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andLONDRES – La economía de Estados Unidos está exigiendo demasiados trabajadores. Hay casi el doble de vacantes laborales en todo Estados Unidos que de gente que busca un empleo. La tasa de desempleo se mantiene en un mínimo histórico y la tasa de participación de la fuerza laboral está en aumento.
El hecho de tener muchas más ofertas laborales que trabajadores ha conducido a un alza sin precedentes de las tasas de renuncia y a aumentos salariales que superan el crecimiento de la productividad, lo que contribuye a una inflación generalizada y hace que la Reserva Federal de Estados Unidos suba las tasas de interés marcadamente en un esfuerzo por enfriar el apetito insaciable de mano de obra de la economía.
La política inmigratoria de la administración Biden ha exacerbado esta escasez de trabajadores, lo que obligó a la Fed a aumentar las tasas de interés de manera más agresiva que si hubiera sido otro el caso. Al restringir la cantidad de trabajadores, la administración está limitando la producción potencial de la economía y reduciendo el nivel de gasto compatible con ese potencial. Una mayor inmigración, en cambio, podría conducir a tasas de interés más bajas, a un incremento de la producción y a una mayor demanda.
Por cierto, con una mayor inmigración y con tasas de interés más bajas todos saldrían beneficiados. A nivel doméstico, esto facilitaría el crecimiento de empresas nuevas, ayudaría a las pequeñas y medianas empresas a encontrar trabajadores, aumentaría el precio de las acciones y de los bonos y debilitaría el dólar súper fuerte, mejorando así la competitividad de la economía e impulsando las exportaciones. Y tasas de interés más bajas y una mayor demanda en Estados Unidos facilitarían el crecimiento global, permitirían que los países emergentes y en desarrollo bajasen sus propias tasas de interés, fomentarían los flujos de capital y las remesas y harían crecer las importaciones norteamericanas.
Pero si los beneficios potenciales son tan grades, ¿por qué Estados Unidos no acoge a más inmigrantes? Parte del problema es la ley inmigratoria de 1986 de Estados Unidos que es inadecuada y obsoleta, y que ha dejado poco espacio para visas de trabajadores calificados y aún menos para los llamados trabajadores no capacitados necesarios. Sin suficientes procedimientos de inmigración legales, no sorprende que Estados Unidos ahora tenga unos 13 millones de inmigrantes indocumentados que viven al interior de sus fronteras; basta con pensar cuánto más chica sería la economía de Estados Unidos sin ellos.
La administración Biden ha tomado algunas medidas en la dirección correcta al duplicar el límite para las visas H2-B para trabajadores no agrícolas y poco calificados a unas 130.000 por año. Pero ésta es una cantidad minúscula para el tamaño de las necesidades de la economía. Si bien ha habido más de 300.000 solicitudes de visas H1-B para trabajadores altamente calificados en el último año, el programa H1-B ha tenido un límite anual de 85.000 aprobaciones desde 2006. A pesar de controlar ambas cámaras del Congreso, los demócratas han hecho poco en los dos últimos años para propiciar una legislación que ajuste el límite a la demanda actual.
Sin embargo, aun si el Congreso aumentara los límites estipulados legalmente, Estados Unidos carece de la capacidad para procesar estas solicitudes de visas. Estados Unidos emitió 1,2 millones de visas de trabajo menos de marzo de 2020 a julio de 2021 que en el período comprendido entre marzo de 2018 y julio de 2019. Si bien los permisos de trabajo han rebotado recientemente hasta alcanzar los niveles pre-pandemia, las visas temporales todavía están muy por debajo de los niveles de 2019.
Por otra parte, el retraso de las peticiones de visas pendientes ha aumentado más del 50%, de 5,7 millones a 8,8 millones, en la administración Biden. Los tiempos de espera también han aumentado significativamente para muchos tipos de visas. Por ejemplo, mientras que en el 2012 la mitad de todas las solicitudes de residencia permanente (green card) se procesaron en menos de 4,5 meses, en 2022, procesar el 80% de todas esas visas llevó más de 30 meses.
Este atolladero es, en parte, el resultado de la persistencia del sesgo anti-inmigración de la era Trump en la burocracia norteamericana. El trato que se les da a los refugiados es un ejemplo. Si bien la administración Biden subió el techo anual del Programa de Admisiones de Refugiados de Estados Unidos y lo llevó al nivel previo a Trump de 125.000 personas, las admisiones de refugiados reales han promediado menos de 25.000 por año en el gobierno de Biden, apenas un tercio de las admisiones durante la presidencia de Barack Obama.
La historia reciente ilustra los desafíos de la crisis inmigratoria en curso. Más de 7,8 millones de ucranianos han huido de su país luego de la invasión rusa, pero la administración Biden ha puesto un límite lamentablemente bajo de 100.000 refugiados ucranianos como parte de un nuevo programa que también exige que los solicitantes de asilo encuentren patrocinadores privados. Más de siete millones de personas han huido de Venezuela desde 2015, pero quienes solicitaron refugio en Estados Unidos han enfrentado limitaciones similares y un tope magro de apenas 24.000 personas.
¿Qué sucedería si se les permitiera ingresar al país a muchos más migrantes y refugiados? Para responderlo, basta con examinar las olas migratorias previas. Como han demostrado varios estudios, el éxodo del Mariel de 1980 que trajo 125.000 refugiados cubanos a Miami no afectó negativamente las perspectivas laborales de los trabajadores locales, y eso que la economía de Estados Unidos era débil en aquel momento. Los ingresos masivos de refugiados también han beneficiado a otros países. La inmigración masiva de judíos rusos a Israel a comienzos de los años 1990 generó un auge económico que ayudó a cimentar la marca “nación start-up” del país.
Del mismo modo, el flujo de dos millones de refugiados venezolanos a Colombia desde 2015 no tuvo, esencialmente, ningún efecto en el desempleo o en los salarios de los colombianos. Sí ayudó al país, en cambio, a tener una de las recuperaciones post-COVID más rápidas de América Latina. De manera crucial, Colombia les brindó a los emigrados venezolanos pleno acceso al mercado laboral, al sistema de atención médica y a la educación. Un estudio reciente ha demostrado que otorgar estatus legal a los venezolanos ha multiplicado por diez el emprendimiento empresarial de estos inmigrantes en Colombia.
Para poner las cosas en perspectiva, la población de Estados Unidos es seis veces la de Colombia y su PIB es 26 veces superior. En efecto, Estados Unidos tiene la capacidad de absorber más refugiados e inmigrantes si así lo quisiera. Pero parece que los votantes norteamericanos quieren una economía dinámica con menos inmigrantes y tasas de interés bajas. Ese plato, sin embargo, no parece estar en el menú. Por el contrario, Estados Unidos debe decidir entre una economía dinámica con tasas de interés más bajas y más extranjeros, o una economía estancada con tasas de interés altas y menos migrantes. Los norteamericanos necesitan saber que la xenofobia es una opción que sale cara.