Aquellos tiempos en que la diplomacia internacional se regía por la estructura de manuales protocolares y la discrecionalidad, han pasado a la historia. El nuevo liderazgo de la misma deberá basarse sobre la convicción de que posee el poder moral y político para lograr procesos de paz entre los países en conflictos.
La actual diplomacia a partir de la perspectiva de las Naciones Unidas y la Unión Europea, abre nuevos y serios campos de debates sobre el terrorismo estratégico y mortal de grupo fundamentalistas, por un lado, y de grupos paramilitares, de otra parte. Asimismo, el problema de las armas convencionales en poder Corea del Norte y la India, las pugnas radicales por cuestiones étnicas entre los serbios cristianos ortodoxos y albanos musulmanes, cada día es más encarnizada, como lo es el conflicto israelí-palestino. Durante años los problemas étnicos en el Oriente Medio, África y Rusia (antigua Unión Soviética) han socavado la paz social y es incontable el número de muertos.
Los casos más puntuales y brutales fueron los de Kosovo, Pakistán, Somalia y Costa de Marfil a raíz de la victoria de Estados Unidos y el Reino Unido sobre Kosovo. No obstante, sobre este triunfo, el experto en asuntos del Medio Oriente de las Naciones Unidas, Bernard Kouchner, declaró que "no se puede cambiar la mentalidad y el corazón de una persona al cabo de siglos de dificultades, luchas y odios en cuestión de semanas o meses. No es posible." Esta cuestión nos recuerda las matanzas étnicas ocurridas en Abjasia y Osetia del Sur.
Para Estados Unidos y otras naciones de Europa es indispensable propiciar una franja más amplia de negociaciones con Rusia y Ucrania
En ese mismo tenor, Robert d. Kaplan, autor de la importante obra: "El retorno de la antigüedad. La política de los guerreros", entiende que "creer que existen soluciones a la mayoría de los problemas internacionales es tener un conocimiento superficial de la historia. A menudo no hay soluciones, tan sólo confusión y decisiones insatisfactorias". Luego agrega: "la política exterior ha de ser el arte de organizar inteligentemente información que sí se pueda prever, con el fin de establecer un marco de referencia, aunque impreciso, de los acontecimientos futuros. Esa es la enseñanza de la 'previsión inquieta' de Maquiavelo".
Es por ello que los procedimientos protocolares en la diplomacia exterior han dado paso a una diplomacia de énfasis y mediadora no sólo en conflictos de guerra, terrorismo y pugnas religiosas entre etnias de todo el mundo, sino que, además, interviene en los procesos electorales donde existen dudas de legalidad y equidad entre fuerzas competidoras y ante organismos internacionales financieros con tal de que sean más consecuentes con aquellos países cuyos déficits económicos alteran la gobernabilidad.
Si la nueva política exterior no está en capacidad de reflejar esta sabiduría y de establecer nuevas reglas en el orden político, de nada servirán los esfuerzos desplegados por las naciones interesadas en conseguir la paz en las zonas de mayor conflicto. Pero la primera condición de la nueva diplomacia internacional es que debe ser fiable y convincente, audaz y de criterios bien definidos. Tal vez sus mayores desafíos están en devolver la libertad y la paz social y económica a Ucrania, la nación más agredida en estos momentos por Rusia y Putin como el responsable de su salvaje devastación.
La nueva diplomacia internacional deberá convencer a las partes en conflictos de la realidad de los efectos de la Covid-19 y la cuasi recesión en Estados Unidos y la Unión Europa, de lo contrario, todas las economías del mundo se verán afectadas.
Al parecer, el ingrediente básico de este tipo de diplomacia se centra en disminuir las tensiones bélicas y enarbolar una cultura de paz; pero también presionar a las Naciones Unidas con tal de cumpla un rol más determinante con relación a los gobernantes beligerantes y atender aún más el ámbito de la libertad, asegurando que los derechos humanos sean protegidos y la democracia se fortalezca y contenga un lenguaje universal.
Para Estados Unidos y otras naciones de Europa es indispensable propiciar una franja más amplia de negociaciones con Rusia y Ucrania, de modo de detener cualquier desgracia nuclear y se restablezcan los intercambios comerciales.
La diplomacia de estos tiempos debe concretar la impronta de que el poder económico es lo más importante para el desarrollo de las naciones, puesto que las guerras acarrean muchos traumas sociales y dejan muchas heridas psicológicas. Pongamos el ejemplo de los países de la AELC y el caso de las repúblicas como Polonia, Hungría y la Checa, que hacen lo posible por no quedar fuera de los beneficios que ofrece la Unión Europea.
Porque después de todo, las extrapolaciones a que se refiere Roberto D. Kaplan, tomando como base la aseveraciones del historiador Arthur Schlesinger Jr. de que en asuntos exteriores, la moralidad no reside en "la proclamación de absolutos morales", sino en "la fidelidad al propio sentido del honor y la decencia", y en "la suposición de que las otras naciones poseen tradiciones, intereses, valores y derechos propios y legítimos", hoy más que nunca acusan una referencia obligada para la tolerancia, el respecto y la convivencia pacífica y armoniosa entre los pueblos.