Una euforia patriótica minada de odios e incoherencias se mueve como fantasma en todas las redes sociales. Son los nuevos patriotas cibernéticos. En su esencia son los “afrancesados” modernos que siguen vivos.
Con la precisión de la creación del universo, estos "patriotas" emergen ocasionalmente en el paisaje cibernético de las redes sociales, resonando campanas de alerta sobre la amenaza de un enemigo: un ejército de mano de obra que según ellos “busca invadir nuestro territorio”. Estos afrancesados modernos, con la meticulosidad de un ritual, difunden periódicamente mensajes pintorescos y dramáticos con videos anacrónicos mostrando la quema de la bandera y grupos de paisanos armados con machetes que desafían a soldados bien entrenados y equipados.
Las redes son su atalaya para avisar que se aproxima un enemigo imaginario que en el mundo real cuida las fincas de los grandes y pequeños propietarios agrícolas, el que garantiza la seguridad en las urbanizaciones y condominios de la clase media y los ricos; de una enemiga que se encarga de cocinar los alimentos, cuidar a los niños y limpiar las casas de muchas familias dominicanas; un enemigo que en masa construye la mayoría de las edificaciones del país.
Estos “afrancesados modernos” muestran una suerte de pragmatismo en el cual el discurso de la conveniencia es el que predomina. Su aparente antinorteamericanismo siempre está asociado a la relación con el vecino, pero nunca con las políticas económicas, el manejo del poder, el dominio y la hegemonía cultural. No conviene políticamente tener a los gringos en contra. Se nos cae la economía.
En los patriotas cibernéticos, la obsesión por lo europeo y lo norteamericano es patológica. Nunca los hemos visto movilizándose contra las políticas de dominación de Estados Unidos en el mundo. Tampoco mueven un dedo por la solidaridad entre los pueblos. Ni por la defensa de la redistribución de las riquezas. En el fondo son aporofóbicos. No quieren saber de los pobres y son negros mucho menos.
Explotar las redes sociales con noticias falsas es la mejor estrategia de estos ciberpatriotas para confundir a una sociedad del miedo, volátil y amante de las fantasías y el espectáculo. Este miedo refleja la duda sobre nosotros mismos como nación. Es un espejo para ver quiénes somos y cuáles son las fragilidades de nuestra identidad.