En el complejo y dinámico mundo de la economía global, los sistemas monetarios desempeñan un papel crucial en la determinación de la estabilidad financiera, el crecimiento económico y el bienestar de las naciones. Desde los antiguos sistemas de trueque hasta las modernas estructuras financieras, el panorama monetario ha evolucionado continuamente, adaptándose a los cambios políticos, tecnológicos y sociales, que han definido nuestras sociedades a lo largo de la historia.
La economía, en términos generales, es la ciencia que analiza los recursos, inherentemente escasos, debido a la infinita demanda y a la finita cantidad disponible. Es por esto que, desde los inicios de las civilizaciones humanas, los hombres han descubierto ciertas especializaciones de las cuales se beneficiarían mutuamente. Durante la Revolución neolítica, con la aparición de la agricultura y la ganadería, se formaron las primeras sociedades sedentarias, abandonando el estilo de vida del día a día. A partir de la producción de la tierra, las sociedades se asentaban, y cuantificaban los recursos, además de introducir la planificación, a largo plazo, para poder manejar y predecir la alimentación.
Esto dio lugar al excedente, el exceso de recursos que no se consumían, y las personas tuvieron la oportunidad de intercambiar los bienes que les sobraban y les permitió especializarse en diversas funciones.
Frente a esto, y a lo largo de los años, se comenzaron a presentar algunos problemas de valorización de ciertos bienes. Este hecho generó la entrada en vigor de las primeras monedas, en Mesopotamia, las cuales guardaban un valor intrínseco basado en su peso y pureza. Estas monedas fungían como dinero y fueron una solución para el trueque. Los sistemas monetarios, han ido evolucionado a lo largo de los siglos, y se han ido adaptando a los problemas y necesidades que hemos enfrentado como civilización, hasta el momento en el que nos encontramos ahora, con un sistema monetario complejo, pasando de los billetes hasta el dinero digital, el cual ha tomado más protagonismo a partir del siglo XXI. Cada país tiene su propia divisa (o es capaz de hacerlo). Algunos países optaron por basar sus monedas a cambio fijo, donde están avaladas con respecto a otras monedas, o basadas por la oferta y demanda en los mercados de divisas (tipo de cambio flotante). Y en los inicios del siglo XXI, donde el dinero digital ha surgido en nuevas formas como las criptomonedas y bitcoin, basadas en tecnologías de blockchain, presentan un futuro en el cual las transacciones sean descentralizadas y anónimas. Aunque cabe resaltar que estas están aún a varias décadas de perpetuarse o mucho menos, sacar del escenario global a las monedas y tipos de cambio tradicionales.
Actualmente, cada país o Nación, tiene la soberanía de acuñar su propia moneda. Para ello, cada economía debe tener un Banco Central, debido a que esta es la institución que está designada para supervisar el sistema bancario y regular la cantidad de dinero que circula en una economía. También es la institución encargada de regular el sistema monetario, los cuales pueden ser: de cambio fijo, cambio flotante o cambio flexible.
Solo dos países actualmente no cuentan con Banco Central: Zimbabue y Panamá; el último, un país que nunca ha tenido Banco Central de por sí, y el primero que no lo ha eliminado por completo.
Países como China o Arabia Saudita cuentan con un tipo de cambio fijo, es decir, un sistema en el que el valor de una moneda está fijado o vinculado a otra o a otras monedas extranjeras. En este sistema, las autoridades monetarias, establecen un valor específico para la moneda nacional en términos de la moneda de referencia y se comprometen a mantener ese valor dentro de ciertos márgenes.
En un régimen de tipo de cambio fijo, el Banco Central interviene en el mercado de divisas, comprando y vendiendo su propia moneda para mantener el tipo de cambio en el nivel establecido. Esto puede implicar la acumulación de reservas extranjeras para respaldar la moneda nacional o la implementación de medidas de política monetaria para controlar la oferta monetaria y mantener la paridad cambiaria.
Sin embargo, mantener un tipo de cambio fijo puede requerir sacrificios, en términos de política monetaria independiente, ya que el Banco Central debe priorizar la estabilidad cambiaria sobre otros objetivos económicos, como el control de la inflación o el estímulo del crecimiento económico. Cabe resaltar que, la adopción de un tipo de cambio fijo, ha disminuido significativamente en las últimas décadas, debido a las presiones del mercado.
