El capitalismo, sistema económico y social, tiene varias formas de gobernar: en democracia o dictadura. En ambas se protegen la propiedad privada de los medios de producción y la acumulación de capital. Se diferencian en garantizar libertades públicas y derechos humanos y respeto estricto de la Constitución de la República. Ahí reside la clave para identificar la naturaleza de clase de su existencia y cuál de las dos gobiernan.
La etapa democrática corresponde a un histórico tránsito del capitalismo en aquellos países que no han alcanzado un alto crecimiento y desarrollo económico y social. El ejercicio democrático o la imposición de la dictadura pueden detener el curso del trayecto, siempre y cuando la dinámica productiva es obstaculizada y coartar las libertades públicas por la incapacidad y atropello de los gobernantes o por factores externos.
Pero es bueno delimitar algunos conceptos sobre las etapas para evitar confusiones en el origen y evolución del capitalismo. Este sistema tiene cinco etapas históricas muy bien definidas: comercial o mercantil, industrial, financiera e imperialista, agregándole la electrónica y tecnología de la información y telecomunicaciones, que la convierte en un periodo actualizado para su avance y expansión, impacta de manera extraordinaria en el mundo.
La etapa democrática recorre, América Latina y el Caribe, los senderos en los países pobres y atrasados y los que están más adelantados. Potenciales naciones han alcanzado notable crecimiento, otros apenas transitan para dinamizar su economía. Es decir, es un periodo de suma importancia para el despegue de un sistema que descansa en las desigualdades económicas y sociales, apropiación de los bienes y servicios estatales, endeudar el presente y futuro de su población, entre otras desgracias.
En la democracia capitalista se alcanza el poder a través de elecciones nacionales y locales que se celebran periódicamente. Su planificación y dirección ideológica y política corre bajo la dominación de clase o grupo social que tiene el control del Estado. La ideología burguesa impregna su sello indeleble para no perder el norte en todas las actividades electorales. Todo el aparato estatal está al servicio del certamen.
La derecha y la ultraderecha, instrumentos de clase y políticos del sistema, tienen lazos históricos umbilicales capitalistas que permiten descifrar sus posiciones ideológicas y políticas, pero también en sus diferenciadas conductas antes de los temas nodales de la sociedad. El tránsito democrático les favorece definitivamente. Por el contrario, los revolucionarios recorren un camino muy inclinado, complicado, al enfrentar una alienación de valores en la población que impide crear un pensamiento crítico en avance continuo.
Con todas y esas desventajas para competir electoralmente, la izquierda latinoamericana ha sabido articular maquinarias electorales unitarias para vencer a la derecha y ultraderecha. Tomando en cuenta de que existen en ese tramo histórico puntos de coincidencias, para ser aprovechados, con sectores liberales. No se justifican las alianzas, pactos y acuerdos para conseguir cargos públicos, privilegios, no perder reconocimiento electoral ni pretender ascenso económico y social. Sus diferencias entre ellas también pueden ser utilizadas con el cuidado debido, con audacia, inteligencia y evitar contaminarse.
¿Qué buscan los revolucionarios en la etapa democrática? Avanzar hacia los fines estratégicos. No hay ningún tipo de duda en esto. Lo primero, trabajar para obtener el triunfo electoral y dirigir países sometidos a un despiadado despojo de sus bienes y servicios por parte de la derecha conservadora o liberal. Además, detener el enriquecimiento ilícito en la administración de recursos públicos. Lo que se busca es adecentar la conducción de la cosa pública, cambiar la forma de gobernar, que los coloque en mejores posiciones para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población.
Es evidente, hay una combinación en los métodos de luchas y la manera de “hacer política” que corresponden a una nueva realidad en movimientos constantes. Y es un crimen vivir de espalda a los mismos si se quiere avanzar. Hay que ponerle atención a las desviaciones de clase pequeñoburguesa en este tránsito. No vaya a ser más cara la sal que el chivo.
A los revolucionarios criollos les ha tocado un juego muy difícil. El escenario no les favorece por ningún lado. Presenta un cuadro interior lleno de deficiencias, debilidades y aislamiento que no le permite competir contra nadie. Insistí en la unidad, pero no comprendieron. Pesó más el interés individual y de grupo. Ahora, sin salida saludable, toca ver pasar la “fiesta de la democracia” en sus dos paradas: el 18 de febrero y 19 de mayo 2024.