Juan Valdez Ybet, Mario Díaz y Confesor Rosario, de San Juan, Distrito Nacional y Pedernales, los tres sureños, paridos por hogares empobrecidos, han sido consistentes en aportes a la música popular caribeña. Turistas y no turistas, aquí y allá, han disfrutado hasta el delirio sus producciones, sin saber de sus autores ni cómo las parieron.
Pero el Estado no les asume como eslabones importantes de la cultura nacional, tal vez porque conceptualiza la cultura sólo como pasarelas en grandes teatros y museos. Y el submundo del espectáculo actual les menciona cuando hay escasez de temas picantes para provocar controversia, conseguir “vistas” y “me gusta” y aumentar rating.
Valdez Ybet, 61 años, músico, arreglista, compositor y cantautor. El mayor de seis hermanos, todos músicos. Es insaciable con tal arte. Y lo comparte sin asomos de tacañería en estudios y redes sociales.
Jamás suelta su piano. De hecho, ha sido pianista de Juan Luis Guerra y Sergio Vargas. Sus arreglos y composiciones de éxito se cuentan por decenas y abarcan merengues, salsas, baladas y bachatas. Otras creaciones duermen en sus archivos porque –de acuerdo a disqueros- supuestamente son muy terminadas y no aptas para el consumo popular. Tal vez sólo las grabe él.
Ha hecho arreglos a Los Hermanos Rosario, Fernando Villalona, Wilfrido Vargas, Alex Bueno, Sergio Vargas, Eddy Herrera, Pochy Familia, Plácido Domingo Jr., Milly Quezada, Conjunto Quisqueya, Manny Manuel, Vakeró, Michell el buenón, Las Chicán, Rikarena, Olga Tañón.
Mario, cantautor de 64 años, hijo de obrero portuario de La Pared de Haina y madre barahonera con trabajo de la casa, ha dedicado su vida a los clubes culturales de los barrios capitalinos.
En la Universidad Autónoma de Santo Domingo estudió Comunicación Social y Publicidad. Allí fue activista cultural todo el tiempo y creado de grupos musicales como Éxodo y La Otra Siembra.
Le han grabado sus letras: Johnny Ventura, Maridalia Hernández, Sergio Vargas, Dioni Fernández, Ramón Orlando, José Alberto (El Canario), Chichí Peralta, Conjunto Quisqueya, Miriam Cruz, Rasputín, The New York Band, Sandy Reyes, Yolanda Duke, Diómedes y el Grupo Mío, Charlie Rodríguez…
Y artistas extranjeros como Celia Cruz, El Gran Combo, Lucecita Benítez, Oscar De León, Willie Colón, Jerry Rivera, Tommy Olivencia, Cheo Feliciano, Marvin Santiago, Andy Montañez, Tommy Olivencia, Raphy Leavitt, Orquesta de la Luz, Lalo Rodríguez, Gilberto Santa Rosa.
Fue presidente de la Sociedad Dominicana de Autores, Compositores de Música (Sodacem) y en la Sociedad General de Autores, Compositores y Autores Dominicanos de Música.
Confesor Rosario, 66 años, como Valdez Ybet y miles de dominicanos ansiosos de romper las cadenas de la pobreza por la vía correcta, de joven, vino a la capital desde Pedernales, donde activaba en clubes y declamaba.
Y aquí vive con la familia que ha levantado, según ha dicho, a golpe de temas populares.
En el liceo Ramón Emilio Jiménez hizo pinitos desde un grupo de poesía y en peñas escenificadas en el parque San Lorenzo de Los Mina. Ejerció el magisterio durante varios años, cursó el pensum de Publicidad en la academia estatal y fue secretario de organización de la Sociedad General de Autores, Compositores y Autores Dominicanos de Música.
Tony Seval le graba su primer tema en 1980 (El Bichán), pero pasó inadvertido. Nueve años más tarde Dioni Fernández le convierte Oye Muchacha en resonante éxito.
Desde entonces, sus triunfos musicales sucedieron uno tras otro:
Esa es mi taita; Llegó tu marido (versión navideña), con Los Toros Band; Hijo mío, con Alex Bueno; Por una mentira, Yoskar Sarante; Sabor común, Toño Rosario; Fue de los dos, Leonardo Paniagua; El rondón, A comer gallina, La fogata, Ambiente de esquina… Muchas más.
Las letras, composiciones y arreglos de los temas bajo la responsabilidad de estos hombres del sur de República Dominicana han sido consagradas por el gusto de millones de seres humanos en el mundo. Han ganado premios nacionales e internacionales.
Bonachones, buenos padres y humildes hasta el tuétano, constituyen un referente de buenas prácticas para la juventud y excelente carta de presentación para turistas sobre nuestra música popular.
Tal vez porque no alardean sus talentos y aportes a la cultura, ni son cabilderos de reconocimientos, el Estado les margina. Como se estila con la gente íntegra, quizá esperan su deceso para, al filo de sus tumbas, regodearse con la sentencia que pronunció Federico Henríquez y Carvajal durante el panegírico a su íntimo amigo el educador Eugenio María de Hostos, el 12 de agosto de 1903:
¡Oh, América infeliz, que solo sabes de tus grandes vivos cuando ya son tus grandes muertos!
La rectoría de Editrudis Beltrán en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) podría subsanar tal carencia y presentar una propuesta al Consejo Universitario para reconocer con la categoría que entienda pertinente a estos valores nacionales. Ganaría mucho; perdería nada. Ganaría el país.
El sur también existe, ha escrito el gran poeta uruguayo Mario Benedetti.