Por otro lado, países como Estados Unidos o el Reino Unido optaron por cambios de tipo flotante, es decir, un régimen cambiario en el que el valor de una moneda es determinado por la oferta y la demanda en los mercados de divisas. Bajo este sistema, los tipos de cambio pueden fluctuar libremente en respuesta a cambios en factores económicos como, tales como: la inflación, los tipos de interés, el crecimiento económico y los flujos comerciales y financieros. En este sistema, ni los bancos centrales ni los gobiernos, pueden influir ni mantener valores específicos.
La República Dominicana, en cambio, se encuentra bajo un régimen de tipo de cambio flexible, que combina ambos sistemas previamente mencionados y permite tomar acciones por parte de las autoridades monetarias (en este caso el Banco Central de la República Dominicana). En este sistema, la moneda puede tener un valor fijo en relación con una cesta de monedas extranjeras o estar sujeta a ciertos límites de fluctuación. Este enfoque permite cierta flexibilidad mientras se mantiene cierta estabilidad en el tipo de cambio.
Entre las diversas labores de los bancos centrales, la principal es establecer una tasa de interés que influya en las tasas de interés en toda la economía. Esta tasa es por la cual los bancos comerciales pueden pedir prestados fondos del Banco Central o entre sí.
Los bancos centrales también pueden comprar y vender bonos del gobierno para influir en la cantidad de dinero en circulación y en las tasas de interés a corto plazo. Cuando el Banco Central compra bonos, inyecta dinero en la economía y reduce las tasas de interés. Por el contrario, cuando vende bonos, retira dinero de la economía y puede elevar las tasas de interés.
Ser el principal rector de la política monetaria de una Nación es una labor encomiable y compleja. Es de suma importancia para mantener la estabilidad de los precios, sostener la estabilidad financiera y promover el crecimiento económico. Cada acción ocasiona una reacción que puede ser crucial para la salud de la economía de cualquier Nación. Es por esta razón que los oficiales monetarios de un país deben ser los más capacitados para su labor, y en su mayoría, deben estar desligados del Poder Ejecutivo y de los sistemas electorales. En la República Dominicana, el Banco Central ha sido un factor determinante para el progreso económico casi de manera ininterrumpida durante los últimos 20 años, marcando récord de crecimiento de más del 5% interanual, incluso enfrentando recesiones mundiales como la del 2008. Mediante esta estabilidad financiera, se asegura que la inversión extranjera tenga la seguridad y la confianza para invertir, y la población dominicana siga confiando en el peso. Esta figura, aparte de representarnos a todos los dominicanos, es un símbolo patrio de honor y orgullo para todo el pueblo dominicano.
En la actualidad, uno de los debates más concurridos con respecto a economía es la experimentación que quiere llevar a cabo el recién electo presidente de Argentina, Javier Milei, en un hecho sin precedentes en la historia, pues quiere eliminar por completo el Banco Central, abandonar el peso argentino y adoptar el dólar americano como moneda de curso nacional.
Solo dos países actualmente no cuentan con Banco Central: Zimbabue y Panamá; el último, un país que nunca ha tenido Banco Central de por sí, y el primero que no lo ha eliminado por completo. Panamá, sin embargo, ha enfrentado diversas complicaciones a raíz de no tener a su disposición un Banco Central. Por ejemplo, los bancos comerciales no tienen prestamista de último recurso ni institución, la cual administre sus depósitos, lo cual deja vulnerable y al desnudo al sistema bancario panameño. Por consiguiente, no tienen los instrumentos necesarios para incurrir en ocasiones de emergencia a favor de la población. Durante la pandemia del COVID-19, en 2020, el gobierno de Panamá tuvo que recurrir a una deuda millonaria con el FMI (Fondo Monetario Internacional) para atender las necesidades que emergieron con la pandemia, además de sufrir de la inflación ocasionada en Estados Unidos por la impresión indiscriminada de dinero inorgánico.
Es evidente que los sistemas monetarios son más que órganos reguladores. Es esencial comprender la complejidad de los sistemas monetarios, y estar al tanto de los debates en torno a ellos para poder tener una opinión basada en argumentos y conocimiento de lo que sucede a nuestro alrededor, y que impacta nuestras vidas en múltiples formas. Nos permiten vivir con la tranquilidad y seguridad de que el esfuerzo y trabajo que depositamos para obtener una vida mejor está asegurado y protegido. Con una visión, en aras de la persecución exhaustiva de la innovación y el progreso, podemos obtener un futuro económico más equitativo y próspero para todos.