la presión que se genera en los funcionarios que deben rendir cuentas ante una población cada vez más impaciente.
Cuando un representante del Poder Ejecutivo en la provincia más importantes del país se ve en la necesidad de reclamar en público lo que debió resolverse en privado, la situación deja de ser una simple solicitud administrativa y se convierte en un síntoma de crisis.
Es más que evidente que la más alta autoridad del gobierno y del partido oficial de la provincia de Santiago de los Caballeros ha llegado al límite de la paciencia, pero aun cuando en medio de todo lo que habrá pasado por su mente, y un dejo en lontananza exhala…"Yo tengo las expectativas de que el Estado recoja todas las obras que está haciendo y las concluya"… Cosas verdes, Sancho.
Pero el peso de sus palabras no radica solo en el pedido de celeridad, sino en el reconocimiento implícito de que Santiago ha sido, hasta ahora, un laboratorio de anuncios sin ejecución tangible.
Rosa Santos da la voz de alerta: Después no digan…
Uno de los ejemplos más notorios, colocado en el ánimo público por la funcionaria, es tan cacareado monorriel, cuya construcción se inició el 30 de marzo de 2022 con la promesa de ser entregado en el primer cuatrimestre de 2025, hecho ese que ha todas luces no le parece a Rosa Santos que se haga realidad en el tiempo estipulado, pero lo que en los hechos se verifica como una verdad de Perogrullo, es que se ha convertido en una pesadilla para los ciudadanos, con una movilidad urbana cada vez más caótica.
Las avenidas Las Carreras y 27 de febrero, en lugar de transformarse en vías modernizadas y eficientes, se han convertido en un escenario de congestión y desesperación cotidiana, pero a pesar de todo este maremágnum el gobierno insiste en que la obra se encuentra "avanzada", pero la pregunta que flota en el aire es si la conclusión de la obra seguirá el mismo camino de otras grandes promesas: aplazamientos indefinidos y excusas técnicas.
Por ahora, las palabras de la gobernadora de Santiago resuenan como un grito de impotencia, pero también como un presagio de lo que podría ocurrir si el gobierno no responde a tiempo. La pregunta es si el presidente escuchará o si, como tantas otras veces, las expectativas de solución quedarán sepultadas bajo el peso de la burocracia y la inercia política.
Otro punto de discordia es la segunda fase del teleférico, una iniciativa anunciada como un complemento del monorriel para garantizar un transporte público más eficiente. Sin embargo, hasta la fecha, su ejecución sigue en el aire, dejando en suspenso una estrategia de movilidad que podría aliviar significativamente los problemas de tráfico en la ciudad.
Su administración ha hecho del discurso de la "modernización y transformación de Santiago" una de sus principales banderas. Sin embargo, la desconexión entre las promesas y la realidad cotidiana se hace cada vez más evidente y la desesperación expresada por la gobernadora de Santiago podría convertirse en un eco de otras provincias que también sienten el impacto de la lentitud gubernamental.
Más allá de las obras de gran envergadura, la gobernadora Rosa Santos también pone sobre la mesa el olvido de las pequeñas inversiones en los barrios. En sus propias palabras: "Nos olvidamos de penetrar al corazón de las comunidades". Este comentario no es menor.
Si bien las obras de gran escala tienen un impacto macroeconómico y pueden ser presentadas como "hitos históricos", son las infraestructuras básicas, como calles asfaltadas, techados deportivos y espacios comunitarios, las que realmente transforman la vida de los ciudadanos a nivel local.
El retraso en la reconstrucción del Hospital Regional Universitario José María Cabral y Báez es otro ejemplo de la falta de ejecución efectiva en proyectos de alto impacto social. Con una inversión de RD$2,300 millones desde 2013, su interminable proceso de remodelación ha convertido en incertidumbre lo que debió ser una solución estructural para el sistema de salud del Cibao. La gobernadora ha insistido en la necesidad de que el hospital sea completamente equipado de una vez por todas, reflejando una preocupación que es compartida por médicos, pacientes y la ciudadanía en general.
La postura de Rosa Santos, lejos de ser una mera declaración institucional, encierra un matiz político que no puede ser ignorado. Como representante del Partido Revolucionario Moderno (PRM) en Santiago, su incomodidad pone de manifiesto una tensión interna en el oficialismo, que podría ser interpretada como un llamado de atención al gobierno central.
En política, cuando los reclamos emergen desde dentro de la estructura de poder, no se trata solo de una simple queja, sino de una advertencia sobre los riesgos de continuar ignorando el clamor ciudadano.
Su administración ha hecho del discurso de la "modernización y transformación del país" una de sus principales banderas. Sin embargo, la percepción de la población es distinta. La desconexión entre las promesas y la realidad cotidiana se hace cada vez más evidente, y la desesperación expresada por la gobernadora de Santiago podría convertirse en un eco de otras provincias que también sienten el impacto de la lentitud gubernamental. De ahí que el llamado de Rosa Santos pone en jaque la narrativa gubernamental.
No se trata solo de obras inconclusas, sino de la credibilidad de una gestión que, sigue sin materializar muchas de sus promesas. El presidente Abinader se encuentra en una encrucijada: o acelera la ejecución de proyectos clave para evitar un desgaste irreversible en su imagen o se arriesga a que el descontento se traduzca en una mayor pérdida de confianza dentro y fuera de su propio partido.