En el ensayo “La red de posverdad”, que forma parte del libro colectivo titulado La posverdad o el dominio de lo trivial -editado por la filósofa Claudia Carbonell- el profesor Anton Barba-Kay reflexiona sobre el problema de la crisis de legitimación de la información producida por la “era de la posverdad”. Esta crisis es de naturaleza metodológica (relacionada con el método), epistemológica (relacionada con lo que consideramos la verdad) y ontológica (relacionada con el problema de lo que consideramos realidad).

Desde el punto de vista metodológico y epistemológico, la referida crisis se expresa en la incapacidad para lograr acuerdos sobre los procedimientos legítimos que justifican la aceptación de una información, mientras se asume un relativismo que no discrimina entre el conocimiento producido por la experticia y los contenidos generados por cualquier influencer. Estos problemas nos llevan al problema ontológico.

Una sociedad democrática requiere arribar a unos consensos sobre cuales son los problemas fundamentales y los procedimientos para abordarlos, pero estos consensos presuponen que compartimos un mismo mundo, un conjunto de “hechos intersubjetivos”, una realidad compartida que nos permite, por ejemplo, estar de acuerdo en que ha ocurrido un determinado acontecimiento social o histórico, como la rebelión de abril de 1965, o la poblada de abril de 1984.

A partir del acuerdo sobre los datos compartidos o la existencia de ambos acontecimientos, llegamos a conclusiones sobre las características de estos hechos, o podemos establecer un debate sobre nuestros desacuerdos en torno a la naturaleza de los datos y sus implicaciones. Aún en el desacuerdo, es posible un debate porque compartimos una realidad.

El problema actual de las “sociedades posfácticas”, nuestras sociedades saturadas de posverdad, radica en que, como señalé en mi articulo anterior, Internet posibilita una multiplicidad de mundos personales en función de las preferencias mostradas por el usuario de las redes. (https://acento.com.do/opinion/internet-posverdad-y-discurso-de-odio-9409323.html). Esta situación permite retomar una vieja cuestión ontológica de la filosofía de la ciencia: el problema de la inconmensurabilidad.

El concepto de inconmensurabilidad, usado en su sentido filosófico, se debe a dos filósofos de la ciencia que trabajaron el problema de manera independiente durante el siglo XX: Paul Feyerabend y Thomas Kuhn.

Kuhn dedicó su carrera profesional a refinar el término desde que lo incorporó en su obra clásica La estructura de las revoluciones científicas (1962). Su concepción experimentó modificaciones significativas, desde una mirada radical que prácticamente hace ininteligible los fenómenos para comunidades científicas que investigan desde distintos paradigmas, hasta una mirada más modesta en que la inconmensurabilidad consiste en problemas de comunicación en la traducción de los términos científicos de un paradigma a otro.

Para mi propósito, me valdré de la perspectiva kuhniana de La estructura. En esta mirada, el mundo de los fenómenos está constituido por las categorías del sujeto, conceptos cambiantes porque están condicionados por la época y la cultura, lo que abre la posibilidad de una diversidad de mundos y no solo de una diversidad de creencias e interpretaciones. Abordaré este problema y sus semejanzas con el problema de la posverdad en mi próximo artículo.